jueves, 11 de mayo de 2017

El Ciudadano de la Galaxia




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Capítulo I

Lote noventa y siete —anunció el subastador— Un muchacho.

esclavos había venido desde más allá de cuarenta años luz; en sus bodegas llevaba el olor de todas las naves de esclavos, el hedor de cuerpos apretujados y sin lavar, de miedo y vómito, y penas atávicas. Y no obstante, en aquella nave el muchacho había sido alguien, un miembro identificable de un grupo, con derecho a su comida

Y ahora volvía a ser nada y nadie, otra vez a punto de ser vendido.

Acababa de ser rematado un lote, dos muchachas rubias parecidas, que se decían ser gemelas; la puja había sido animada y el precio alto. El subastador se volvió con una sonrisa de satisfacción y señaló al muchacho:

—Lote noventa y siete. Hacedlo subir.

asustados ojos miraban en derredor, haciéndose cargo de lo que no habían podido ver desde el corralillo. El mercado de esclavos se encuentra en la parte del puerto espacial de la famosa Plaza de la Libertad, frente a la colina coronada por el aún más famoso Presidium del Sargon, capitolio de los Nueve Mundos. El muchacho no lo

acercaba a reclamar su propiedad. Más allá, en un semicírculo, había asientos para los ricos y privilegiados. A cada lado de aquel grupo selecto esperaban holgando sus esclavos, sus portadores, sus guardaespaldas y sus conductores, junto a los coches de superficie de los ricos y de los palanquines y sillas de manos de los aún más ricos. Detrás de los señores y las señoras estaban las gentes del pueblo, holgazanes y curiosos, libertos y rateros y vendedores de bebidas frescas, y algún mercader del pueblo que no tenía el privilegio de asiento, pero que

recados. Imaginároslo, señores y señoras en la librea de vuestra casa. Fijaros en... —Sus palabras se perdieron en el aullido de una nave que dopplerizaba en el puerto espacial que tenía a su espalda.

borde de la tarima. A Baslim aquel muchacho no le pareció un sirviente doméstico dócil; parecía un animal perseguido, sucio, flaco y magullado. Bajo la suciedad se señalaban cicatrices blancas alargadas, rúbricas de las

Tierra y de ascendencia sin variación, pero no se podía asegurar mucho más sino que era pequeño, con cicatrices, masculino y aún altivo. El muchacho se dio cuenta de que el mendigo le miraba fijamente, y le

El ruido fue apagándose, y un elegante rico que estaba sentado al frente hizo perezosamente señas con el


—No nos hagas perder el tiempo, sinvergüenza. Enséñanos algo como el último lote.
—Por favor, noble señor. Tengo que disponer de los lotes por orden de catálogo.
—Pues entonces, ¡apresúrate! O aparta ese bicho famélico y enséñanos mercaderías que valgan la pena. noble patrón estaría de acuerdo. Seamos francos. Este hermoso muchacho es joven; su nuevo propietario tendrá que invertir enseñándole. Por lo tanto... —El muchacho apenas si escuchaba. Solamente tenía una leve idea de aquel lenguaje, y al fin y al cabo lo que se dijese poco importaba. Miraba a las veladas damas y a los
elegantes señores, preguntándose cuál de ellos sería su nuevo problema— ...un bajo precio inicial y un provecho


cubierta de velo de encaje, se inclinó hacia el caballero murmurando y sonriéndose. El hombre frunció el ceño, sacó una daga y pretendió arreglarse las uñas.

—Dije apresurarse —gruñó. El subastador suspiró:
—Les ruego recuerden, señores, que tengo que responder ante mi patrón. Pero comenzaremos aún más bajo.


Pareció sorprendido:


un joven muchacho, como una hoja de papel en blanco; podéis dibujar lo que gustéis. A este precio increíblemente bajo podéis permitiros hacer de él un mudo, o modificarlo de la manera que plazca a vuestra
—¡O darlo de comer a los peces!
—O darlo... ¡Oh, sois ingenioso, noble señor!
—Me aburro. ¿Qué te hace creer que este triste ejemplar vale algo? ¿Es quizá tu hijo? El subastador sonrió forzadamente:
—Me sentiría orgulloso si lo fuese. Me gustaría que se me permitiese hablaros de la ascendencia del muchacho.
—Lo cual quiere decir que la ignoras.
—Si bien mis labios deben permanecer sellados, puedo hacer resaltar la forma de su cráneo, la curva perfecta de El chico se volvió rápidamente y le mordió la mano. El público se rió.
El hombre apartó con viveza la mano:
—Un muchacho de genio. No es nada que no se pueda curar con un poco de correa. Buena raza, fijaros en sus orejas típicamente syndonianas, largas, peludas y puntiagudas. Se inclinó hacia adelante, y las orejas se
movieron:


—¿Quién es tu noble protector?


miró en derredor, presintiendo jaleo, pero sin comprender el porqué. El subastador se quedó pálido, nadie se reía de los syndonianos en su cara... no más de una vez:

—Señor —dijo con voz ahogada—, no me ha entendido usted bien.
—Repite ese chiste sobre las «orejas» y «la mejor raza».


Había policía a la vista, pero no muy cerca. El subastador se humedeció los labios.


—Sé generoso, noble señor. Mis hijos se morirían de hambre. Cité un dicho corriente, no mi propia opinión. El silencio fue roto por una voz de mujer que dijo:
—¡Oh!, déjale, Dwarol. El no tiene la culpa de la forma de las orejas del esclavo; tiene que venderlo. El syndoniano respiró pesadamente:

—¡Pues entonces véndelo!


El subastador lanzó un suspiro:


—Sí, mi señor. —Se compuso, y prosiguió— Ruego me perdonéis, señores y señoras, por haceros perder el Esperó, y dijo, nervioso:
lote al almacén y consultar a mi patrón antes de proseguir. No hay oferta... a las dos. Hay muchos lotes
hermosos para subastar, y sería una lástima no enseñarlos. No hay oferta... a las tres...
—Ahí tienes tu oferta —dijo el syndoniano.
—¿Cómo? —El viejo mendigo levantaba dos dedos. El subastador se quedó mirándole ¿Haces una oferta?
—Sí —dijo el mendigo con voz cascada—, si los señores y las damas lo permiten. El subastador miró al círculo de los sentados. Alguien de entre la masa gritó:
—¿Por qué no? Dinero es dinero.


El syndoniano asintió con la cabeza; el subastador dijo con rapidez:


—¿Ofreces dos estelares por este muchacho?
—¡No, no, no, no! —chilló Baslim—. ¡Dos mínimas!


El subastador le dio una patada, y el mendigo apartó bruscamente la cabeza. El subastador gritó:


—¡Apártate! ¡Ya te enseñaré a burlarte de tus superiores!
—¡Subastador!
—¿Señor? Sí, mi señor. El syndoniano dijo:
—Tus palabras fueron «cualquier puesta». Véndele al chico.
—Pero...
—Ya me has oído.
menos que el subastador haya fijado un mínimo. Si no hay mínimo, no se permite vender con menos de tres puestas. Noble señor, la ley se hizo para proteger al propietario, no mi desgraciada persona.

Alguien gritó:


—¡Es la ley!


El syndoniano frunció el ceño:


—Entonces, declara la puesta.
—Lo que gusten mis señoras, señores. —Se enfrentó con el público—. Lote noventa y siete: tengo una oferta de
—Cuatro —dijo el syndoniano.
—¡Cinco! —dijo una voz.

arrastrando al mismo tiempo el muñón de la otra pierna, dificultado por su cuenco para las limosnas. El subastador comenzó seguidamente a canturrear:

—Cinco mínimas, a la una... cinco mínimas a las dos...
—¡Seis! —exclamó el syndoniano, quien miró el cuenco del mendigo, alcanzó su propia bolsa y le arrojó un
—He oído decir, seis. ¿Alguien dice siete?
—¡Siete! —dijo Baslim con voz cascada.
—Me ofrecen siete. Usted allá abajo, el del pulgar levantado, ¿ofrece ocho?
—¡Nueve! —dijo el mendigo.


broma demasiado pesada para la mayoría de los presentes. Los señores y las damas ni querían al esclavo ni deseaban entorpecer la broma del syndoniano.

El subastador canturreó:


—Lo doy por nueve... lo doy por nueve a las dos..., a las tres ¡vendido por nueve mínimas! —Y empujó al
—Despacio —le advirtió el syndoniano—. La factura.


noventa y siete. Baslim pagó nueve mínimas, luego tuvo que ser nuevamente subvencionado por el syndoniano, pues el sello del impuesto era más que el precio de venta. El muchacho permaneció de pie y tranquilo. Sabía que había sido vuelto a vender, y se le estaba metiendo en la cabeza que aquel viejo era su nuevo amo; no era que le

irguió, puso uno de sus brazos sobre el hombro del muchacho, y lo utilizó como muleta. El chico sintió que una mano huesuda le agarraba por el codo y se resignó a lo inevitable; otra vez sería; si uno esperaba lo bastante,

Así sostenido, el mendigo se inclinó con gran dignidad:


—Señor —dijo con voz ronca—. Yo y mi sirviente os damos las gracias.
—De nada, de nada. —El syndoniano les despidió con un movimiento de su pañuelo.
Desde la Plaza de la Libertad al agujero donde Baslim vivía, fueron caminando lentamente, mientras el mendigo sargonés, media docena de dialectos, la lengua de los esclavos, habla comercial, y hasta inglés sistemático, si
bien sospechó que el muchacho le había entendido más de una vez. Abandonó la intentona e indicó sus deseos


construcción de un circo mayor, solamente se derribó parte del viejo; el trabajo fue interrumpido por la Segunda Guerra Cetense y no se volvió nunca a reemprender. Baslim condujo al muchacho al interior de aquellas ruinas.

Bajaron por un orificio al extremo de un pasillo en ruinas, y se arrastraron, bajando hasta encontrar se debajo Llegaron ante una puerta de madera bien construida; Baslim hizo pasar al muchacho, le siguió y la cerró,
—Bueno, muchacho, va estamos en casa.


El chico miró sorprendido en derredor. Estaba en una pequeña salita decente, arreglada y limpia. Unos plafones

El mendigo soltó el hombro del chico y se puso una pierna artificial, tan bien articulada que rivalizaba en eficiencia con la de carne y hueso. Luego se levantó, se puso unos pantalones, y apenas si parecía un inválido.

Luego cogió del brazo al muchacho y lo condujo a un cuarto del fondo, que era a la vez cocina y cuarto de lavar;


—Toma un baño. —Y se lo indicó por gestos.


El muchacho vaciló, pero se quitó sus ropas y comenzó lentamente a enjabonarse.


hornillo y abrió un armario, del cual sacó una botella y algodón vegetal. Una vez limpio, el muchacho era una maraña de cicatrices y moraduras, de llagas sin curar, cortes y rozaduras, antiguas y nuevas.

—Estáte quieto.


Aquello dolía, y el chico empezó a moverse.


—¡Quieto! —repitió Baslim, mientras le daba una palmada, en tono firme pero de buen talante.


Cuando hubo terminado, buscó un viejo trozo de tela, le indicó al muchacho que se envolviese en ella, y se Pronto puso dos cuencos llenos de guiso sobre la mesa, y añadió un puñado de lentejas verdes y un par de
—La sopa está servida, muchacho. Ven a buscarla.


El chico se sentó al borde de un arca, pero se quedó como a punto de huir, y no comió. Baslim dejó de comer.
de eso... —Se levantó y abrió la puerta, y luego, enfrentándose con el muchacho, le dijo—: O bien comes, o te
vas.


De repente el muchacho se levantó y salió. Baslim siguió comiendo. La puerta quedó abierta, y la luz se Cuando Baslim hubo terminado su comida, se dio cuenta de que el muchacho le observaba desde la sombra.
—¿Vienes a comer? ¿O tiro tu comida? El muchacho no respondió.
encendida. —Se levantó, fue hacia la puerta, y comenzó a cerrarla—: Ultima llamada —anunció— Cerramos para
la noche.


Cuando la puerta estaba ya casi cerrada, el chico gritó:


—¡Espera! —en la lengua que Baslim había esperado, y se metió dentro.
—Bienvenido —dijo lentamente Baslim.

El muchacho se sentó y comenzó a devorar la comida como si temiese que se la fuesen a arrancar de las manos.


guiso hubo sido empujada hacia adentro con el último trozo de pan, y la última lenteja hubo sido devorada. Los últimos bocados parecieron desaparecer solamente a fuerza de férrea voluntad, pero acabó por tragarlos, se sentó, miró a Baslim en los ojos y se sonrió con timidez. Baslim le devolvió la sonrisa:

—Bueno —dijo finalmente Baslim—. Me voy a la cama, muchacho. Y de paso ¿cómo te llamas? El muchacho vaciló:
—Thorby.
que era una cama de campesino, un colchón duro en un rincón. Se arrinconó junto a la pared para dejar sitio al muchacho, y dijo:
—Apaga la luz antes de meterte en la cama.


Hubo un largo silencio, y finalmente sintió cómo cedía el colchón al subir el chico.


—Buenas noches —repitió.
—Buenas noches.


De pronto sintió cómo el muchacho sollozaba violentamente. Baslim palpó tras él, notó unas costillas delgadas,


—Está bien, Thorby —dijo suavemente—. Está bien. Todo ha pasado y no volverá a suceder nunca más.


El muchacho siguió llorando y se le agarró. Baslim le sostuvo, hablándole en voz baja hasta que los espasmos cesaron. Luego se quedó callado hasta que estuvo seguro de que Thorby se había dormido.



Capítulo II


mendigo compró otro colchón y lo metió en la esquina opuesta. Pero a veces Baslim se despertaba al encontrarse con un pequeño bulto caliente acurrucado junto a su espalda, y sabía entonces que el muchacho

A veces el chico lloraba desconsoladamente sin despertarse, y entonces Baslim, sin encender la luz se arrastraba


—Vamos, vamos, hijo, no pasa nada.
—¿Papi?
—Duérmete, hijo. Despertarás a mamá. —Y añadía—: Me quedaré contigo, estás seguro. Estáte quieto. No
—Está bien, papá.
Aquellos incidentes hicieron que el viejo probase hipnosis, arte que había aprendido hacía mucho tiempo. consciente. Thorby tenía recuerdos explícitos de algunos de sus amos, y los describía en un lenguaje de arroyo,
vívido y violento. Pero nunca estaba seguro del tiempo ni del lugar «lugar» era alguna finca, o familia, nunca un planeta o sol determinado, y «tiempo» era sencillamente «antes» o «después». Si bien cada planeta tenía su día, su año, su propio sistema de fechar, si bien para fines científicos se reconcilian en términos del segundo patrón, según queda definido por la desintegración radiactiva, del año patrón de la cuna de la humanidad, y una fecha

nada más podía conjeturar con fundamento. Los vandorianos y los italo-glifos tienen el mismo aspecto que la raza original, pero los vandorianos tardan tres veces más en madurar. Las variaciones no son necesariamente

Thorby no tenía miedo de probar la hipnosis; la palabra no tenía significado para él, ni Baslim se la explicó. Una


—Échate en tu cama. Te voy a hacer que tengas sueño, y luego hablaremos.


El viejo encendió una vela y apagó las placas luminosas. Utilizando la llama para concentrar la atención comenzó


—Thorby, duermes pero oyes. Puedes contestar.
—Sí, Papi.
—Te quedarás dormido hasta que te diga que te despiertes. Pero podrás contestarme cualquier pregunta que te
—Sí, Papi.
—¿Te acuerdas de la nave que te trajo aquí? ¿Como se llamaba?
—La Viuda Alegre. Pero nosotros no la llamábamos así.
—Te acuerdas de haber entrado en aquella nave. Ahora estás en ella, puedes verla. Te acuerdas de todo lo que a El chico se sobresaltó sin despertarse.
—¡No quiero!
—Estaré contigo. No correrás peligro. ¿Cómo se llamaba aquel lugar? Vuelve a él. Míralo.


hasta más allá de lo que la memoria en vigilia del muchacho alcanzaba, retroceder hasta su primera infancia y hasta el momento traumático en que había sido arrancado de sus padres.

Finalmente ¿qué había averiguado?


El muchacho había nacido libre; de esto siempre había estado seguro.


quedado obliterado por el habla infantil. Aquello le situaba dentro de la Hegemonía Terrestre; era incluso posible (aunque no probable) que el muchacho hubiese nacido en la Tierra, lo cual era una sorpresa, pues se había figurado que la lengua nativa del muchacho era interlingua, puesto que la hablaba mejor que las otras tres

¿Y qué más? Sin duda los padres del chico habían muerto, si es que cabía fiarse de la confusa y aterrada


—Thorby...
—Sí, papi...
—Cuando te lo diga, te despertarás en seguida. Te sentirás perfectamente y no te acordarás de nada de lo que
—Sí, papi.
—Dormirás luego toda la noche, un buen sueño, con sueños agradables. Ya nunca más tendrás pesadillas; dilo.
—Nunca más tendré pesadillas.
—Papá y mamá no quieren que tengas pesadillas. Son felices y quieren que tú lo seas. Siempre que sueñes con
—Sueños felices.
—Ahora todo está bien, Thorby. Empiezas a despertarte. Te estás despertando y no puedes recordar de qué El chico se sentó, se frotó los ojos, bostezó y se sonrió:

—Me parece que me dormí. Te he hecho perder el tiempo. ¿No ha salido bien, verdad?
—Todo ha ido perfectamente, Thorby.


suficientemente hábil, no hubiese obliterado los recuerdos, pues era de los que creían que la experiencia de un hombre le pertenece, y que no se le debe desposeer ni siquiera de lo peor, sin su consentimiento.

renqueando a la Plaza de la Libertad, Baslim se echaba sobre. la acera y Thorby se ponía a su lado, con cara de hambre, y aguantando el cuenco.

pero que la petición tenía que ser dirigida a la mujer; que generalmente era una pérdida de tiempo pedir limosna a mujeres que no iban acompañadas (a menos que no fuesen cubiertas de velo); que al pedir a un hombre no se sabía si se iba a conseguir una dádiva o una patada, y que los hombres del espacio que acababan
Al principio, Thorby tenía el aspecto adecuado para aquel trabajo; pequeño, medio muerto de hambre, cubierto Pero pronto empezó a tener mejor apariencia. Baslim remedió eso con maquillaje, poniendo sombras bajo sus Su mejor estado de nutrición no era tan fácil de disimular, pero continuó creciendo rápidamente durante un año
o dos, y siguió flaco, a pesar de dos buenas comidas al día y de una cama en que descansar.


residencia principal del Gran Sargon, se precia de tener más de tres mil mendigos con licencia, el doble de este número de vendedores ambulantes, más tabernas que templos y más templos que ninguna otra ciudad de los Nueve Mundos, además de un número incalculable de ladrones, artistas del tatuaje, vendedores de drogas,

(esclavo) y una profesión con licencia (mendigo). No obstante, se encontraba en medio de ellos, sin otros escalones por debajo de él en la escala social.

Un día volvió sin nada en su cuenco. Baslim no hizo comentario ninguno, pero el muchacho se explicó:


—Mira, papi... ¡me ha ido muy bien! —Y de entre sus ropas sacó un pañuelo de fantasía y lo exhibió con orgullo. Baslim ni se sonrió ni lo tocó:
—¿De dónde lo has sacado?
—¡Lo he heredado!
—Evidentemente. Pero, ¿de quién?
—De una señora. De una hermosa señora.
—¿Y cómo es que no estás en la cárcel?
—Ziggie me ha estado enseñando. Sabe todos los trucos... tendrías que ver cómo trabaja.


Baslim se preguntó cómo sería posible enseñar ética a un gato descarriado. Desde luego no podría hacerlo


—Ya he visto cómo trabaja Ziggie. Es muy hábil.
—¡Es el mejor!
—De todos modos, supongo que lo haría aún mejor con las dos manos.
—Pues sí; probablemente, aunque solamente se utiliza una mano. Pero me está enseñando a usar las dos.

—Eso está bien. Quizá necesites saberlo algún día, cuando te falte una, como a Ziggie. ¿Sabes cómo perdió la
—¿Eh?
—¿Sabes cuál es el castigo, si te cogen? Thorby no respondió, y Baslim prosiguió:
bien, ya que todavía anda por ahí trabajando. ¿Y sabes lo que lleva consigo la segunda falta? No se trata
sencillamente de la otra mano, ¿sabes? Thorby tragó saliva:
—No estoy seguro.
—Me parece que lo debes de haber oído decir, pero no te quieres acordar. —Baslim hizo con el pulgar un gesto
—Pero papi, ¡no me cogerán! Tendré muchísimo cuidado... ¡Te lo prometo! Baslim suspiró. El muchacho seguía creyendo que no le podía suceder a él:
—Thorby, tráeme tu factura.
—¿Para qué, papi?
—Tráela.


El chico la llevó, y Baslim la examinó: «Un muchacho, número de registro (muslo izquierdo) SXK 40367» Miró a Thorby y vio con sorpresa que había crecido una cabeza desde aquel día de la compra:

—Dame mi punzón. Voy a libertarte. Siempre he tenido intención de hacerlo, pero parecía que no corría prisa.
—¿Y para qué, papi?
—¿No quieres ser libre?
—Pues... bien... papi, me gusta pertenecerle...
—Gracias, chico, pero tengo que hacerlo.
—¿Quieres decir que me echas?
me faltase una mano, además de un ojo y una pierna, no sé cómo me las arreglaría. De modo que si vas a aprender el oficio de Ziggie, más vale que te liberte. Tendrás que arreglártelas por ti mismo.

Thorby comenzó a sollozar, por vez primera desde el principio de sus relaciones:


—¡No me eches, papi... por favor! ¡Tengo que pertenecerle!
—Lo siento. hijo. Ya te he dicho que no tienes que marcharte.
—Por favor, papi. ¡nunca más volveré a robar! Baslim le agarró por un hombro:
—Mírame, Thorby; te voy a proponer una cosa.
—¿Cómo? Lo que quieras, papi, con tal de que...
—Espera. No firmaré ahora tus papeles, pero quiero que me prometas dos cosas.
—Sí, claro. ¿Qué?
—No te precipites. Lo primero es que me prometas no volver nunca más a robar nada; lo segundo es prometer

Thorby dijo lentamente:


—Lo prometo.
absolutamente. Y dicho de paso, un colchón no es sitio adecuado para esconder dinero. Mírame, Thorby. Ya sabes que tengo relaciones por la ciudad.

Thorby asintió con la cabeza, y Baslim prosiguió:


—Si robas, me enteraré... si me mientes, lo averiguaré. Y el día en que me entere de que has robado algo, o que
—Sí, papi.
—Y eso no es todo. Te echaré a patadas con lo que llevas puesto cuando te compré, unos calzones y una serie de cicatrices. Tú y yo habremos terminado, y si te vuelvo a encontrar escupiré en tu sombra.
—Sí, papi... ¡Nunca más lo haré, papi!
—Así lo espero. Vete a la cama.
Baslim se quedó despierto, preguntándose si no habría sido demasiado duro. Pero el mundo era un mundo levantaba y se dirigía a la mesa; después percibió un ruido ahogado de monedas que caían sobre madera, y oyó
cómo el muchacho volvía a su camastro.



Capítulo III


sobre Ziggie, y el darse cuenta de cómo Thorby iba creciendo, recordaron a Baslim que cuando se trata de chicos, el tiempo no se detiene.

solamente) un mendigo. La instrucción extremadamente rigurosa que estaba entonces recibiendo, con la ayuda de auxiliares tales como un grabador, un proyector y un instructor para el sueño, se lo hubiesen indicado, pero para entonces, nada de lo que papi pudiese decir o hacer le sorprendía ya. Papi podía hacerlo todo, y lo sabía todo. Thorby se daba cuenta de que Baslim tenía actividades que no estaban relacionadas con la mendicidad.

—¿Papi? —preguntó.
—Sí. Vuélvete a dormir.
Pero el muchacho se levantó y encendió las placas luminosas. Se quedó boquiabierto. ¡Aquella persona era un debía haberme cambiado antes de volver, pero los acontecimientos me forzaron. Bueno; mientras estés
despierto me puedes ayudar.


sacó unos tanques y bandejas de un armario que al parecer tenía una puerta falsa al fondo. Luego se sacó su ojo postizo, lo destornilló en dos partes y con unas pinzas extrajo de él un pequeño cilindro.

Thorby observó el proceso que siguió, sin comprenderlo. Finalmente, Baslim dijo:


—Está bien. Veamos si he conseguido alguna foto. —Insertó la película en un microvisor, la observó y dijo—: Thorby se puso su maquillaje y se ensució la cara. Baslim lo esperaba con una fotografía y un pequeño cilindro
—Mírala; recuérdala bien.
—¿Para qué?
—¿Reconocerías a ese hombre? Thorby la volvió a mirar:
—Está bien, le reconoceré.
—Estará en una de las tabernas del puerto. Tienes que encontrarle antes de la tercer hora.
—Le encontraré, papi.
—Cuando le encuentres, pon esto en tu cuenco junto con unas cuantas monedas. Luego cuéntale la historia de


encontrarse con la patrulla nocturna. Después de buscar por todas las tabernas, finalmente encontró al hombre que buscaba cuando salía de una en la que ya había entrado. Iba en compañía de otro hombre, pero Thorby se

—¡Una limosna, amables señores! ¡Una limosna por el bien de vuestra alma!


El hombre que no era el que Thorby buscaba le tiró una moneda que Thorby cogió hábilmente con los dientes.


—¡Bendito sea, señor! —Y se volvió al otro.
—Una limosna, amable señor. Una pequeña limosna para un desgraciado. Soy el hijo de Baslim el Tullido y... El primero de los hombres intentó darle una patada:
—¡Márchate! Thorby le evadió:
—...hijo de Baslim el Tullido. El pobre Baslim necesita alimentos y medicinas, y yo estoy completamente solo...


El hombre de la fotografía sacó su monedero.


—No lo hagas —le aconsejó su compañero—. Son todos unos embusteros y ya le he pagado para que nos deje
—Suerte para el salto —respondió el otro— Veamos... —Metió la mano en su monedero, lanzó una ojeada al
—Gracias, amables señores. Que vuestra descendencia sea masculina. —Thorby se apartó antes de mirar. El Se dirigió de vuelta a su casa, pidiendo limosna. Se encontró con papi en su puesto favorito, junto al del
—Hecho.


El viejo contestó con un gruñido.


—¿Por qué no te vuelves a casa, papi? Debes estar cansado. Yo ya he ganado algo esta mañana.
—Cállate. ¡Una limosna, señora! Una limosna para un pobre tullido.


A la hora tercera una nave partió con un ¡huussch! que se dopplerizó perdiéndose en subsónicos; el viejo
—¿Qué nave era aquélla? —preguntó Thorby.
—El librecambista Rotriany Lass, con destino al Borde, y en ella iba nuestro amigo.


dos se dedicaba a mendigar, en cuyo caso el lugar era siempre la Plaza de la Libertad, pues al parecer Baslim estaba especialmente interesado en la llegada y salida de las naves, y especialmente en los movimientos de las naves de esclavos y en las subastas que siempre seguían a la llegada de una de ellas.

Thorby le fue más útil cuando su educación hubo progresado. El viejo parecía creer que todo el mundo tenía


—Pero, papi, ¿cómo quieres que lo recuerde? ¡Si ni siquiera me has dejado que lo mirase!
—Proyecté la página durante tres segundos por lo menos. ¿Por qué no la leíste?
—No tuve tiempo.
—Yo la leí, y tú también puedes hacerlo. Tienes que aprender a hacer juegos malabares con la mente. Hace
que hay caníbales de tres metros de alto, y torres más altas que el Presidium, y unos hombrecillos del tamaño de muñecas que viven en los árboles... bueno, papi, no soy tan tonto como todo eso.

Baslim suspiró:


—A veces las historias se confunden. Algún día, cuando hayas aprendido a leer, te dejaré ver libros de los que
—Pero si ya sé leer.
maravilloso. Allá han vivido miles de sabios, y uno de ellos fue Samuel Renshaw; él demostró que la mayor parte de las gentes pasan toda su vida solamente medio despiertos; y además probó que es posible despertarse y vivir, ver con los ojos, oír con los oídos, gustar con la lengua, pensar con la mente, y recordar exactamente lo que se

insaciable por la letra impresa, hasta que noche tras noche, Baslim tenía que ordenarle que apagase el visor y se fuese a dormir. Thorby aprendió lenguas; la historia y la galactografía le entusiasmaban. Los amplios horizontes del conocimiento le deleitaban, tanto como a un bebé el descubrimiento de su puño.

Las matemáticas al principio no le interesaban, no comprendía para qué servían. Hasta que se dio cuenta de que no era necesario que sirviesen de nada, sino que eran un juego, como el ajedrez, pero más divertido.

inteligente de lo que se había figurado. ¿Pero era justo para el chico? ¿Estaba sencillamente enseñándole a estar descontento de su suerte? ¿Qué posibilidades tenía en Jubbul el esclavo de un mendigo? Ninguna.

—Thorby; quiero hablar contigo.
—Sí, mi señor. Sí, amo. En seguida, jefe.
—No seas desvergonzado.
—Perdona, papi. ¿Qué ocurre?
—Hijo, ¿qué vas a hacer cuando yo me muera? Thorby se quedó paralizado:
—¿Te encuentras mal, papi?
—No; por lo que a mí se refiere, puedo durar años. Pero a lo mejor no me despierto mañana. A mí edad no se Thorby no respondió, Baslim prosiguió:
—No puedes hacerlo, y los dos lo sabemos. Eres ya tan grande que no puedes contar el cuento de manera tan Thorby dijo lentamente:
—No tenía intención de ser una carga.
—¿Es que me he quejado?
—No. —Thorby vaciló—. Lo he estado pensando Papi, me puedes alquilar a alguna compañía de trabajo. El viejo hizo un gesto de enojo:
—Eso no es una respuesta. ¡No, hijo! Te voy a separar de mí.
—¡Papi! Me prometiste que no lo harías.
—No prometí nada.
—Pero no quiero ser libertado, papi. Si me liberas, bueno, pues no me iré.
—No quise decir precisamente eso.


Thorby permaneció silencioso un momento:


—¿Es que vas a venderme, papi?
—No exactamente. Bueno... sí y no. Deja que te explique. Aquí no hay porvenir para ti, y los dos lo sabemos. Si
—¡Tendrían que atraparme...!
pero una vez eres mayor, para que te vaya bien tienes que sacarte los ojos. La mayor parte de los libertos trabajan para sus antiguos amos, eso ya sabes. Los hombres del pueblo libre no quieren trabajar con esclavos.
—No te preocupes, papi. Ya me las arreglaré.
No en una nave de esclavos, sino sencillamente en una nave. Pero en vez de enviarte donde dice el conocimiento de embarque...
—¡No!
seguro de la ruta de la nave, ni siquiera de qué nave será; hay que disponer los detalles. Pero en cualquier sociedad libre, tengo confianza en que te podrás abrir camino.

propio planeta natal? No, no solamente sería dificilísimo de conseguir, sino que no era el lugar más adecuado para un emigrante inexperto... valdría más enviarle a cualquier mundo de la frontera, donde un cerebro más despierto y ganas de trabajar era todo lo que se necesitaba; había varios de esos mundos a distancia comercial de los Nueve Mundos. Le hubiese gustado saber cuál era el mundo natal del muchacho. Quizá tuviese allí

Al cabo de unos días, una mañana, Baslim le dijo:


—Empieza a preparar el desayuno; tengo trabajo.


Se sentaron frente a sus cuencos de papilla caliente. Baslim se comió la suya con su desinterés de costumbre;


—Papi, ¿cuándo me vas a vender?
—No te voy a vender.
—¿Cómo?
—Inscribí tu manumisión en los Archivos hace unos días. Eres un hombre libre, Thorby. Thorby se sobresaltó, luego bajó los ojos, y por fin dijo:
—Hubiese preferido que no lo hubieses hecho.
—Si te atrapasen, no quisiera que pudiesen tildarte de «esclavo huido».
—¡Oh! —Thorby se quedó pensativo— El castigo es azotes y marca al hierro, ¿verdad? Gracias.
pensando en la posibilidad de una segunda falta. Vale más que a uno le acorten, que no ser atrapado después de haber sido marcado —y abandonó rápidamente su papilla.
—Papi, ¿exactamente, qué es lo que hace a uno la Iobosectomía?
—Pues... podría decirse que hace que las minas de torio sean soportables. Pero no hablemos de ello, por lo menos, no a la hora de comer. Y ya que digo acábate tu comida, y vámonos. Esta mañana hay subasta.
—¿Quieres decir que puedo quedarme?
—Este es tu hogar.


rutina ni a sus relaciones. Thorby fue a los Archivos Reales, pagó la cantidad prescrita y entregó la ofrenda de costumbre, y le tatuaron una línea a través de su número de serie, con el sello del Sargon también tatuado a su lado, y el número de la hoja del libro del archivo en el que se le declaraba un sujeto libre del Sargon, susceptible de impuestos, servicio militar y con derecho a morirse de hambre sin obstáculo ninguno. El empleado que

—No parece que sea de nacimiento, muchacho. Que tu padre se declaró en quiebra? O es que los tuyos te
—No es cosa que a usted le importe.
Contéstame como es debido; veo que tienes una marca de factor. Y no de un propietario particular y por la forma en que se ha extendido y se ha desvanecido debías tener cinco o seis años. ¿Dónde y cuándo fue?
—No lo sé. De veras que no lo sé.
terminado. Ya está... te felicito y doy la bienvenida a las filas de los hombres libres. Yo hace ya muchos años que soy libre, y te predigo que te encontrarás más suelto, pero no siempre más cómodo.



Capítulo IV


sitio en la Plaza. A veces Baslim desaparecía, y cuando eso ocurría era el deber de Thorby quedarse allí las horas de luz, anotando las llegadas y las salidas, tomando mentalmente notas de las subastas de esclavos, y recogiendo información sobre los movimientos por medio de contactos en las proximidades del puerto, en las

En una ocasión Baslim estuvo ausente durante dos novenas. Thorby continuó anotando lo que ocurría por la Luego Baslim regresó, y su único comentario fue:
—¿Por qué no lo has retenido en la memoria en vez de escribirlo?
—La verdad es que lo he recordado, pero había tanto que temí olvidarme de algo.


Después de aquello Baslim pareció aún más reservado de lo que hasta entonces había sido. Hasta que


—Hijo, nunca acabamos de decidir lo que harás cuando yo ya no esté aquí.
—¿Cómo? Pero me parece que sí que lo decidimos, Papi; es cuestión mía.
—No; no hicimos sino aplazarlo... por tu testarudez. Tengo órdenes para ti, y las vas a cumplir.
—¡Espera un momento, papi. Si crees que me vas a obligar a que te deje...
pequeños viajes de negocios... entonces tienes que ir en busca de un hombre y darle un mensaje. ¿Puedo fiarme de ti? ¿No lo olvidarás?
—Claro que no, papi, pero no me gusta oírte hablar así. Vas a vivir mucho tiempo... quizá vivas más que yo.
—Es posible. Pero, ¿quieres callarte y escuchar, y luego hacer lo que te diga?
—Sí, señor.
algo que tú deberás hacer... me figuro; si es así, quiero que hagas exactamente lo que te diga. ¿Harás eso también?
—Claro que sí, papi, si eso es lo que tú quieres que haga.
—Considéralo como el último favor a un viejo que trata de hacer lo que pudo de ti, y que hubiese hecho más si hubiese podido. Haz estas dos cosas; entrega un mensaje, y luego haz lo que el hombre te diga.
—Así lo haré, papi —respondió solemnemente Thorby.


nave de comercio de cabotaje, no de los Nueve Mundos, pero que a veces recogía mercancías de los puertos de los Nueve Mundos. Thorby meditó sobre la lista:

—Papi, de estas naves solamente recuerdo que una de ellas haya nunca recalado aquí.
—Todas ellas lo han hecho antes en una ocasión u otra.
—Puede pasar mucho tiempo antes de que se presente una de ellas.
—Pueden pasar años. Pero cuando ocurra, quiero que entregues el mensaje con exactitud.
—¿A uno de ellos, o a todos ellos?
—Al primero que se presente.


recibirlo, y ninguno de los tres idiomas se encontraba entre los que Thorby, conocía... Y Baslim tampoco le explicó las palabras; quería que Thorby lo aprendiese de memoria.

dejó que Thorby escuchase, bajo la sugestión posthipnótica de que podría pronunciarlo perfectamente cuando se despertase.

repetidas veces, utilizando el nombre de un capitán y de una nave para conseguir que pronunciase cada una de las tres versiones.

Tres novenas después de que Thorby hubo aprendido los mensajes, Baslim le dio una nota para entregar en el área de los astilleros, lo cual era más bien una reserva del Sargon que una parte de la ciudad.

—Lleva contigo tu etiqueta de liberto, y deja tu cuenco. Si algún policía te detiene, dile que estás buscando
—Se figurará que estoy loco.
—Pero te dejará pasar. Utilizan a libertos como barrenderos y para menesteres semejantes. Lleva el mensaje en un puesto de comidas junto a la puerta principal. No lleva barba. Tengo que comprar un pastel de carne y darle el mensaje con el dinero.
—Exacto.


conductores de camiones le insultaron, y Thorby les respondió con creces, miró en cada una de las puertas, preguntándose para qué servirían todas aquellas máquinas, y por qué la gente del pueblo se quedaba todo el día en el mismo lugar, haciendo siempre lo mismo, ¿es que eran esclavos? No; no podían serlo, pues a los esclavos

que eso eran tonterías, y que el Sargon era un hombre como todos los demás. Pero, en tal caso, ¿cómo consiguió ser Sargon?

Llegó por fin al puesto de comidas, junto a la puerta principal. Esa puerta era doble de grande que las demás,
El hombre que estaba detrás del mostrador no era el que Thorby buscaba.


Thorby esperó media hora dando vueltas por allí. y volvió; su hombre seguía sin aparecer. El del mostrador se


—¿Tiene jugo de fruto solar? El hombre le miró de arriba abajo.
—¿El dinero?


Thorby sacó su moneda, el hombre se la embolsó y le abrió una botella:


—No bebas junto al mostrador; necesito los taburetes.


Thorby se quedó de pie, un poco apartado, pero no demasiado lejos para que no le acusasen de intentar Finalmente, el hombre del mostrador alzó la botella.
—¿Es que estás tratando de beberte la botella?
—Ahora termino, gracias. —Thorby puso la botella sobre el mostrador y dijo—: La última vez que estuve aquí
—¿Eres amigo del Yojo?
—No precisamente amigo. Le veía cuando pasaba por aquí y me detenía para beber...
—Veamos tu permiso.
—¿Cómo? Yo no necesito...


El hombre intentó agarrar la muñeca de Thorby, pero Thorby se escabulló.


Afortunadamente el tránsito era muy denso, pues la carretera era la que conducía a los diques. Escapó tres veces de ser atropellado, vio una calle lateral, pasó entre dos camiones, luego por la calle lateral corriendo todo lo que pudo, volvió a la primera avenida, se escondió detrás de un edificio exterior, y esperó.

hombre del mostrador volvería a estar en su puesto, y el guarda a la puerta de entrada; ninguno de los dos podía dejar de vigilar su puesto. Thorby podría entonces salir, e irse a casa.

Dos horas más tarde estaba de regreso en su vecindad. Se dejó caer junto a Baslim.


—Nada a hacer.
—¿Porqué no?
—Espías. A miles.
—¡Una limosna, amables señores! ¿Lo tragaste?
—Naturalmente.
—Toma el cuenco. —Baslim se levantó y comenzó a marcharse.
—¡Papi! ¿No quieres que te ayude?
—Tú quédate aquí.


Thorby se quedó, molesto porque papi no había esperado a oír un informe completo. Regresó a casa tan pronto como oscureció y encontró a Baslim en la cocina-lavadero, utilizando el registrador y el proyector de libros:

—Hola papi ¿Quieres comience a preparar la cena?
—No hay sitio... ni tiempo. Come algo de pan. ¿Qué ha sucedido hoy?


Thorby se lo explicó mientras masticaba el pan. Baslim se limitó a asentir con la cabeza:


—Échate. Tengo que volver a utilizar hipnosis contigo. Tenemos una noche muy larga por delante.


El material que Baslim quería que Thorby recordase consistía en números, fechas, y una cantidad interminable Durante una de las interrupciones del trance, cuando Baslim le hubo ordenado despertarse, Thorby dijo:
—Papi, ¿para quién es este mensaje?
—Si alguna vez se te presenta la oportunidad de comunicarlo, ya lo sabrás. Si tienes dificultades en recordarlo,
—¿De decírselo a quién?
—A él. No importa. Vas a dormir. —Baslim hizo chasquear los dedos.


los movimientos de Papi habían sido aún menos predecibles que de costumbre. Desayunó, cogió el cuenco y se fue a la Plaza. El negocio fue mal; papi tenía razón. Thorby ahora parecía ya demasiado sano y bien alimentado

investigaciones de costumbre y averiguó que era el librecambista Sisu, inscrito en el puerto de Nueva Finlandia, Shiva III.

Por regla general eso hubiese sido un dato sin mayor importancia, pero el capitán Krausa, del Sisu era una de las cinco personas a quienes Thorby debía algún día, en determinadas circunstancias, entregar un mensaje.

distante, pues papi estaba vivo y bien. Pero quizá papi quisiese saber que aquella nave había llegado. Aquellos cargueros iban y venían, y nunca nadie sabía cuándo, y a veces solamente estaban en puerto unas cuantas horas.
Thorby se dijo a sí mismo que podía ir a casa cinco minutos, y que quizá papi se lo agradeciese Thorby se fue de de agujeros conducen al laberinto que había servido para los antiguos cuarteles de esclavos, un número
ilimitado de rutas conducían bajo tierra desde esas entradas extraoficiales a la parte que Baslim ocupaba como


Thorby se dirigió a la entrada más cercana y pasó de largo; había un policía en ella. Continuó como si su destino hubiera sido un pequeño puesto de verduras en la calle que daba a las ruinas. Se detuvo y habló a la puestera:

—¿Qué tal, Inga? ¿Tienes algún melón grande que tengas que tirar?
—No hay melones. Enseñó su dinero:
—¿Y aquel grande de allá? A mitad de precio, y no me fijaré en la parte podrida. —Se acercó más—. ¿Qué pasa? Los ojos de la mujer se dirigieron hacia el policía de patrulla:
—Desaparece.
—¿Un raid?
—Desaparece, te digo.
Thorby depositó una moneda sobre el mostrador, cogió un fruto de campana, No se alejó tan prisa.


conocer. La observó durante algunos minutos, y luego se precipitó hacia ella. Una vez hubo entrado, se encontró en una oscuridad total, y comenzó a moverse con cautela, escuchando. Se decía que la policía tenía unas gafas que les permitían ver en la oscuridad. Thorby no estaba seguro de que fuese así, pero no quería arriesgarse.

si es que los espías podían ver en la oscuridad, desde luego aquellos dos no parecían disponer del equipo necesario. Era evidente que estaban haciendo un registro. Pero se encontraban en terreno extraño, mientras que para Thorby aquello era familiar; desde hacía años había encontrado su camino por aquellos pasillos dos veces al día en completa oscuridad. De momento le tenían acorralado; se mantuvo lo bastante por delante para

Los policías dieron la vuelta. Thorby esperó, salió y descendió por uno de los agujeros.


encontrar la cerradura. Ya en el momento de acercar la mano se dio cuenta de que había algo que no era lo que debía ser.

La puerta había desaparecido; solamente quedaba un orificio. Se quedó inmóvil, aguzando todos sus sentidos.
Había olor a extraños, pero no era fresco, y no se oía respirar a nadie. El único sonido era el de un goteo en la Thorby decidió que no tenía más remedio que ver lo que pasaba. Intentó encender la luz haciendo girar el
Baslim, pasó a la cocina y buscó las velas. No estaban donde acostumbraban, pero su mano dio con una por allí;
encontró la caja de las cerillas y encendió la vela.


¡Ruina y destrucción!


preocuparse de las consecuencias y se intenta solamente conseguir rapidez y perfección. Todos los armarios, todos los estantes, habían sido vaciados, y la comida tirada por el suelo. En el cuarto grande los colchones habían sido desgarrados, y se había desparramado su contenido. Pero otra parte de la destrucción parecía

encontró, cerca de la puerta, la pierna falsa de papi, que yacía muerta sobre el suelo con su mecánica perfección aplastada como si hubiese sido pisada por botas, se quebró en sollozos y tuvo que dejar la vela para evitar que se le cayese. Cogió la pierna rota y la sostuvo como si fuese una muñeca, se hundió en el suelo y la meció,



Capítulo V


bifurcación, donde podría oír a papi si regresaba, pero donde al mismo tiempo tendría la posibilidad de huir si se presentaba la policía.

Si Papi estaba libre, pensó Thorby, volvería. Pero la policía se había llevado a papi. ¿Se limitarían a interrogarle y
tiempo que sabía que papi no era sencillamente un viejo mendigo inofensivo. Thorby no sabía por qué papi había hecho todas aquellas cosas que no encajaban en la idea de un «viejo mendigo inofensivo», pero era

culpable, se la interrogaba por métodos cada vez más enérgicos, hasta que hablaba... métodos tan notorios que la persona arrestada estaba generalmente dispuesta a decirlo todo antes de que empezase el interrogatorio. Pero Thorby tenía la seguridad de que la policía no iba a sacar de papi nada mas que lo que quisiese decir.

Probablemente se estaban ocupando de papi en aquel mismo instante. La idea hizo que Thorby se sintiese Tenía que arrancarles a papi.
¿Cómo? ¿Cómo podía una polilla atacar el Presidium? Las probabilidades de éxito de Thorby no eran mucho


se presentaba como pariente del prisionero al que se estaba interrogando, se hubiese encontrado en otra habitación cerrada, siendo interrogado por los mismos métodos violentos, como comprobación de las respuestas (o de la carencia de ellas) que se estaban arrancando a Baslim.
Thorby llegó a la conclusión de que la única arma de que disponía para ayudar a Baslim era la astucia, y para ello ruinas desde hacía medio día, o un día y medio. Aquello le obligó a cambiar sus planes; había tenido la intención
de haber ido primeramente a Inga, la verdulera, y averiguar lo que ella sabía. Por lo menos en aquel momento
no había allí policía; podía moverse libremente mientras consiguiese evadir la patrulla nocturna. ¿Pero adónde


toque de queda; solamente los veía durante el día y en la mayor parte de los casos no sabía dónde dormían. Pero había un vecindario que no estaba sujeto al toque de queda; plazas adyacentes que no cerraban nunca. En nombre del comercio y para la acomodación de los astronautas que estaban de paso, las tabernas, las timbas y demás lugares de hospitalidad para los extraños en aquella vecindad cerca del puerto espacial, nunca cerraban

policía. Para el objeto de Thorby la virtud de aquel distrito era que los rumores llegaban allí horas antes de las noticias, y además cubrían asuntos que los servicios de noticias permitidos suprimían o dejaban de lado.

Alguien en la calle de la Alegría sabría lo que le había ocurrido a papi.


de sus establecimientos, por miedo de caer en los brazos de la policía. Quería ver a alguien en quien pudiese confiar.

No había policía, pero tampoco caras amigas. Un momento; allá estaba la tía Singham.


predecía nunca nada más que buena fortuna. Si tal cosa dejaba de ocurrir, ningún cliente se quejaba nunca; la voz cálida de la tía era convincente. Había quien decía que mejoraba su propia fortuna dando información a la policía, pero Thorby no lo creía porque papi tampoco lo creía. Era una fuente posible de información, y Thorby

extendiendo allí su alfombrilla en la acera, en espera de los clientes que saldrían al terminar la representación que estaba entonces celebrándose.

Thorby echó un vistazo a ambos lados y se deslizó rápidamente a lo largo de la pared hasta llegar al cabaret.
—¡Psst...! ¡Tía...!


La mujer miró en derredor, y su cara se desposeyó de toda expresión. Sin mover los labios dijo, lo bastante alto


—¡Escapa, hijo! ¡Escóndete! ¿Estás loco?
—Tía... ¿dónde le han metido?
—Métete en un agujero y ciérralo tras de ti. ¡Ofrecen una recompensa!
—¿Por mí? No digas tonterías, tía; nadie pagaría una recompensa por mí. Dime dónde le tienen. ¿Lo sabes?
—No lo tienen en ningún lado.
—¿Qué quieres decir?
—¿No lo sabes? ¡Pobre chico! Le han acortado.


estuviese ya muerto, Thorby no lo había nunca creído; no podía imaginarse que papi había muerto, había desaparecido.

—Espías. ¡Vete!


Pero se encontraba cogido entre la calle y la pared, sin otro sitio donde esconderse más que la entrada al cabaret..., pero si se metía allá dentro, vestido como estaba, y siendo quien era, los encargados, sin duda,

cabaret. No había nadie allí; la representación estaba en el último acto. Thorby vio una escalera de mano y una caja de letras transparentes de las que se utilizan para cambiar los letreros que anuncian a los artistas principales, y tuvo una idea que hubiese hecho que Baslim se sintiese orgulloso de su alumno. Cogió la escalera y

entrada, y se subió en ella dando la espalda a los policías. De aquella manera la mayor parte de su cuerpo quedaba a la luz, pero su cabeza y sus hombros penetraban en la oscuridad, por encima de la hilera de luces. Y comenzó a quitar sistemáticamente las letras que indicaban el nombre del principal artista.

público empezó a salir del cabaret, y la tía comenzó su canturreo, prometiendo fama, fortuna y una visión del futuro, todo ello por una sola moneda. Thorby estaba ya a punto de bajarse, volver a poner todos los trastos en su lugar, y escabullirse. cuando una mano le agarró por el tobillo.

—¿Qué estás haciendo?


Thorby se quedó helado, luego se dio cuenta de que no era sino el encargado del local, furioso al ver que le


—¿Qué pasa? Usted me pagó para que cambiase el letrero.
—¿Yo?
—Sin duda... —Thorby miró hacia abajo, pareció asombrado y balbució—: Usted no es quien me lo dijo.
—Sin duda que no. Bájate.
—No puedo; me tiene cogido por el tobillo.


El hombre le soltó y se echó hacia atrás mientras Thorby bajaba:


—No sé quien puede haber sido el idiota que te haya dicho... —Se interrumpió en cuanto la cara del muchacho
mientras el grito de «Policía, policía, patrulla», se alzaba tras él. Pronto estuvo de nuevo en la oscura plaza, cargado de adrenalina, y trepó por una tubería de desagüe como si hubiese sido terreno llano. No se detuvo

Papi había muerto. A aquellas horas la cabeza de papi debía estar en una pica, allá abajo, junto a la torre. Thorby Al cabo de un largo rato levantó la cabeza, se enjugó la cara con los nudillos, y se enderezó.
Papi había muerto; bien. Y ahora, ¿qué iba a hacer él?


confiado en que lucharía, en que no iba a quedarse sentado esperando a la policía, y ahora que papi había muerto no había otra cosa que pudiese hacer por papi, sino... ¡un momento!
«Cuando yo haya muerto tienes que buscar a un hombre y entregarle un mensaje. ¿Puedo fiarme de ti? ¿No te desde hacía un día la razón por la cual había regresado pronto a casa; la nave estelar Sisu estaba en puerto, y su
capitán estaba en la lista de papi. «El primero que se presente», eso es lo que papi había dicho. No me olvidé,
Papi; casi que sí, pero por fin lo recordé. Lo haré. ¡Lo haré! Thorby pensó con orgullo que aquel mensaje debía ser el mensaje final e importante que Papi tenía que enviar, puesto que al parecer era un espía. Pues bien, él

contra su voluntad, no sentía lealtad por el Sargon, y Baslim nunca había intentado infiltrársela. Su sentimiento más fuerte respecto al Sargon era de un temor supersticioso, e incluso ese sentimiento se desvaneció ante la violencia de su necesidad de venganza. No temía ni a la policía ni al mismo Sargon; solamente deseaba evadirlos por tiempo bastante para poder cumplir los deseos de Baslim. Después... bueno, si lo cogían, confiaba en haber

Si es que el Sisu estaba todavía en puerto...


que hacer era desaparecer antes del amanecer. Ahora que se le había metido en la cabeza que había algo que podía hacer por papi era muchísimo más importante que antes que la policía no le echase mano.
Desaparecer, averiguar si el Sisu estaba aún en puerto, hacer llegar un mensaje a su capitán... y hacerlo  camino en busca del Sisu. No, aquello hubiese sido una tontería; casi le habían ya cogido por allí por no conocer
bien los parajes. Aquí, por lo menos conocía todos los edificios y a casi todo el mundo.


fuese lo bastante amigo para ayudarle... a riesgo de tener dificultades con la policía? ¿Ziggie? No digas tonterías. Ziggie le entregarla para cobrar la recompensa; por dos mínimas, Ziggie hubiese vendido a su propia madre.

¿Quién más?


Tendría que ser alguno de los amigos de papi.


El único en quien pudo pensar, a quien pudiese quizá llegar y que le ayudase era la madre Shaum.


Les había recogido en una ocasión en que habían sido expulsados de su casa con gases deletéreos, y siempre Se puso en marcha; amanecía.
y cerca de la puerta de entrada de las tripulaciones al puerto espacial. Al cabo de media hora, después de haber cruzado muchos tejados, de haber bajado y subido varias veces a patios laterales, y de haber cruzado una vez la iluminada calle, Thorby se encontró en casa de la madre Shaum.

La mujer le miró fijamente:


—¡El chico de Baslim! —Meneó la cabeza—. Chico, estás en un buen lío... y eres más peligroso que un fuego bajo
—No sabía adónde más ir. La mujer frunció el ceño:
calle—: Espías por aquí, espías por allá, espías a cada esquina, registrando todos los establecimientos de la calle
tres veces en una noche, ahuyentando mis clientes... muchacho, has armado más jaleo de lo que había visto desde los motines de las fábricas. ¿Por qué no tuviste la consideración de caerte muerto?
—¿No quieres esconderme, madre?
quiere decir que me guste. —Le echó una penetrante mirada—. ¿Cuánto tiempo hace desde que comiste por última vez?
—Oh, no me acuerdo.
—Te buscaré algo. No me imagino que puedas pagarlo. —Le miró de arriba abajo.
—No tengo hambre. Madre Shaum, ¿está el Sisu todavía en el puerto?
—¿Cómo? No sé. Sí... lo sé. Sí que está. Dos de sus muchachos estuvieron aquí anoche. ¿Por qué?
—Tengo que hacer llegar un mensaje a su capitán. Tengo que verle forzosamente. La mujer soltó un gruñido de furia:
con riesgo de su salud, su vida y su licencia. Estás sucio, arañado y ensangrentado, y sin duda vas a empezar a
usar mis toallas limpias, con los precios de lavandería lo altos que están. No has comido, ni puedes pagar lo que
—No tengo hambre... y no importa si me lavo o no. Pero tengo que ver al capitán Krausa.
—No trates de darme órdenes. Tendrás que esperar a que venga uno de los muchachos del Sisu, de modo que Se volvió hacia la puerta.
—Hay agua en la jarra, y una toalla en el colgador. Procura lavarte bien. —Y se fue.


se espolvoreó sus arañazos. La mujer volvió y puso delante del chico un par de rebanadas de pan con un buen trozo de carne entre ellas, y un cuenco de leche, y se fue sin decir nada.

Al cabo de poco tiempo volvió:


—Acaba de comer y escóndete. Dicen que van a registrar todas las casas.
—¿Cómo? Entonces saldré e intentaré escapar corriendo.
—Cállate y haz lo que te digo. Métete.
—¿Dónde?
—Ahí —dijo, señalando con el dedo.
asiento de ventana. La dificultad estribaba en su tamaño, pues era del ancho de un hombre, pero de una longitud de menos de un tercio de lo normal—. Me parece que no me puedo doblar tanto.
—Eso es lo que pensarán los espías.
La mujer levantó la tapa, sacó algunas ropas, levantó verticalmente el extremo de la caja que estaba junto a la


—Pasa por ahí las piernas; y no te figures que eres el único que ha tenido necesidad de estarse quieto.


Thorby se metió en la caja, deslizó las piernas a través del agujero, y se echó hacia atrás; la tapa se cerró quedando a solamente algunos centímetros de su cara. La madre Shaum le echó encima unas ropas, tapándole:

—¿Estás bien?
—Sí, desde luego. ¿Madre Shaum? ¿Es que verdaderamente ha muerto? La voz de la mujer casi se hizo suave.
—Sí, muchacho. Y es una gran pena.
—¿Estás segura?
verlo. Y de veras está muerto. Pero te puedo decir esto, muchacho: tiene una sonrisa en su cara, como si hubiese sido demasiado listo para ellos... No les gusta que uno no espere a que le interroguen. —Suspiró de nuevo—. Llora ahora, si es que necesitas hacerlo, pero estate quieto. Si oyes a alguien ni siquiera respires.

Cerró la tapa. Thorby se preguntó si podría respirar, pero descubrió que debía haber agujeros de ventilación; aquello era soportable. Hizo girar su cabeza para sacar la nariz de la ropa que tenía encima.

Y entonces lloró, y luego se durmió.


Le despertaron voces y pasos, y recordó donde estaba justo a tiempo para evitar sentarse. La tapa que tenía encima de su cara se abrió, y luego se cerró de golpe, resonando en sus oídos; una voz de hombre dijo:

—¡Nada en este cuarto, sargento! Otra voz, dijo:
—Probablemente ha intentado quedarse en este distrito, pero le ha parecido demasiado peligroso, y se ha
—¿Crees que es prudente que me vuelva a la cama? —dijo la mujer.
—¿Y por qué tendría que molestar a una bolsa de grasa como tú?
—¡Qué cosa más desagradable de decir! Precisamente cuando estaba a punto de ofrecemos un trago.
—¿De veras? Entonces bajemos a la cocina, y lo discutiremos. Quizá me haya equivocado. —Thorby oyó cómo se Más tarde la mujer volvió, rezongando, y levantó la tapa.
—Puedes estirar las piernas. Pero estate preparado para volver a meterte ahí dentro. ¡Un par de litros de lo



Capítulo VI


decidida que denotaban a un hombre acostumbrado a la autoridad y la responsabilidad. Se sentía molesto consigo mismo por haber permitido que le apartasen de su rutina por una tontería. Su mirada escrutó a Thorby
—Madre Shaum, ¿es ésta la persona que insistió en que tenía un asunto urgente que tratar conmigo?


El capitán hablaba la lengua comercial de los Nueve Mundos, una forma degenerada de sargonés, sin flexiones y


—Si es usted el capitán Fjalar Krausa, sí que tengo un mensaje para vos, noble señor.
—No me llames «noble señor»; sí, soy el capitán Krausa.
—Sí... capitán.
—Si tienes un mensaje, dámelo.
finlandesa: «Al capitán Fjalar Krausa, al mando de la nave estelar Sisu, de parte de Baslim el Tullido. ¡Saludos, viejo amigo! Saludos a tu familia, clan y sib, y mis humildes respetos a tu reverenciada madre. Te hablo por boca de mi hijo adoptivo. No entiende el finlandés; me dirijo a ti con carácter privado. Cuando recibas este mensaje

Krausa había comenzado a sonreír, pero entonces dejó escapar una exclamación. Thorby se detuvo. La madre


—¿Qué dice? ¿Qué lenguaje es ése? Krausa contestó rápidamente:
—Es mi lenguaje. ¿Es verdad lo que dice?
—Que es cierto, ¿qué? ¿Cómo voy a saberlo? No entiendo esa jerga...
—¡Ah!, lo siento. Me dice que un viejo mendigo que acostumbraba a andar por la Plaza... Baslim se llamaba, ha
—Desde luego. Se lo podía haber dicho yo, si hubiese sabido que le interesaba. Todo el mundo lo sabe.
—Todo el mundo, menos yo, por lo visto. ¿Qué le sucedió?
—Le acortaron.
—¿Acortaron? ¿Por qué?


La mujer se encogió de hombros:


modo que, ¿cómo he de saberlo? No soy sino una pobre vieja que intenta ganarse la vida honradamente, mientras todo sube cada día. La policía del Sargon no me hace confidencias.
—Pero si... bueno; no importa. —Se volvió a Thorby—: Sigue; termina tu mensaje.


«... ya habré muerto. Mi hijo es lo único de valor que poseo al morir; lo confío a tu cuidado. Te pido que le socorras y le aconsejes como si fuese yo mismo. Cuando se presente la oportunidad, te pido que lo entregues al comandante de cualquier nave de la Guardia Hegemónica diciendo que es un ciudadano de la Hegemonía que está en dificultades, y como tal, tiene derecho a su ayuda para encontrar a su familia. Si se ocupan de ello, pueden establecer su identidad y devolverlo a los suyos. Todo lo demás lo dejo a tu buen juicio. Le he

El capitán se mordió el labio y su cara adquirió la expresión de una persona mayor que encuentra difícil no


—Está lo bastante claro. Bien, muchacho, ¿estás a punto?
—¿Señor?
—Vienes conmigo. ¿O es que Baslim no te lo dijo?
—No, señor. Pero me dijo que hiciese lo que usted me dijese. ¿Tengo que irme con usted?
—Sí; ¿cuándo puedes partir? Thorby tragó saliva:
—Ahora mismo, señor.
ponerle algo de ropa decente? Eso que tiene puesto no sirve para llevarle a bordo. Pero no importa; en esta misma calle hay una tienda. Le compraré su equipo.

La mujer había estado escuchando con asombro creciente y, finalmente, dijo:


—¿Le lleva a su nave?
—¿Alguna objeción?
—Pues... ninguna... si es que no le importa que le hagan trizas.
—¿Qué quiere decir?
—¿Está loco? Hay seis policías entre este punto y la entrada al puerto espacial... y todos ellos están ansiosos por
—¿Quiere decir que le buscan?
—¿Y por qué se figura que le he escondido en mi propio dormitorio?
—Pero, ¿por qué?
—¿Y cómo quiere que lo sepa? Pero así es.
—No creerá de veras que un muchacho así sabría lo bastante de lo que el viejo Baslim hacía para que valga la ganas de que me acorten. Dice usted que quiere llevarse al muchacho a su nave; yo digo que me parece estupendo. Me alegraré de librarme de preocupaciones. Pero, ¿cómo?

Krausa hizo crujir los nudillos de sus manos.


—Había creído —dijo lentamente—, que se trataría sencillamente de llevarle a la puerta de entrada y de pagar
—Pues no es así, de modo que olvídese. El capitán Krausa pareció preocupado:
—Aquí son tan estrictos con el contrabando, que si te cogen te confiscan la nave. Me pide que comprometa a mi
—No le pido que arriesgue nada. Ya tengo bastante con preocuparme de mí misma. Lo único que hacía era explicarle cómo están las cosas. Si me lo preguntase le diría que me parece una locura intentarlo.

Thorby, dijo:


—Capitán Krausa...
—¿Sí? ¿Qué quieres, muchacho?
—Papi me dijo que hiciese lo que usted me dijese, pero estoy seguro de que nunca tuvo la intención de que Krausa hizo un gesto de impaciencia:
—¡No, no! —dijo con rudeza—. Baslim deseaba que esto se hiciese... y las deudas se pagan. ¡Las deudas se
—No lo comprendo.
—No hace falta. Pero Baslim quería que yo te llevase conmigo, de modo que eso es lo que hemos de hacer. —Se
—Pues... es posible. —Se volvió y dijo—: Vuelve a tu escondite, Thorby, y ten cuidado. Quizá tenga que salir un Poco antes de la queda, al día siguiente, una gran silla de manos salió de la calle de la Alegría. Un policía de
—¿Sales, madre? ¿Quién se ocupará de los clientes?
—Mura tiene las llaves —respondió—. Pero vigila bien el sitio, amigo mío. No es tan firme con ellos como yo lo
—Así lo haré. ¿Vas a estar fuera toda la noche?
—Confío que no. Quizá valdrá más que me procure un pase de calle, ¿no te parece? Me gustaría venir
—Pues precisamente ahora han hecho eso de los pases de calle algo más difícil.
—¿Siguen buscando al chico del mendigo?
—Pues la verdad es que sí. Pero ya le encontrarán. Si se ha escapado al campo, le harán volver por hambre; y si vieja que tiene necesidad de hacer una visita particular. —Y apoyó sobre la puerta una mano de la que se veía salir la esquina de un billete.

El policía echó una mirada a la mano, y luego apartó la mirada:


—¿Será media noche suficiente?
—Me figuro que de sobras.


Sacó su libreta y comenzó a escribir, arrancó la hoja y se la entregó a la mujer. Cuando ella la tomó, el dinero


—Que no sea más tarde de medianoche.
—Espero que sea antes.


habían estado esperando pacientemente, sin decir nada, lo cual no era sorprendente, puesto que carecían de lengua:

—¿Garaje Zenith?
—Sí, es el que utilizo siempre.
—Me pareció reconocerlos. Hacen juego.
—Valdría más que les mires bien. Uno de ellos podría ser el muchacho del mendigo.
—¡Esas bestias peludas! No digas tonterías, madre.
—Adiós, Shol.


que moderasen el paso y corrió todas las cortinas. Luego tocó con la mano los almohadones que tenía alrededor:

—¿Vas bien?
—Estoy aplastado —respondió débilmente una voz.
—Más te vale aplastado que acortado. Me apartaré un poquito. Eres huesudo.


que solamente podían verse sus negros y brillantes ojos. Cuando hubo terminado sacó la cabeza y dio instrucciones al jefe de los portadores: la silla dio abruptamente la vuelta a la derecha dirigiéndose al puerto espacial. Cuando llegaron a la carretera que circunda su alta e inexpugnable verja, era ya casi de noche.

el Edificio de Control de la Emigración. Más allá, en el distrito de los almacenes, está la Puerta de los Comerciantes, carga y aduana de salida. Millas más allá están las puertas de los astilleros. Pero entre los astilleros y la Puerta de los Comerciantes hay una pequeña puerta reservada para los nobles ricos que poseen

a aquélla. La Puerta de los Comerciantes consiste en varias puertas, cada una de las cuales conduce a un dique diferente.
patrón observaba, discutía con los inspectores, y engrasaba su funcionamiento de la manera conocida desde tiempo inmemorial. Un oficial joven de la nave le ayudaba en su tarea, llevando la cuenta con cuaderno y lápiz. La silla de manos pasó entre varios camiones que esperaban y cerca del dique. El patrón de la Sisu alzó la vista

—Una carga más, Jan. Entra con el camión que está cargado, y yo te seguiré en el último.
Este se cargó rápidamente, pues el patrón parecía no tener tantas cosas que discutir con los inspectores. Luego resultó que no estaba satisfecho y pidió que volviesen a empezar. El jefe de cargadores pareció apenado, pero el
—Hay tiempo. No quiero que estas cajas revienten antes de llegar a la nave; la mercancía cuesta cara. Hagamos La silla de manos había ido adelantando a lo largo de la verja. Pronto se hizo de noche; la dama del velo miró la Por fin llegaron a la verja reservada a los nobles. La dama velada sacó la cabeza y dijo con rudeza:
—¡Abrid!


estaba fuera abrió la puerta, pero puso su bastón a través de ella cuando la silla empezó a pasar a su través. Detenidos, los portadores la bajaron al suelo, de modo que la parte de la derecha, que era la de su puerta,

La dama velada gritó:


—¡Apártese! ¡Al yate de lord Marlin!


El guarda que obstruía la entrada vaciló:


—¿La señora tiene pase?
—¿Es que eres imbécil?
—Si mi señora no tiene pase —dijo lentamente—, quizá mi señora indicará alguna manera de que la guardia


linterna en su cara; había tenido larga experiencia con nobles y señores. Pero aquella voz estaba muy enojada, echaba fuego:

—Si insistes en comportarte como un imbécil, llama a milord a su yate ¡y confío en que descubras que le has El guarda que estaba en la caseta salió:
—¿Alguna dificultad, Sean?
—¡Oh, no! —Consultaron entre sí en voz baja.
El más joven volvió a entrar para telefonear al yate de lord Marlin, mientras que el otro esperaba fuera. manos, se precipitó hacia fuera, y entró violentamente en el cuarto de guardia, seguida del otro sorprendido
guardia. El que estaba llamando por teléfono dejó de manipular las clavijas sin llegar a establecer la comunicación, y alzó la mirada... y se sintió enfermo. Aquello era peor de lo que se había imaginado. No se trataba de una jovenzuela arrogante, que hubiese huido de sus acompañantes; era una matrona furiosa, de la especie capaz de ocasionar la ruina de un hombre reduciéndole a trabajos forzados o algo peor. El hombre se
se desprendió de la silla de manos y empezó a correr desapareciendo en la penumbra. Thorby siguió corriendo hasta llegar a una calle en ángulo recto con la de la puerta, y allá se echó al suelo, respirando pesadamente.

Entre tanto la madre Shaum, furiosa, volvió a subir a la silla de manos, dijo secamente unas palabras a los Entre tanto, el patrón del Sisu había dado su conformidad a la carga del último camión, el cual se había puesto

—Eh, conductor... cuando llegues al cruce de las calles, para por completo, ¿quieres?


uno de los cajones, y comenzó a tirar hojas de verga, de valor inestimable en cualquier otro planeta. Pronto hubo hecho un agujero lo bastante grande:

—¡Métete ahí!


Thorby se introdujo en aquel reducido espacio, y Krausa volvió a cerrar cuidadosamente el cajón.



Capítulo VII


entre un campo de gravedad artificial y la condición natural, y llegó a la conclusión de que se encontraba en la bodega de una nave de esclavos, lo cual le produjo la primera pesadilla que había tenido desde hacía años.
Por fin se despertó del todo, se dio cuenta de lo que le rodeaba, y dedujo que se encontraba a salvo a bordo del estante que llenaba medio cuarto, y debajo tenía un colchón deliciosamente suave, de un material caliente,
elástico y liso.


Se levantó, y la litera desapareció en la pared sin hacer ningún ruido.
Intentó encontrar la puerta, sin conseguirlo, pero aquello no le preocupó. Si es que le habían encerrado, no manera en que acostumbraba a dormir. Cogió las prendas de vestir, asombrándose de su magnificencia; se dio
cuenta de que eran semejantes a las que llevaban la mayor parte de los astronautas.
Thorby llegó a la conclusión de que aquellas prendas debían ser para él, y maravillándose de su audacia, se las Ambas prendas eran de sencillo corte, de color verde claro, y confeccionadas con un material fuerte y barato;
eran ropas de trabajo del almacén de la nave. Pero se sintió como Salomón en lodo su esplendor... Intentó nuevamente encontrar la puerta.
La puerta le encontró a él. Al pasar las manos por la pared sintió una brisa y se dio cuenta de que uno de los


Un joven, vestido de la misma manera que Thorby, venía hacia él a lo largo del curvado pasillo. Thorby se El muchacho le miró un instante y prosiguió su camino, como sí no hubiese habido nadie.
Sisu era mucho mayor de lo que se había imaginado. Segundo, le sorprendió encontrar allí a tanta gente. En general, los cargueros que operaban por los Nueve Mundos llevaban una tripulación de seis o siete, mientras que allí en pocos minutos había encontrado un número de personas de ambos sexos superior en varias veces a
Tercero, se dio cuenta de que se le desairaba. Aquellas gentes ni siquiera le miraban; iba de asombro en Thorby. Un noble no podía verle; para él no existía, incluso cuando un noble daba limosna, generalmente lo
hacía por medio de un esclavo. En Jubbul aquel tratamiento no le había molestado, allí era lo natural.


hubiese nunca embarcado en ella, policías o no policías. Pero no había esperado tal tratamiento. El capitán Krausa se había mostrado amistoso y paternal, y Thorby había confiado en que la actitud de la tripulación del

Siguió dando vueltas por los pasillos, luego intentó regresar al recinto en que se había despertado, y descubrió Finalmente fue alcanzado por un hombre apresurado que le dijo en interlingua:
—¿Qué diablos haces dando vueltas y tropezones por todas partes?
—Me he perdido —dijo Thorby humildemente.
—¿Por qué no te quedaste donde estabas?
—No sabía une eso era lo que tenía que hacer... lo siento, noble señor... y además no había tocador.
—Pues sí que lo hay; frente a tu litera.
—Noble señor, no lo sabía.
Ven. —Cogió a Thorby por un brazo, se apresuró a lo largo de los pasillos, se detuvo en un punto y pasó su mano por una de las juntas de la metálica pared.
—Aquí está tu litera. —El panel se deslizó a un lado.


El hombre se volvió e hizo lo mismo al otro lado del pasillo:


—Aquí está el tocador de los solteros de estribor. —Cuando Thorby hubo terminado, le escoltó de vuelta a su
—Ayudante primero del jefe de Fuerza; ¿señor?
—¿Sí?
—¿Podría hablar con el capitán Krausa?
—¿Crees que el capitán no tiene nada mejor que hacer sino hablar contigo?
—Pero...


El hombre se había ido; Thorby estaba hablando a una pared de acero.


tarde se llevaron la bandeja y depositaron otra con más comida. Thorby se agarró a la segunda bandeja y habló al muchacho en interlingua. Como respuesta recibió solamente una palabra:

que se alimenta de basura, un semisaurio informe de Alfa Centaura Prima III, uno de los primeros mundos poblados por el hombre. Es feo, casi sin inteligencia y tiene costumbres repugnantes. Su piel es desagradable al

espacio, que no es de nuestra tribu, no es humano, un extraño, un salvaje, alguien demasiado insignificante para ser ni siquiera despreciado.

Afortunadamente todo lo que Thorby comprendió fue el hecho de que aquel joven no le tenía simpatía, y eso ya
Estaba sentado en su litera, sintiendo una gran nostalgia por papi, y deseando no haber salido nunca de Jubbul,


—¿Se puede entrar? —dijo una voz en sargonés pronunciado cuidadosamente con mal acento.
—¡Adelante! —dijo ansiosamente Thorby levantándose de un salto para abrir la puerta. Se encontró frente a una mujer de mediana edad y cara placentera—: Bienvenida —dijo, y se apartó a un lado.
—Le agradezco su amable... —dijo con dificultad, y luego rápidamente— ¿Hablas interlingua?
—Desde luego, señora.


La mujer murmuró en inglés sistemático:


—Me alegro de veras... se me ha acabado el sargonés. —Y prosiguió diciendo en interlingua—: Entonces, si no te
—Como usted desee, señora —respondió Thorby en el mismo idioma, añadiendo luego en inglés sistemático—, La mujer pareció sorprendida:
—¿Cuántos idiomas hablas?


Thorby lo pensó:


—Siete, señora. Entiendo algunos otros, pero no puedo decir que los hablo. La mujer pareció aún más asombrada, y dijo lentamente:
—Quizás he cometido un error. Pero —y corrígeme si estoy equivocada y perdona mi ignorancia—, me dijeron
—Soy el hijo de Baslim el Tullido —dijo Thorby con orgullo—. Su sabiduría era famosa en toda la Plaza.
—Lo creo. Me hubiese gustado conocerle.
—Gracias, señora. ¿Quiere usted que deje la puerta abierta o que la cierre?
de... bueno, de un perro domesticado. Soy una «fraki» tolerada... Hablas inglés sistemático de una manera muy bella, con mejor acento terrestre que el mío. Permíteme que me presente. No soy comerciante. Soy el doctor

Thorby inclinó la cabeza y juntó las palmas de las manos:


—Me siento muy honrado. Me llamo Thorby, hijo de Baslim.
han encontrado la solución más rara de toda la historia al problema de cómo ser humanos y sobrevivir. —Se agitó nerviosamente y dijo—: Thorby, ¿te importaría que me sentase en un sillón?

Thorby se sonrojó:


—Señora... no tengo ningún sillón... lo lamento.
—Hay uno detrás de ti, y otro detrás de mí.


Se levantó y tocó la pared. Un panel se deslizó a un lado y apareció una butaca acolchada. Al observar la cara del muchacho, la mujer dijo:
—¿Es que no te lo han enseñado? —e hizo lo mismo al otro lado de la pared, y apareció otro sillón.
—¿Sabes cómo se abre tu mesa de trabajo?
—¿Mesa?
—Pero, ¿es que no te han enseñado nada?
—Pues... antes aquí había una cama. Pero la he perdido. El doctor Mader murmuró algo y luego dijo:
de lo más rígido, egoísta, difícil, pagado de sí mismo, poco cooperativo... pero no hago bien en criticar a nuestros
anfitriones. Aquí está. —Extendió ambas manos, tocó dos puntos de la pared, y apareció la cama oscilante. Al estar las sillas abiertas apenas quedaba espacio para una persona de pie—. Más valdrá que lo cierre. ¿Viste lo

sillones, una cama, armarios para la ropa. Thorby se enteró de que disponía de dos trajes de trabajo más, dos pares de zapatos blandos de barco, y otras cosas, algunas de las cuales eran extrañas, un estante para libros y soportes para carretes (vacíos, salvo por las Leyes de Sisu), una fuentecilla para beber, una luz para leer en la

—¿Qué es eso? —preguntó por fin.
a bordo habla inglés sistemático, y el no es uno de los pocos. Ellos hablan su «lenguaje secreto»... salvo que no es secreto; es sencillamente finlandés. Cada nave librecambista tiene su propio lenguaje, una de las lenguas terrestres. Y la cultura tiene un lenguaje «secreto» común que no es sino un latín eclesiástico degenerado, y por

Thorby apenas la escuchaba:


—Margaret, ¿por qué no hablan a la gente?
—¿Cómo?
—¡Tú eres la primera persona en hablarme!
—¡Oh! —Pareció apenada—. Me lo debí haber figurado. Te han dejado de lado.
—Bueno... me han dado de comer.
—Pero no hablan contigo. ¡Pobre chico! Thorby, no hablan contigo porque tú no eres «Pueblo». Yo tampoco lo
—¿Tampoco te hablan a ti?
—Ahora sí. Pero fueron necesarias órdenes concretas del comandante y mucha paciencia por mi parte. ¿Has
—Sí. No sé qué significa.
—Un fraki es un animal inofensivo bastante asqueroso. Pero cuando ellos lo dicen, quiere decir «extraño».
—Bueno, pues me imagino que yo lo soy.
—Sí, pero también significa que nunca podrás ser otra cosa. Quiere decir que tú y yo somos de una raza Thorby quedó muy compungido:
—¿Es que eso significa que tengo que quedarme en esta habitación y nunca ni siquiera hablar con nadie?
—Pues no lo sé. Pero yo sí que te hablaré.
—¡Gracias!
que tienes sentimientos no se les llega a ocurrir nunca. Hablaré con el capitán; tengo una entrevista con él en cuanto la nave se ponga irracional. —Miró su tobillo—: ¡Qué tarde se ha hecho! Vine aquí a hablar de Jubbul y no hemos dicho ni una palabra de ello. ¿Puedo volver y discutirlo contigo?
—Me alegraría mucho.
oportunidad de examinarla desde el ángulo que tú lo has hecho. Me quedé encantada cuando supe que tú eras un mendigo profesional.
—¿Cómo?
obliga a ver... por ejemplo, la manera de vivir de los esclavos, desde el exterior, y no desde dentro.
¿Comprendes?
—Creo que sí. —Y añadió—: Si quieres saber acerca de los esclavos, yo fui uno de ellos.
—¿De veras?
—Soy un liberto. Debería habértelo dicho —añadió algo incómodo, temeroso de que su nueva amiga le
—No había razón para hacerlo, pero me alegro mucho de que lo hayas mencionado. Thorby, ¡eres un tesoro!
—¿Cómo? Desde luego, Margaret. —Y añadió con toda veracidad—. La verdad es que no tengo mucho más que


Aquella noche Thorby durmió en su maravillosa nueva cama. A la mañana siguiente se dedicó a abrir y cerrar todos los dispositivos, entusiasmado al ver la manera cómo se doblaban ocupando un espacio mínimo.

Acababa de abrir por sexta vez la cama, cuando se vio sorprendido y asustado por un enorme ruido.


de un ejercicio, pero eso Thorby no lo sabía. Abrió la puerta y miró afuera, y vio que la gente corría a toda velocidad.

Los pasillos pronto quedaron vacíos. Volvió a su litera, esperó y trató de comprender.


repitió hasta que la tripulación había realizado los ejercicios de Avería en el Casco, Fallo de Fuerza, Peligro de Aire, Peligro de Radiación y demás; todos los ensayos generales de una nave bien disciplinada. Una de las veces las luces se apagaron, y durante unos instantes aterradores Thorby experimentó la sensación de caída libre, al

Poco después de todo aquello Thorby fue arrastrado a la presencia del comandante.
Un hombre abrió la puerta, le agarró por el hombro y le hizo salir. Thorby lo soportó durante una breve aprendido también en una escuela igualmente despiadada pero más científica; Thorby consiguió dar un golpe,
pero luego se encontró sujeto contra la pared, con su muñeca izquierda en peligro de ser rota:


—¡Déjate de tonterías!
—¡No me sacuda ya más!
—He dicho: «Déjate de tonterías» Vas a ver al comandante. No me crees dificultades, fraki, o te meto la cabeza
—Quiero ver al capitán Krausa. El hombre aflojó la presa y dijo:
—Ya le verás. Pero el comandante ha ordenado que te presentes... y no se la puede hacer esperar. De modo Thorby fue tranquilamente. Unas cuantas cubiertas más abajo fue empujado a través de una puerta que estaba
—Comandante, aquí está el fraki.
—Gracias, jefe de la Cubierta Tercera. Puede retirarse.


suya. Lo más prominente en ella era una cama imponente, pero la pequeña figura que había en la cama dominaba la habitación. Fue solamente después de haberla mirado que se dio cuenta de que el capitán Krausa estaba de pie a un lado de la cama, y de que al otro lado se encontraba una mujer que debía ser de la edad del
La mujer de la cama estaba encogida por los años, pero irradiaba autoridad. Iba ricamente vestida, pero Thorby


—¡Ajá! Hijo mayor, me resulta muy difícil creerlo. —Habló en finlandés.
—Madre, el mensaje no pudo haber sido falsificado. La mujer resopló por la nariz.
El capitán prosiguió con humilde tenacidad:


—Oiga usted misma el mensaje, madre. —Se volvió a Thorby y le dijo en interlingua:
—Repite el mensaje de tu padre.


Obedientemente, sin entenderlo, pero inmensamente aliviado al encontrarse en presencia del amigo de papi, La vieja lo escuchó hasta el final, y luego se volvió al capitán Krausa:
—¿Qué es esto? ¡Habla nuestra lengua! ¡Un fraki!
—No, madre, no entiende ni una sola palabra. Esa es la voz de Baslim.


La mujer volvió a mirar a Thorby, soltándole un torrente de finlandés. Thorby miró interrogativamente al


—Haz que lo repita —dijo la mujer.


El capitán dio la orden; Thorby, confuso, pero obediente, hizo lo que le mandaban.


Una vez Thorby hubo terminado la mujer permaneció en silencio mientras los otros esperaban. Por fin musitó:
—Las deudas deben ser pagadas.
—Eso fue lo que pensé yo, madre.
—¿Pero, por qué tenemos que ser precisamente nosotros quienes paguemos? —preguntó enojada. El capitán no dijo nada. La mujer prosiguió más calmada:
intención de hacer, lo hubiese prohibido. Pero, hijo mayor, a pesar de que eres estúpido, tenías razón. Y las
deudas deben ser pagadas. —Su hijo continuaba sin decir nada; la mujer añadió con ¿Y bien? ¿Qué moneda por un tiempo limitado... hasta que podamos entregarlo a una nave militar hegemónica. ¿Cuánto tiempo será?
Un año, dos años. Pero incluso eso presenta problemas. No obstante, tenemos un precedente: la mujer fraki. La Familia la ha aceptado, sin duda protestando un poco, pero ahora ya se han acostumbrado a ella, e incluso les
—¡Tonterías!
—Pero, madre mía, estamos obligados. Las debidas...
—¡Silencio!


La mujer prosiguió con voz pausada:


—¿Es que no has escuchado la redacción de la carga que Baslim ha puesto sobre ti? «Le socorras y le aconsejes
—Pues habla de él como de su hijo adoptivo. Yo pensé...
—No pensaste. Si vas a ocupar el lugar de Baslim, ¿en qué te convierte eso? Es que hay más de una manera Krausa pareció perturbado. La vieja prosiguió:
—Sisu paga sus deudas por completo. Nada de medios caminos, ni de pesos escasos. Fraki debe ser adoptado...


La cara de Krausa perdió por completo su expresión. La otra mujer que se había estado moviendo El capitán dijo:
—Pero, madre, ¿qué dirá la Familia...?
—¡Yo soy la Familia! —Se volvió de improviso hacia la otra mujer—: Mujer de mi hijo mayor, haz que todas mis
—Sí, madre de mi esposo. —Hizo una reverencia y se fue.


El comandante miró fijamente hacia arriba, y luego casi se sonrió:


—Esto no está nada mal, hijo mayor. ¿Qué ocurrirá en la próxima reunión del Pueblo?
—Pues que nos darán las gracias.
—De las gracias no se come. —Se mojó con la lengua sus delgados labios—. El Pueblo estará en deuda con Sisu... Krausa se sonrió lentamente:
—Siempre fuiste astuta, madre.
—Suerte tiene Sisu de que lo soy. Coge al muchacho fraki y prepáralo. Eso lo haremos de prisa.



Capítulo VIII


hizo, y nada de lo que se dijo, puesto que las ceremonias eran en el «lenguaje secreto», pero el capitán le había indicado lo que le cabía esperar. Toda la tripulación de la nave estaba allí, salvo los que estaban de guardia. Incluso el doctor Mader estaba allí, sin tomar parte activa, pero donde podía ver y oír.

su nuera, la esposa del capitán, la atendió. Cuando estuvo cómodamente instalada, hizo un gesto y los demás se sentaron, el capitán a su derecha. Se sirvieron entonces unos cuencos que contenían una papilla clara, que nadie tocó. El comandante golpeó su cuenco con la cuchara, y habló con brevedad y énfasis.
Su hijo la siguió, y Thorby reconoció una parte del discurso del capitán por ser idéntica a parte del mensaje que hombres y mujeres mayores. El comandante hizo una pregunta que fue contestada a coro, con unánime
aprobación.


El capitán llamó entonces a Thorby en interlingua:


—¡Ven aquí!
instruido, sumergió su cuchara en el cuenco de la mujer, tímidamente tomó una cucharada. La mujer entonces cogió la cabeza del muchacho y le besó en ambas mejillas con sus marchitos labios. Thorby devolvió la simbólica

El capitán Krausa comió del cuenco de Thorby; y él del capitán. Luego Krausa cogió un cuchillo, y murmuró en


—Procura no gritar. —E hirió a Thorby en el antebrazo.


mantuvo en alto el brazo de manera que se formase un pequeño charco de sangre en el suelo. El capitán lo pisó, frotó con el pie la sangre, volvió a decir algo en voz alta y de entre los presentes se alzó un clamor de

—Tu sangre está ahora en el acero; nuestro acero está en tu sangre.


ella comida y besos, después de lo cual tuvo que irlo haciendo alrededor de la nave, en cada mesa, con sus hermanos y sus tíos, sus hermanas, sus primas y sus tías. En vez de besarlo, los hombres y los muchachos le cogían las manos y luego le golpeaban sobre los hombros. Cuando llegó a la mesa de las mujeres solteras vaciló,

ritual que simbolizaba las escasas raciones que en caso necesario serían suficientes para que el Pueblo pudiese cruzar el espacio— y empezaron a servir un banquete. Pero cuando finalmente se encontró sentado, aceptado miembro de la Familia, a la mesa de los solteros de estribor, no le quedaba apetito para el banquete en su

Pero intentó comer. Oyó una observación de la que solamente entendió la palabra «fraki». Miró a través de la El presidente de la mesa, que estaba sentado a la derecha de Thorby, reclamó atención:
nuevo pariente que adquiera nuestro lenguaje. —Su mirada se posó con frialdad en el joven que se había
burlado de Thorby—. Y por lo que a ti se refiere, primo indirecto por matrimonio, te recordaré, solamente por una vez, que mi hermano adoptivo menor es mayor que tú. Y después de cenar te espero en mi cabina.

El muchacho se alarmó:


—Pero, primo mayor, no hacía sino decir...
—Déjalo correr. —Y volviéndose a Thorby le dijo en voz baja—. Usa el tenedor. Nosotros no comemos carne con
—¿Tenedor?
—A la izquierda de tu plato. Fíjate en mí y aprenderás. No dejes que ésos te sulfuren. Algunos de esos jovenzuelos no se han enterado todavía de que cuando la abuela habla, quiere decir precisamente lo que dice.

su hermano mayor soltero adoptivo y presidente de la mesa de solteros de estribor, Chelan Krausa-Dotar, orto- segundo-primo adoptivo por matrimonio, y Jeri Kingsolver, su sobrino adoptivo por parte de su hermano mayor

finlandés; eran palabras tomadas o inventadas para describir relaciones familiares con gran detalle. Los idiomas son el espejo de las culturas; la mayor parte de los idiomas distinguen entre hermano, hermana, padre, madre, tía, tío; algunos idiomas no establecen distinción entre (por ejemplo) «padre» y «tío», y el idioma refleja

segundo grado y ya fallecido», por medio de una sola palabra que significa tal relación y ninguna otra. De esta manera es posible expresar la relación entre dos puntos determinados del árbol genealógico. Así como la mayor parte de las culturas tienen bastante con una docena de títulos para designar a parientes, los librecambistas
efectivo de la familia, a pesar de serlo legalmente. La vida de la nave era un sistema de castas de una complejidad tal de obligaciones, privilegios y reacciones determinadas a acciones obligatorias que hacían que la sociedad de Jubbul, tan estratificada y protocolaria pareciese caótica.

con una lista oficial de candidatos. Krausa era capitán porque su padre lo había sido; su mujer era lugarteniente del comandante porque era su mujer y algún día sería comandante, y les mandaría a él y a la nave de la misma manera que su madre lo hacía ahora por la misma razón. Entre tanto la elevada posición de su mujer llevaba consigo el peor empleo de la nave, sin descanso, pues los oficiales superiores servían a perpetuidad... a menos

Pero tal acontecimiento era tan raro como un eclipse doble; la esperanza de la madre de Thorby estaba en un fallo del corazón, un ataque apopléjico o cualquier otro accidente de la edad avanzada.

madre del capitán era el verdadero jefe), era superior en rango en el clan a las tres cuartas partes de sus nuevos parientes. Pero eso no hacía que su vida fuese más fácil. Con el rango van privilegios, pero también responsabilidad y obligaciones. Los privilegios son siempre más onerosos que agradables.

Era más fácil aprender a ser mendigo.



Capítulo IX
Cuando Sisu se estaba acercando a Loslan, Thorby había conseguido un puesto de combate digno de un hombre. resultó evidente a sus instructores, puesto que la mayor parte de lo que ellos consideraban necesario —el
idioma finlandés, la historia del Pueblo y de Sisu, las costumbres comerciales, las leyes de importación y exportación de muchos planetas, la hidropónica y la economía de la nave, la seguridad de la nave y el control de las averías— eran asuntos que Baslim no había abordado; había dedicado atención preferente a los idiomas, las

Tales estudios hicieron que Thorby fuese destinado al calculador de control de ignición de estribor.


El mayor peligro para las naves comerciales ocurre cuando su velocidad es inferior a la de la luz, pues es posible perseguir a una nave que se mueve a tal velocidad, si el atacante es rápido y la víctima es un pesado carguero.

peligro; pero una nave que acelera a razón de un kilómetro por segundo tarda tres y medio días standard en alcanzar la velocidad de la luz.

pero hubiese requerido una cámara de escisión de hidrógeno ocho veces mayor, y la mayor masa hubiese reducido la capacidad de carga. Por lo tanto el Sisu era todo lo veloz que resultaba posible económicamente, pero no lo bastante para escapar a una nave que no estuviese entorpecida por la carga.

exacta, pues de lo contrario al salir se encontraría demasiado lejos de sus mercados. Y su capitán también tenía que estar preparado a cortar por completo la potencia, o arriesgarse a que quedase destruido el campo gravitatorio de su nave, lo cual reduciría a pulpa a la Familia, al quedar los cuerpos expuestos a unas cien

durante las cuales puede verse obligado a tomar en una fracción de segundo decisiones que comprometan las vidas o la libertad de la Familia.
Si los corsarios hubieran querido destruir naves mercantes, ni Sisu ni sus semejantes hubiesen tenido posibilidad de escape. Pero los corsarios quieren botín y esclavos; de nada les sirve sencillamente hacer estallar una nave.
Pero las naves mercantes no están limitadas por tales consideraciones; el ideal es la destrucción de la nave el Sisu iba a velocidad inferior a la de la luz, escuchaba con sentidos artificiales todas las perturbaciones del
espacio múltiple, el susurro de las comunicaciones por el espacio-n, o el rugido «blanco» de una nave que
acelera a muchas gravedades. Las preguntas eran: ¿dónde está esa otra nave? ¿Cuál es su curso, su velocidad, su


perseguidoras de blancos, el jefe de Maquinaria ponía al descubierto el interruptor de suicidio que podía convertir la planta de energía en una monstruosa bomba de hidrógeno, el capitán hacía sonar la alarma, los cocineros apagaban los fuegos, las madres tomaban en brazos a sus bebés.

Y comenzaba la espera.


calcular, decidían si los torpedos podían o no llegar a su blanco, y luego ofrecían cuatro respuestas: balística
«posible» o «imposible» para la condición proyectada; sí o no para condición modificada para una nave o la otra, Los mejores directores de fuego son los adolescentes, rápidos de pensamiento y acción, confiados, y que no
semejante a un ajedrez jugado bajo terrible presión. Su mentor era Jeri Kingsolver, su sobrino y compañero de
cabina; durante el trabajo Thorby le llamaba «director de Disparo Superior de Estribor», y añadía «señor». Durante muchas semanas, mientras se dirigían hacia Losian, Jeri instruyó a Thorby.
consolas y a su joven hermana Mata en la otra, y desde la sala de mandos de la nave les proponía problemas.
Ambas consolas registraban, y era posible ver qué decisiones había tomado cada uno de los operadores, y compararlas con las realizadas durante una batalla, pues los datos procedían de batallas reales o de amenazas de

Pronto Thorby se sintió muy molesto; Mata lo hacía mucho mejor que él.


esclavos, que una vez estuvo bajo las pantallas de Sisu, se daba penosamente cuenta de una muchacha bastante bonita, morena, esbelta, que estaba a su lado, cuyos ágiles dedos realizaban pequeños ajustes, alterando una inclinación o modificando un vector, sin apresurarse ni atropellarse. Luego resultaba humillante averiguar que su

Y lo que era aún peor, la percibía como muchacha, sin darse cuenta de lo que era; lo único que sabía era que la Después de un ejercicio, Jeri dijo desde el mando de la nave:
—Fin del ejercicio. Permanezcan en su sitio.


Apareció al cabo de un momento, y examinó sus cintas, leyendo las marcas sobre el papel sensible lo mismo


—Thorby, has disparado tres veces y ninguno de tus bichos se ha acercado a cincuenta mil kilómetros de
—Hice lo que pude...
—No es bastante. Veamos tu cinta, hermana.
Jeri miró la cinta de su hermana:


—¡Muy bien, hermana! Estás a un segundo mejor que el disparo que le alcanzó.


poderla criticar después. Cuando terminó no pudo menos que darse cuenta de Mata, quien se le acercó y humildemente se le dirigió llamándole tío y preguntándole si le gustaría jugar con ella a pelota antes de cenar.

Thorby estaba a punto de negarse cuando se dio cuenta de la cara de la chica, que le estaba observando con


—Pues sí, Mata. ¿Quieres abrirte el apetito? La chica se sonrió:
—Muy bien. llsa nos está guardando una mesa. Vamos.
Thorby ganó tres juegos y empató uno, resultado notable, puesto que ella era campeón femenino. Pero Thorby suyos, y se limitaba a breves comentarios sobre los resultados de Thorby: «Mejor», o «Mejorando», y
finalmente, «Ya lo vas consiguiendo». La moral de Thorby se elevó. Se hizo más sociable, y con frecuencia jugaba Al final de su viaje a través de la oscuridad, una mañana terminaron su último ejercicio, y Jeri dijo:
—¡Esperad! Voy en seguida.


Cuando entró cogió las cintas registradoras de Mata y de Thorby y las miró detenidamente:


—He estado estudiando los postanálisis antes de bajar —dijo.
—¿Y bien, señor?
—Ummm... lo comprobaré después de la comida pero parece como si tus errores se hubiesen compensado. Mata dijo:
—Pero... ¡si es un disparo perfecto, y tú bien lo sabes!
—¿Y si lo fuese? —Jeri se sonrió—. ¿No te gustaría que a nuestro mejor alumno se le subiese a la cabeza,


menos de cincuenta mil millones de kilómetros de distancia; al cabo de pocos días llegarían a su próximo mercado. La nave se montó en orden de combate.

siempre libre de preocupaciones; aunque un corsario hubiese tenido información exacta, por medio del comunicador de espacio-n, de la hora de partida y del destino de Sisu, era imposible predecir, en un salto de muchos años de luz, el momento y lugar exacto en que aparecería en el espacio racional.

Jeri se instaló en su silla algunos minutos después de que Thorby se hubo atado con aquella sensación tan


—Tranquilízate. Si sobrecargas tu circulación sanguínea, te dolerá la espalda y no durarás. Thorby se sonrió débilmente:
—Lo intentaré.
—Bien. Vamos a jugar un juego. —Jeri sacó de un bolsillo un artefacto parecido a una caja, y lo abrió:
—¿Qué es eso?
—Encaja aquí. —Jeri lo colocó sobre el interruptor que determinaba cuál de las dos consolas estaba en acción—.
—No.
—¿Quién de nosotros dos es control, en caso de que tuviésemos que lanzar una bomba ahora?
—¿Cómo puedo saberlo? Saca eso, Jeri. Me pone nervioso.
y yo no hago más que dormitar en mi silla. De vez en cuando muevo el interruptor, pero tú no sabrás cómo lo he dejado. De modo que cuando se presente la ocasión no podrás dar por descontado que el bueno de Jeri, el de los dedos micrométricos está dominando la situación. Es posible que seas tú quien tenga que salvar la casa; tú.

resolviese con exactitud un imposible problema de vida y muerte, de espacio curvo y vectores movedizos y de complejas geometrías:

—Estás bromeando —dijo con voz débil—. No me dejarías a mí el control. El capitán te despellejaría.
Después, ya es un artillero... o un ángel. Pero no permitimos que en el momento preciso se preocupe. ¡Oh, no! Le tenemos preocupado siempre.

Losian lucía en las pantallas. Thorby llegó a la conclusión, con cierta pena, de que su habilidad de combatiente no iba a ser puesta a prueba en aquel salto.

Y precisamente entonces la alarma general le hizo enderezar violentamente. Jeri había estado hablando; volvió rápidamente la cabeza, miró las señales y sus manos se desplazaron hacia sus controles.

—¡A lo tuyo! —gritó—. Esta vez va de veras.


se acercaba con rapidez. ¿Cómo había sido posible que algo se hubiese acercado tanto sin haber sido observado? Dejó de pensar y comenzó a investigar las respuestas... no, todavía no... pero antes de mucho...
¿podría el bandido a aquella velocidad girar un poco, reducir su distancia?... probemos una proyección a unas Apenas si se dio cuenta de la suave presión de Mata sobre sus hombros. Pero oyó como Jeri decía con violencia:
—¡Apártate, hermana! ¡Estamos encima de él!


En el tablero de Thorby resplandeció una luz, y resonó la bocina:


—¡Nave amiga, nave amiga! Patrulla planetaria Losiana, identificada. Vuelvan a la observación normal. Thorby suspiró profundamente y sintió que se le quitaba un gran peso de encima.
—¡Continúa tu cálculo! —aulló Jeri.
—¿Eh?
—¡Termina lo tuyo! No es una nave Losiana: ¡es un corsario! Los Losianos no pueden maniobrar así. ¡Ya lo


alcanzarle? ¿Podría todavía alcanzarle en el cono de posible maniobra? ¡Ahora!, armó el tablero, e hizo que el computador diese la orden, en proyección.
Oyó débilmente la voz de Jeri; Jeri parecía estar hablando muy lentamente:


—Partió el proyectil. Me parece que le has dado... pero te precipitaste. Suelta otro antes de que nos alcance su Automáticamente, Thorby así lo hizo. No había tiempo de intentar otra solución; ordenó a la máquina que Luego vio por medio de su tablero que el blanco no estaba ya bajo su propia fuerza, y con una curiosa sensación
—Se acabó —anunció Jeri—. ¿Quién fue que le alcanzó? ¿Tú o yo?
—Yo —dijo Thorby con seguridad. Y en un plano distinto dedujo que nunca llegaría realmente a ser un lanzadores se encerraron en cuanto el capitán dio la voz... pero no me atreví a arriesgar un accidente con una nave amiga.
—¡Nave amiga!
—Naturalmente. Pero para ti, director ayudante, ésta fue la primera verdadera... tal como yo me había



Capítulo X


ataques terrestres se refiere; no eran necesarias guardias por el lado de tierra. Tanto los hombres como las mujeres podían salir de la nave para divertirse.

De modo que estaba muy interesado por verlo; pero lo primero era su trabajo. Después de haber sido confirmado director de fuego, fue trasladado a hidropónica. Eso mejoró la situación de Thorby. Teóricamente estaba calificado para comprobar la carga, lo cual era una operación en la que todos intervenían, ya que Sisu

Los Losianos nunca han inventado tarifas; las tablas de horas de carga pasaban a manos del comprador junto a A Thorby no le parecía posible todo lo que le había ocurrido desde que le habían llevado a bordo escondido en
menudo en papi, ¿Es que se estaba olvidando de papi? ¡No, no! Nunca podría olvidar nada... los tonos de la voz
de papi, su mirada cuando estaba a punto de hacer un comentario desfavorable, su inagotable paciencia en


—¡Yo no soy tu amo! Eso le había dicho.
Papi se había enfadado aquella única vez. Thorby, que no lo había comprendido, se había asustado.


que pudiese enojar a papi; papi se había sentido insultado ante la afirmación de que Baslim el Tullido era el amo de un esclavo. Papi, que mantenía que no se podía insultar a una persona sensata, puesto que la verdad no podía insultar y la mentira no era digna de ser tenida en cuenta.

amo. Papi le había comprado en la subasta. Pero no, ¡aquello era falso! No había sido el esclavo de papi, había sido su hijo... Papi nunca había sido su amo... siempre había sido... papi.

Y entonces Thorby comprendió que lo único que papi odiaba era la esclavitud.
sola palabra en contra de la esclavitud como tal; todo lo que Thorby podía recordar era que papi había dicho que un hombre siempre puede ser libre en su conciencia.

—¡Eh!


El encomendero le estaba mirando.


—¿Señor?
—¿Mueves esa caja, o te vas a dormir en ella?


Tres días locales más tarde Thorby acababa de ducharse y estaba a punto de ir a tierra con Fritz, cuando el jefe


—Saludos de parte del capitán, y que el oficial Thorby Baslim Krausa se le presente.
—A la orden, jefe —respondió Thorby.


Encontró la puerta de la cabina del capitán abierta. Thorby comenzó a presentarse oficialmente, cuando el


—Hola, hijo. Entra.
—Sí, padre.
—Voy a tierra. ¿Quieres venir conmigo?
—Sí, padre, me encantará.
—Bien. Vamos. —Metió la mano en un cajón y entregó a Thorby algunos pedazos de alambre retorcido—. Eso es Thorby lo examinó:
—¿Y esto qué vale, padre?
—Nada, una vez nos hayamos alejado de Losian. De modo que devuélveme lo que te haya quedado para que te
—Sí, pero, ¿cómo sabré lo que tengo que pagar por una cosa?
—Fíate de su palabra. No engañan ni regatean. Son raros. No es como en Lotarf... en Lotarf, si consigues comprar Thorby pensó que se entendería mejor en Lotarf que en Losian.
Mientras los descendían de la nave, Thorby miró a la que quedaba más cerca de ellos, el librecambista El Nido,


—Padre, ¿vamos a visitarles?
—No, ya nos visitamos el primer día.
—¿Pero habrá algunas reuniones?
hay razón para que no les visites, si tienes tiempo libre. —Y añadió—: Pero apenas si vale la pena; es como Sisu, pero no tan moderno.

Apenas hubieron tocado tierra un pequeño Losiano se les acercó, dio la vuelta a su alrededor y olfateó sus piernas. El capitán Krausa dejó que el pequeño le investigase y luego dijo afectuosamente:

—Bueno, ya basta. —Y le apartó suavemente. Su madre le recogió y le dio unos azotes. El capitán Krausa la
—¡Hola, amiga!
de la de Thorby, y se sostenía sobre cuatro piernas, manteniendo los dos miembros delanteros en alto. El niño andaba sobre sus seis miembros. Tanto la madre como el pequeño eran elegantes, bonitos y de mirada
—No te he dedicado toda la atención que debía, hijo... ni el cuidado que debía al hijo de Baslim. Pero la Familia
—¡Pues claro que sí, padre!
—Ummm... me alegro de saberlo. Es que... como no naciste entre el Pueblo, como ya sabes...
—Ya lo sé, pero todo el mundo me ha tratado amablemente.
—Bien. Me han dado buenos informes de ti. Parece ser que aprendes de prisa. ¿Has estado alguna vez en la Sala
—No, señor. Solamente una vez en la Sala de Ensayos.
son tan prolongadas. —Krausa hizo una pausa—: No; esperaremos hasta que se haya aclarado tu posición, pues el jefe insinúa que eres material adecuado para su departamento. Tiene la estúpida idea de que de todos modos no vas a tener hijos, y podría aprovecharse de la oportunidad para cazarte. ¡Esos ingenieros!

artificial que proporcionaba a Sisu su vida ionizaba los tejidos de su cerebro. Cierto o no, los ingenieros conseguían que se les pasasen por alto tremendas faltas de etiqueta —«inocente por locura»— era una defensa tácita para ellos, una vez habían sido expuestos repetidamente a los peligros de su oficio.

esperaba que tuviesen hijos; se cuidaban de la maquinaria auxiliar, y hacían guardias de práctica en una sala de fuerza de ensayo. El Pueblo tomaba precauciones contra las mutaciones perjudiciales, puesto que estaban más expuestos a los peligros de la radiación que los habitantes de los planetas. Entre ellos nunca se veían mutaciones claras; lo que ocurría con los bebés deformados al nacimiento, era un misterio, tan tabú que Thorby ni siquiera

—Padre —dijo ansiosamente Thorby—, ¿es que el jefe de ingenieros cree que puedo aprender los ritos de la sala
—¿No fue eso lo que dije?
—Sí, señor. Pero... ¿cómo es que se le ocurrió?
de la dirección de disparo puede aprender ingeniería nuclear. Y también puede aprender astronavegación, lo cual es igualmente importante.
—Padre..., me parece que me gustaría ser ingeniero.
—¿Sí? Pues ahora que lo has pensado, olvídalo.
—Pero...
—Pero, ¿qué?
—Nada, señor. Sí, señor. Krausa suspiró.
—Hijo mío, tengo respecto a ti obligaciones que procuro cumplir lo mejor que puedo. Thorby, ¿sabes quién es tu Thorby se sorprendió.
—¿Señor? Mi familia es Sisu.
—¡Desde luego! Quise decir, tu familia antes de eso.
—¿Quiere decir papi, Baslim el Tullido?
—¡No, no! El era tu padre adoptivo, lo mimo que yo lo soy ahora... ¿Sabes en qué familia naciste? Thorby dijo tristemente:
—No creo que haya tenido ninguna.
Krausa se dio cuenta de que había hurgado en una herida, y se apresuró a decir:


comerciaríamos? ¿Cómo viviría el Pueblo? Es una suerte haber nacido en el Pueblo, pero no hay por qué avergonzarse de haber nacido fraki. Todos los átomos tienen su objeto.
—¡No estoy avergonzado!
—¡Tómalo con calma!
—Lo siento, señor. No me avergüenzo de mis antepasados. Sencillamente, no sé quiénes fueron. Por lo que sé, respetables no visitaban o nacían en las propiedades de sus dueños... pero un porcentaje trágico eran Pueblo, robado por los corsarios. Aquel muchacho... ¿Es que había desaparecido alguna nave del Pueblo, alrededor de la fecha requerida? Quizás en la próxima reunión podría encontrar identificación en los ficheros del comodoro.
—En cierto sentido, muchacho, siempre fuiste del Pueblo.
—¿Cómo?... Perdone, padre.
—Nada, señor. Sí, señor. Pueblo.
—¿Cómo?... Perdone, padre.
—Hijo mío, Baslim el Tullido era miembro honorario del Pueblo.
—¿Qué? ¿Cómo, padre? ¿De qué nave?
vergonzosa y Baslim la arregló. Hizo que todo el Pueblo quedase en deuda con él. Ya he dicho bastante. Dime,
¿has pensado en casarte?


El matrimonio era lo último en que se le ocurría pensar a Thorby:


—Pues no, padre.
—La abuela cree que has empezado a fijarte seriamente en las muchachas.
—Pues, señor, la abuela no se equivoca nunca, pero yo no me he dado cuenta.
—Un hombre no está completo sin una esposa. Pero no creo que seas aún lo bastante mayor. Ríete con todas


encontrar la procedencia del muchacho. Sería complicar las cosas si Thorby se casaba antes de que se presentase oportunidad de hacerlo.

Y entonces tuvo una idea brillante.


solamente hay unas cuantas en el purdah de a babor, y eso de elegir mujer es cosa seria. ¿Por qué no lo tomas con calma? En la Gran Reunión habrá centenares de muchachas elegibles. Si encuentras una que te guste y a quien le gustes, lo discutiré con la abuela, y si a ella le parece bien, la cambiaremos. Y no seremos mezquinos.

Aquello alejaba el problema:


—¡Me parece muy bien, padre!
—Ya he dicho bastante. —Krausa se quedó satisfecho pensando que revisaría las fichas mientras Thorby se


carruajes para pasajeros, ni tampoco sillas de mano. A pie, van a una velocidad doble de la de los humanos; cuando tienen prisa, montan un vehículo que recuerda la propulsión a chorro. Meten cuatro y hasta seis de sus miembros en unas mangas terminadas por algo semejante a unos patines. Una armazón se ajusta al cuerpo y lleva la planta energética. Enfundados en tales trajes mecánicos, cada uno de ellos se convierte en un proyectil dirigido, que acelera con descuidada negligencia, echa chispas, llena el espacio de ruidos estridentes, toma las
parece haber edad límite para los permisos de conducir, y los Losianos más pequeños no son sino ediciones más temerarias de sus mayores.

casi al llegar a los pies de Thorby, y giró rápidamente sin tocarle. Después de haber escapado así una docena de veces, intentó seguir el ejemplo de su padre adoptivo. El capitán Krausa avanzaba imperturbablemente, al parecer seguro de que aquellos atolondrados conductores le tratarían como sí fuese un objeto estacionario. A

pasaban por cualquier abertura, y la convención de terreno particular y de calle pública parecía ser una plaza, luego subieron por una rampas luego a través de un edificio que carecía de límites precisos —ni paredes verticales ni techo definido—, luego a través de un arco junto a un orificio. Thorby estaba perdido.

Una vez supuso que debían estar pasando a través de un domicilio privado: atravesaron lo que debía ser un Krausa se detuvo.
para curar la herida abierta entre nosotros por la compraventa. El me ha ofendido al ofrecerme pago; ahora
tenemos que volver a hacernos amigos.
—¿No nos pagan?
—¿Qué diría tu abuela? Nos han pagado ya; pero yo ahora se lo regalaré, y el me dará el torio sencillamente
—¿Es que no comercian entre sí?
accidente el hecho de que el otro tenga dinero que está ansioso por ofrecer al otro como regalo; y los dos regalos se compensan. Son mercaderes astutos, hijo; aquí nunca conseguimos un crédito suplementario.
—Y entonces, ¿para qué estas tonterías?
volverás loco. Cuando te encuentres en su planeta, haz como ellos... es lo mejor. Y ahora escucha. Ahora tendremos una comida de amistad... con la salvedad de que a ellos no les es posible hacerlo sin rebajarse. De modo que habrá una pantalla entre nosotros. Tú tendrás que estar presente, porque el hijo del Losiano estará allí, si bien es una hija. Y el fraki a quien voy a ver es la madre, no el padre. Sus machos viven en purdah, me
—¿Por qué?
—Porque conocen lo bastante de nuestras costumbres para saber que el género masculino se refiere al jefe de


Thorby meditó. ¿Quién era el jefe de la familia? ¿Padre? ¿O la abuela? Naturalmente, cuando ella firmaba una orden, la firmaba «Por orden del capitán», pero eso era solamente porque... pero no. Bueno, de todos modos...
Thorby de repente sospechó que quizá las costumbres de la Familia fuesen ilógicas en algunas cosas. Pero el levantarlo hasta tus labios, pues de lo contrario te quemarías el gaznate. Por lo demás, escucha, y sabrás cómo
debes portarte la próxima vez. ¡Ah!, después de haber preguntado la edad del hijo de mi anfitrión, te
—¿Por qué?
—Porque ésa es una edad respetable, a su manera de ver, para un hijo que está ayudando a su padre.


mientras un tercero se agazapaba en las proximidades; la pantalla entre ellos era del tamaño de un pañuelo, y Thorby podía ver por encima de ella. Thorby intentó mirar, escuchar y aprender, pero el ruido del tránsito no

resultaba casi imposible de comprender, pero demostró un sorprendente dominio de interlingua insultante. Thorby no podía creer a sus oídos y esperaba que el padre o bien se marcharía o armaría un escándalo.

Pero el capitán Krausa escuchó tranquilamente y luego contestó poéticamente; acusó al Losiano de todos los
Aquello hizo que la reunión tomase un cariz amistoso. El Losiano le regaló el torio que ya había pagado, y luego El capitán Krausa aceptó y regaló Sisu con todo lo que contenía.
cual cada uno conservaba lo que ya tenía; los Losianos muchas toneladas de hojas de verga; el comerciante,
lingotes de torio. Ambos estuvieron de acuerdo en que los regalos carecían de valor real, pero eran muy apreciables por razones sentimentales. En un arrebato de emoción el Losiano regaló su hijo y Krausa le regaló a

Se salieron de tal dilema haciendo que los hijos cambiasen entre sí sus nombres, con lo cual Thorby se encontró propietario de un nombre que no quería y que no podía pronunciar. Luego «comieron».

Aquella horrible sustancia verde no solamente no se podía beber, sino que al aspirarla Thorby se quemó las Después de aquello se fueron sin decir nada. El capitán Krausa dijo meditativamente mientras avanzaba como
—Buena gente, para ser frakis. Nunca hacen ningún trato deshonesto. Con frecuencia me he preguntado qué es
—¡No puede ser!
—No estés tan seguro. Te podría entregar a aquel Losiano medio desarrollado.


satisfizo, pues Thorby no sabía qué comprar ni tan sólo cómo volver al hogar. Su padre adoptivo le llevó a una tienda donde hablaban interlingua. Los Losianos fabrican muchos artículos de enorme complejidad, ninguno de los cuales pudo Thorby reconocer. Por consejo de Krausa, Thorby escogió un pequeño cubo pulimentado, el cual, al ser sacudido, presentaba en sus profundidades una interminable sucesión de escenas Losianas. Thorby ofreció

Thorby, hablando por medio de Krausa, lamentó no tener nacía que ofrecer salvo sus servicios durante el resto Thorby se sintió mejor una vez hubieron llegado al puerto espacial y divisó las líneas familiares del viejo Sisu. Cuando Thorby llegó a su cabina, se encontró con que Jeri ya estaba allí, con los pies en alto y las manos detrás
—¡Hola, Jeri!
—¡Hola, Thorby!
—¿Has ido a tierra?
—No.
—Pues yo sí. ¡Mira lo que he comprado! Thorby le enseñó el mágico cubo.
—Lo sacudes y cada vez ves una imagen diferente.

Jeri miró una de ellas y se lo devolvió.

—Muy bonito.
—Jeri, ¿qué te pasa? ¿Te ha sentado algo mal?
—No.
—Dímelo.
Jeri puso los pies sobre el suelo y miró a Thorby:


—Estoy otra vez en la sala de calcular.
—¿Eh?
—Oh, no es que haya perdido categoría. No es sino mientras enseño a otro. Thorby sintió frío:
—¿Quieres decir que me han echado?
—No.
—Entonces, ¿qué quieres decir?
—Mata ha sido cambiada.



Capítulo XI


¿Mata cambada? ¿Desaparecida para siempre? ¿La pequeña Mata de los ojos serios y la alegre sonrisa? Thorby sintió una explosión de tristeza y se sorprendió al darse cuenta de que aquello le importaba.

—¡No lo creo!
—No seas idiota.
—¿Cuándo? ¿Adónde se ha ido? ¿Por qué no me lo dijiste?
no tenía ni idea de que iba a suceder... hasta que me llamaron a la cabina de la abuela para que me despidiese.
—Jeri frunció el ceño—. Algún día tenía que suceder... pero me imaginaba que la abuela le dejaría que se
—Y entonces. Jeri, ¿por qué?


Jeri se levantó y dijo secamente:


—Orto, tío adoptivo, ya he dicho bastante. Thorby le empujó haciéndole caer en su silla:
—No puedes dejarlo así, Jeri. Soy tu «tío» solamente porque dijeron que lo era, pero sigo siendo el ex fraki a quien enseñaste a seguir, y los dos lo sabemos. Y ahora habla de hombre a hombre. ¿De qué se trata?
—No te gustará.
dímelo. Te prometo, por el acero de Sisu, que no lo haré cuestión de entre tío y sobrino. Sea lo que sea, la Familia no lo sabrá nunca.
—La abuela quizás esté escuchando.
—Si está escuchando, yo te mando que hables, y es bajo mi responsabilidad. Pero no estará escuchando; es la
—Está bien. —Jeri le miró con frialdad—. Tú te lo has buscado. ¿Quieres decir que no tienes ni la más remota
—¿Cómo? Ninguna... si no, no te lo preguntaría. Jeri hizo un ruido de impaciencia:
—Thorby, ya sabía que eras denso. No sabía que eras sordo, mudo y ciego.
—¡Déjate de cumplidos y prosigue!
—Tú eres la razón por la cual han cambiado a Mata. Tú. —Jeri miró a Thorby con repugnancia.
—¿Yo?
nuevo pariente es al que se ve siempre con la misma chica? Te daré una indicación para que lo adivines: su nombre empieza con «T».

Thorby se quedó blanco.


—Jeri, nunca tuve ni la más mínima idea.
culpe. La culpa la tuvo ella. Te perseguía, ¡estúpido payaso! Lo que no me puedo imaginar es cómo fue que no te diste cuenta. Intenté insinuártelo.

Thorby era tan inocente en esas cosas como un pajarilla pueda serlo en la ciencia de la balística:


—No lo creo.
hubieses mantenido abierto e inofensivo, y yo os observaba demasiado para que pudiese ser de otra manera, y si mi hermana no hubiese perdido la cabeza.
—¿Eh? ¡Cómo!
abuela y pidió ser adoptada al otro lado de la línea media. En su simplicidad se imaginó que como a ti te habían adoptado, no importaba en realidad que ella fuese tu sobrina, con cambiar las cosas ya se podría casar contigo.
—Jeri gruñó—. Si hubieses sido adoptado al otro lado lo podría haber conseguido. Pero debe haber estado del
—Pero... bueno, la verdad es que no soy en modo alguno su pariente. Lo cual no quiere decir que hubiese
—Déjalo... me cansas.
Thorby se quedó taciturno, sin ganas de volver a enfrentarse con Jeri. Se sentía solo y confuso; la Familia parecía rutina; algo así como las tres comidas diarias y las demás comodidades que se había acostumbrado a esperar en
Sisu. Pero ahora la echaba de menos.


ello... pero siempre y el día en que fuese necesario casarse, Mata sería tan tolerable como la que más. Le gustaba.

Finalmente se acordó de que había una persona con quien podía hablar. Llevó sus problemas al doctor Mader. Llamó a la puerta, y recibió una apresurada respuesta.
—¡Adelante!


La encontró de rodillas, rodeada de sus posesiones. Tenía la nariz tiznada y su cabello estaba revuelto:


—¡Oh, Thorby! Me alegro de que hayas aparecido. Me dijeron que habías ido a tierra y tenía miedo de no La doctora hablaba inglés sistemático, y Thorby le respondió en ese idioma:
—¿Quería verme?
—Para despedirme; me voy a casa.
—¡Oh! —Thorby sintió nuevamente la sensación de vacío que había sentido cuando Jeri le había dicho lo de
—Lo siento. La encontraré a faltar.
—Y yo a ti, Thorby. Eres el único en esta gran nave con quien me haya encontrado bien... lo cual es raro, pues tu formación y la mía están lo más alejado que puede ser posible. Echaré de menos nuestras conversaciones.
—Y yo también —respondió tristemente Thorby—. ¿Cuándo se va?
—El Nido da el salto mañana. Pero voy a transferirme esta noche; no me atrevo a perder el salto, o de lo
—¿El Nido va a su planeta? —Un plan fantástico comenzó a formarse en su mente.
oportunidad demasiado buena para dejarla escapar. —El esquema murió en el cerebro de Thorby; en todo caso, era demasiado fantástico; él podía estar dispuesto a afrontar un planeta extraño, pero Mata no era una fraki.

El doctor Mader prosiguió.


esperanzas de que lo consiguiese, en vista de las dificultades que hubo para que entrase a bordo de Sisu; supongo que tu abuela habrá tenido algún punto fuerte con que regatear, que no ha mencionado. El caso es que tengo que marcharme... entendiéndose que debo permanecer en un purdah estricto. No me importa; emplearé

del asunto de que había ido a hablar. El doctor Mader escuchó con gravedad, mientras continuaba haciendo su equipaje:

—Ya lo sé, Thorby. Probablemente me enteré de los tristes detalles antes que tú.
—Margaret... ¿oíste alguna vez hablar de algo tan estúpido como eso?
—Muchas veces... de cosas mucho más estúpidas.
—¡Pero si no había nada en ello! Y si eso era lo que Mata quería, ¿por qué no se lo permitía la abuela, en lugar
de embarcarla entre extraños? Yo... bueno... no me hubiese importado. Después que me hubiese acostumbrado. La fraki se sonrió.
—Este es el discurso galante más raro que he oído en mi vida, Thorby.


Thorby respondió.


—¿Podrías darle un mensaje de mi parte?
para su biznieta, y lo hizo rápidamente, con afecto y prudencia. Lo hizo en interés de Mata, contra el interés inmediato de Sisu, puesto que Mata era un valioso guerrero. Pero tu abuela se comportó de acuerdo con la altura que se espera del comandante; consideró los intereses a largo plazo de todo el mundo, y encontró que eran más importantes que la pérdida de un director de disparos. Por fin la admiro; entre nosotros, siempre había
—¡Así me ahorquen si lo entiendo!
situación; hay pocas cosas que sean buenas o malas por sí mismas. Pero las cosas que están bien o mal, según su cultura, son realmente así. Esta regla de exogamia según la cual vive el Pueblo, tú probablemente crees que es sencillamente una manera de evitar las mutaciones, y lo cierto es que eso es lo que se enseña en la escuela de la
—Naturalmente; y es por eso que no sé ver...
organice sus matrimonios entre las diversas naves, no solamente debido a los genes —eso es una cuestión secundaria—, sino porque una nave es demasiado pequeña para ser una cultura estable. Las ideas y las actitudes también tienen que ser fecundadas colateralmente, o de lo contrario Sisu y toda su cultura moriría. De modo  que la costumbre se protege por el tabú más poderoso posible. Una «pequeña» infracción de ese tabú es como
—Pues... no. Me parece que no.
—Dudo que tu abuela lo entienda; sencillamente sabe lo que conviene a su familia y obra con honradez y
—Oh, bien; ¿podrías decir a Mata que siento no haberme podido despedir de ella?
—Ummm, sí. Pero quizás espere un poco.
—Está bien.
—Y tú, ¿te encuentras mejor ahora?
Pero, Margaret, no sé qué es lo que me ocurre... Me parece que me iba adaptando, y ahora todo se ha venido al suelo. Siento como un fraki, y dudo que nunca llegue a aprender a ser un comerciante.

La cara de la mujer se entristeció repentinamente:


—En un tiempo fuiste libre. Es una costumbre difícil de perder.
—¿Cómo?


como esclavo e hizo de ti su hijo, tan libre como él era. Ahora tu segundo padre adoptivo, con la mejor intención, te ha adoptado como hijo suyo, y con ello te ha convertido en esclavo.

—¡Pero, Margaret! —protestó Thorby—, ¿cómo es posible que digas semejante cosa?
—Si no eres un esclavo, ¿qué eres?
—Pues soy un librecambista. Por lo menos ésa es la intención de mi Pueblo, si es que consigo alguna vez liberarme de mis costumbres de fraki. Pero no soy un esclavo. El Pueblo es libre. Todos nosotros.
—Todos vosotros... pero no cada uno de vosotros.
—¿Qué quieres decir?
Pueblo, y no frakis. El Pueblo es libre de correr de estrella en estrella, sin nunca echar raíces en ningún suelo. Tan libres que cada una de sus naves es un estado soberano, que no pide nada a nadie, que va por todas partes, sin  ni siquiera cooperar más que cuando les conviene. Sin duda, el Pueblo es libre... esta vieja Galaxia nunca ha visto tal libertad. Libres como el cielo, más libres que las estrellas, pues las estrellas tienen que ir adonde deben ir. Ah,

Thorby parpadeó.


Los beneficios de vuestro comercio son fantásticos. Tampoco ha sido pagada con salud o cordura, jamás he visto una comunidad con menos enfermedades. Ni tampoco ha sido pagada con felicidad ni respeto a sí mismo. Sois un conjunto feliz y orgulloso hasta el pecado, sin duda tenéis mucho de que enorgullecemos. Pero lo que habéis pagado por vuestra libertad sin precedentes... ha sido la libertad misma. No; no estoy hablando en enigmas. El

Aquellas palabras parecían escandalosas.


—¿Cómo podemos ser libres y no libres al mismo tiempo? —protestó.
cuantos meses. Vivís sujetos a reglas más severas que las de cualquier cárcel. Que tales reglas tengan por objeto haceros felices, y que lo consigan no tiene nada que ver con el asunto; son órdenes que tenéis que obedecer. Dormís cuando os lo dicen, coméis cuando os lo indican, y lo que os ofrecen, y carece de importancia el que sea abundante y sabroso: la cuestión es que no tenéis elección. El noventa por ciento de las veces os están diciendo lo que tenéis que hacer. Estáis tan ligados por las reglas que gran parte de lo que decís no es libre conversación,
—Sí, pero...
—Sí, y no hay «peros». Thorby, ¿qué clase de gente tiene tan poca libertad? ¿Los esclavos? ¿Se te ocurre alguna
—¡Pero no podemos ser vendidos!
solamente heredados. Lo mismo que en Sisu. Thorby, ser esclavo significa tener alguien que sea tu amo sin esperanzas de poderlo cambiar. Vosotros, esclavos, que os llamáis a vosotros mismos el «Pueblo», ni siquiera

Thorby frunció el ceño:
—¿Y tú crees que eso es lo que me perturba a mí?
compañeros de nave, porque ellos ya nacieron con el suyo puesto, y tú fuiste en otro tiempo libre. —Miró a sus trastos—. Tengo que llevar todo esto a El Nido. ¿Quieres ayudarme?
—Con mucho gusto.
—No esperes ver a Mata.
—No lo esperaba —mintió Thorby—. Quiero ayudarte. Siento mucho que te vayas.
ayudarte a ti, Thorby, un antropólogo no tiene nunca que entrometerse; pero yo me voy y tú no eres realmente parte de la cultura que he estado estudiando. ¿Crees que podrías aprovechar una indicación de una vieja?
—¡Pero si no eres vieja!
que te acostumbrarías a esta cárcel, pero ahora no estoy tan segura. La libertad es una costumbre difícil de desarraigar. Querido, si decides que no lo puedes soportar, espera a que la nave llegue a un planeta que sea democrático, libre y humano, y entonces, ¡salta a tierra y aprieta a correr! Pero, Thorby, hazlo antes de que la



Capítulo XII


Sisu antes de dirigirse a la Reunión. Rico en alimentos y en materias primas, sus frakis estaban ansiosos por comprar productos manufacturados. Sisu vendió todos sus artefactos Losianos. Pero Woolamurra tenía poco que ofrecer que pudiese producir beneficios, y el dinero era escaso en términos de metal energético.

Así fue que Sisu aceptó un poco de uranio y gran cantidad de carnes escogidas y alimentos de lujo, para
La diferencia fue abonada en tritio y deuterio. Sisu había cargado combustible por última vez en Jubbul, las combustible, y después de haber sellado los papeles y pagado los derechos, el capitán se sentó y conversó con el
director.


Mientras estaban hablando, Thorby se sintió preocupado. Aquel fraki estaba hablando de Woolamurra:


—Cualquiera que tenga un par de brazos fuertes y un cerebro mediano puede hacer aquí su fortuna.
—Sin duda —asintió el capitán—. He visto sus animales de carne; son magníficos.


había incontables oportunidades. Y además, era un mundo agradable y decente, suficientemente libre. Respondía a la receta del doctor Maderr: «Espera hasta que tu nave llegue a un planeta que sea democrático,

García, antes de El Nido. Loeen sentía curiosidad sobre lo que hacía un director de disparo, y así fue que, bajo la mirada de la tía abuela Tora, Thorby le enseñó la sala de cálculos. La muchacha quedó confusa:

—¿Qué es el espacio-n? El largo, el ancho y la profundidad, es todo lo que se ve... pero, ¿qué es eso de las
—Sé lógica. Ves cuatro dimensiones... esas tres y el tiempo. Sí, desde luego, no se puede ver un año, pero se
—Sí, pero, ¿cómo es posible que la lógica...?
—Es de lo más sencillo. ¿Qué es un punto? Una posición en el espacio. Pero supongamos que no existe ningún espacio, ni siquiera las cuatro dimensiones ordinarias. No hay espacio. ¿Es posible concebir un punto?
—Pues bien, yo estoy pensando en uno.
línea, puedes imaginarte un punto en algún lugar de la línea. Un punto no es sino una situación, pero si no hay ningún lugar donde situarlo, no es nada. ¿Me sigues?
La tía abuela Tora interrumpió:


—¿No podrías continuar con eso en el salón? Me duelen los pies.
—Lo siento, tía abuela. ¿Quiere que le dé el brazo? De regreso en el salón Thorby dijo:
—¿Entendiste aquello de que un punto necesita una línea que lo soporte?
—Pues, creo que sí. Quita su posición, y ya no esta allí.
—Piensa en una línea. ¿Si no está sobre una superficie, es que existe?
—Eso ya es más difícil.
orden? Del hecho de estar en una superficie. Si una línea no está contenida en una superficie, se hundiría en sí misma. No tiene anchura. Ni siquiera sabrías que se ha hundido... no tendrías nada con qué compararla. Pero cada punto estaría igualmente cerca de todos los demás puntos, no habría «secuencia ordenada». Caos.
—Quizá.
sólido, o su estructura se desvanecía. Y un sólido necesita un hiperespacio que lo soporte... y así sucesivamente. Cada dimensión requiere una superior, o bien la geometría deja de existir. —Dio un golpe sobre la mesa—. Pero aquí está, de manera que sabemos que el multiespacio sigue funcionando... a pesar de que no podemos verlo,
—¿Pero dónde termina todo eso?
—No puede terminar. Dimensiones inacabables. La muchacha se estremeció:
—Me espanta.
dimensiones. Y fíjate, ya sabes que nos volvemos al revés cuando la nave se hace irracional. ¿Es que puedes percibirlo?
—No. Y no estoy segura de creerlo.
ni siquiera derramas una gota, a pesar de que la sopa también se vuelve del revés. Por lo que a nosotros se refiere, no es sino un concepto matemático, como la raíz cuadrada de menos uno, con la que nos enredamos cuando sobrepasamos la velocidad de la luz. Ocurre eso con toda multidimensionalidad. No tienes que verlo, percibirlo ni comprenderlo, lo único que tienes que hacer es convertirlo en símbolos lógicos. Pero es real, si es

La chica le miraba con admiración:


—Debes ser muy inteligente, Thorby. «Nadie ha visto nunca un pensamiento.» Eso me gusta. Thorby se dignó aceptar el elogio.
Cuando regresó a su cabina, se encontró a Fritz leyendo en su cabina. Thorby sentía el calorcillo que produce


—Hola, Fritz, ¿Estás estudiando, o malgastando tu juventud?
—Hola. Estudiando; estudiando arte.
—No dejes que te coja la abuela.
—¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?
—Oh, estaba hablando con Loeen. Le estaba haciendo conocer el espacio-n... y la verdad es que me seguía con Fritz asumió un aire crítico:
—Sí, es inteligente. —Y añadió—: ¿Cuándo va la abuela a publicar las amonestaciones?
—¿De qué estás hablando?
—¿Nada de amonestaciones?
—No seas idiota.
—Ummm... te gusta su compañía. Y es brillante. ¿Quieres saber hasta qué punto es brillante?
—Dime.
—Tan brillante que enseñaba en la escuela de El Nido. Su especialidad eran las matemáticas. A decir verdad, la
—¡No lo creo!
—Da la casualidad de que transmití su historia. Pero pregúntaselo a ella.
—¡Así lo haré! ¿Y por qué no enseña matemáticas aquí?
—Pregúntaselo a la abuela. Thorby, mi querido y retrasado hermano, me parece que te caíste del nido. ¿Quieres
—Desde luego. De todos modos me lo darás.
Pero me sabe mal ver que un hombre se precipita a hacer una compra sin antes haber explorado el mercado. Con que resistas hasta el próximo salto, descubrirás que entre el Pueblo hay más de una chica guapa. Varios
—¡Pero si no estoy buscando mujer!
—¡Bah, bah! Es el deber del hombre. Pero espera la Reunión, ya verás cómo allí nos proveemos. Y ahora, calla
—¿Y quién es el que habla?


estaba desempeñando el papel principal en un galanteo, sin que se hubiese apercibido. Aquello le alarmó. Las palabras del doctor Mader le perturbaban el sueño «... antes de que la abuela decida casarte con alguien... si

Sisu? Si no estaba dispuesto a ser un comerciante durante toda su vida, tenía que marcharse mientras era aún soltero. Claro está que podía dejar pasar el tiempo, fijaos en Fritz. No es que tuviese nada en contra de Loeen, a

costumbres—, entonces Woolamurra era la mejor oportunidad que se le iba a presentar en años. Ni castas, ni gremios, ni pobreza, ni leyes de inmigración, ¡si hasta aceptaban mutantes! Thorby había visto hexadactilos, hirsutos, albinos, orejas lupinas, gigantes y otras modificaciones. Si un hombre era capaz de trabajar en aquel

¿Qué debería hacer? ¿Decir: «Perdonen ustedes», salir de la habitación y echar a correr? ¿Esconderse hasta que la Sisu diese el salto? ¡No podía hacer eso! Ni a padre, ni a la Sisu. Les debla demasiado.

Entonces, ¿qué? ¿Decirle a la abuela que se quería ir? Si es que le dejaba escapar, sería probablemente en algún punto fresco entre dos estrellas. La abuela consideraría la ingratitud como un pecado imperdonable.

Y además... Se acercaba la Reunión. Tenía grandes deseos de presenciarla. De manera que evitó el dilema posponiéndolo.
El capitán Krausa le toco sobre el hombro:


—Nos vamos.
—Lo siento, padre. Estaba pensando.
—Sigue pensando; es un buen ejercicio. Adiós, director, y gracias. Espero verle a usted la próxima vez que venga.
—No me encontrará, capitán. Voy a montar una estación que se extenderá hasta donde alcance la vista. Tierra propia. Si alguna vez se cansa de los puentes de acero, aquí hay sitio para usted, y para el muchacho.
La cara del capitán Krausa no reveló su repugnancia:


—Gracias. Pero no sabríamos cómo empezar a manejar un arado, somos comerciantes.
—A cada gato su rata.


Cuando hubieron salido, Thorby preguntó:


—¿Qué quiso decir, padre? He visto gatos, pero ¿qué son ratas?
—Una rata es un sorci, pero más pequeño y más mezquino. Quiso decir que cada hombre tiene un lugar que le
—¡Ah! —Siguieron caminando en silencio, y Thorby se preguntó si había encontrado ya el lugar que le


su presencia constituía un reproche. Era una nave correo, una nave hegemónica oficial tripulada por guardias. Las palabras de Baslim le sonaron acusadoramente en su mente: «...cuando se presente la oportunidad, pido que lo entregues al comandante de cualquier nave militar hegemónica».

evidentes, Y aquella nave serviría para el caso. Las deudas deben ser pagadas. Desgraciadamente la madre interpretaba estrictamente aquellas palabras. Y sabía por qué; estaba decidida a mostrar la Reunión al muchacho. Tenía la intención de sacar el mayor partido posible al hecho de que Sisu había pagado la deuda del

¡Pero no era justo para con el muchacho!


seguridad de que los antepasados de Thorby debían ser del Pueblo, y con el fichero del comodoro esperaba poder probarlo.

una gata acorralase a un muchacho tabú, y más valía quitarle en seguida de en medio. ¿Pero es que la madre creía que él no se daba cuenta de lo que ahora intentaba?

menos hasta que hubiese probado que el muchacho era del Pueblo, en cuyo caso habría pagado ya la deuda a Baslim.

Pero aquel correo de allí al lado estaba murmurando que él se sentía tan poco dispuesto a reconocer una


¡Pero era por el propio bien del chico! ¿Qué es la justicia?


chico todo el mensaje de Baslim. Decirle que podía irse a los mundos civilizados con el correo, decirle lo que tenía que hacer para encontrar a su familia. Pero decirle también que él, Krausa, creía que Thorby era del Pueblo, y que la posibilidad debía y podía ser comprobada antes. Sí, y decirle francamente que la Madre trataba de atarle a una esposa. La madre chillaría y citaría las Leyes, pero esto no entraba en la jurisdicción del

Con la columna vertebral enderezada, pero temblando, el capitán Krausa se dirigió a enfrentarse con su madre. Cuando la grúa los depositó en lo alto, el jefe de Cubierta les estaba esperando:
—Saludos del comandante, señor, desea ver al capitán.
—Es una coincidencia —dijo el capitán con determinación—. Ven, hijo. Iremos a verla los dos.
—Sí, padre.
Avanzaron por el curvo pasillo, y llegaron a la cabina del comandante. La mujer de Krausa estaba fuera:


—Hola, querida. El jefe de Cubierta dijo que madre me había enviado a buscar.
—Yo te envié a buscar.
—Se confundió en el mensaje. Sea lo que sea, te ruego termines pronto. Tengo prisa por ver a la madre.
—No se confundió el mensaje, el comandante, efectivamente, te envió a buscar.
—¿Cómo?
—Capitán, tu madre ha muerto.


lecho de su madre, se arrojó sobre él, abrazó la pequeña y exangüe figura que allí yacía, y comenzó a sollozar con la congoja terrible de un hombre acerado contra la emoción, que no puede controlarla cuando le domina.

Thorby le observó con asombrada pena, luego se fue a su litera y pensó. Intentó comprender por qué lo sentía Y entonces, ¿por qué se sentía tan perdido en aquel momento?
Era casi como cuando papi había muerto. Pero a papi lo quería, y a ella no.


Descubrió que no era él solo; todos los de la nave estaban conmocionados. No había nadie que pudiese
A semejanza del inextinguible fuego que impulsaba a la nave, la abuela había sido una fuerza infalible, dinámica, horario, típica ineficiencia fraki. Pero se había dormido con aquella férrea disciplina que habíase adaptado a cien
horarios diferentes.


Cuando su nuera fue a despertarla, no pudo hacerlo.


temperatura; revisar con Atena las minutas de los banquetes. Rhoda Krausa arrancó la página y pidió al jefe de Cubierta que avisase a su marido.

aquélla había ocupado. En ausencia del capitán, el comandante hizo una seña al ingeniero jefe, quien dijo las oraciones para los difuntos y ella pronunció las respuestas. Luego comieron en silencio. No se celebrarían

Luego el comandante se levantó:


estará disponible. —Hizo una pausa—. Los átomos proceden del espacio, y al espacio vuelven. El espíritu de Sisu sigue viviendo.

De repente, Thorby, ya no se sintió perdido.



Capítulo XIII


ochocientas grandes librecambistas dispuestas en un círculo de cuatro millas de diámetro... con Sisu en el círculo más interior —lo cual parecía complacer a la madre de Thorby—, luego más naves de las que Thorby sabía existían: Kraken, Deimos, James B. Quinn, Firefly, Bon Marché, Don Pedro, Cee Squared, Omega, El Nido
—Thorby decidió ir a ver cómo le iba a Mata—, Saint Christofer, Vega, Vega Prime, Galactic Banker, Romany
Había demasiadas. Si visitaba diez naves por día conseguiría verlas casi todas. Pero había demasiado que ver y


En el interior del círculo había un gran estadio temporal, mayor que el Nuevo Anfiteatro de Jubbulpore. Allí se celebraban elecciones, funerales y bodas, competiciones atléticas, diversiones, conciertos...

recreativas, salas de baile que nunca se cerraban, exposiciones de productos de ingeniería, decidores de fortuna, loterías con premios y de dinero; bares al aire libre, mostradores de bebidas sin alcohol que ofrecían toda clase de productos, desde jugos de frutas de bayas de los mundos de las Pléyades hasta un brebaje pardo que se

y siete veces más activa que la Calle de la Alegría cuando la flota estaba en puerto. Aquella era la oportunidad del fraki para conseguir un crédito relativamente honrado, a base de explotar a los más astutos hombres de negocios de la Galaxia; aquél era el día cuando le vendían a uno su propio sombrero si se lo descuidaba sobre el

ser completa, puesto que solamente había presenciado antes otra Gran Reunión. El comandante amonestó a los jóvenes antes de permitirles bajar a tierra, recordándoles que Sisu tenía reputación de buen comportamiento, y luego adjudicó a cada uno de ellos cien créditos, con la advertencia de que deberían durarles toda la Reunión.

Fritz aconsejó a Thorby que cobrase la mayor parte.


—Cuando se nos acabe, podemos enternecer al padre para que nos dé algo más para gastos. Pero no es Thorby asintió. No le sorprendió sentir la mano de un ratero; agarró la muñeca para averiguar qué era lo que Primeramente recuperó su cartera. Luego miró al ladrón. Era un joven fraki de cara sucia que le recordó a
—Mejor suerte la próxima vez —le dijo consolándole—. Aún no eres experto.


El muchacho pareció estar a punto de empezar a llorar. Thorby comenzó a soltarle. luego dijo:


—Fritz, mira a ver tu cartera.


Fritz así lo hizo; había desaparecido.


—Pues sí que...
—Devuélvela, chico.
—¡No la he cogido! ¡Suélteme!
—Devuélvela... antes de que te destornille la cabeza.


El chico devolvió la cartera de Fritz; Thorby le soltó. Fritz dijo:


—¿Por qué has hecho eso? Estaba tratando de encontrar un policía.
—Pues por eso.
—¿Cómo? No digas tonterías.
—Una vez intenté aprender esa profesión. No es fácil.
—¿Tú? Eso es un chiste muy necio, Thorby.
—¿Me recuerdas? ¿El ex fraki, el muchacho mendigo? Ese torpe intento de igualar la riqueza me hizo sentir
—No dejes que la madre se entere.
pero fui un buen mendigo, pues me enseñó el mejor, mi papi, Baslim el Tullido. No me avergüenzo de él, y todas las Leyes de Sisu no conseguirán que me avergüence.
—No trato de que te sientas avergonzado —dijo Fritz lentamente. Continuaron su camino, saboreando la multitud y las diversiones. Thorby dijo:
—¿Quieres que probemos aquella rueda? He descubierto el truco. Fritz meneó la cabeza.
—Mira eso que llaman premios.
—Desde luego. Lo que me interesaba era el funcionamiento.
—Thorby...
—¿Sí? ¿Por qué tanta solemnidad?
—¿Sabes quién era en realidad Baslim el Tullido? Thorby lo pensó:
—Era mi papi. Si hubiese querido que supiese algo más, me lo hubiese dicho.
—Umm. Así lo supongo.
—¿Pero tú lo sabes?
—Algo.
—Tengo curiosidad por saber una cosa. ¿Qué era la deuda que hizo que la abuela estuviese dispuesta a
—Ya he dicho bastante.
—Allá tú.
—Pero, maldita sea... ¡si todos los demás del Pueblo lo saben! Por fuerza se hablará de ello en esta Reunión.
—No hagas que te induzca a hablar, Fritz.
—Mira... pues, Baslim no siempre fue un mendigo.
—Hace ya tiempo que me lo figuro.
nadie me ha dicho que ahora se pueda hablar de ello. Pero hay un hecho que no es secreto entre el Pueblo... y tú eres uno de los del Pueblo.

Hansea está ahora ahí fuera. Aquel que lleva un escudo pintado. No puedo decirte más, pues se puso un tabú sobre lo que ocurrió; se trata de algo tan vergonzoso que nunca hablamos de ello.

bordo. Si te identificases como quien eres en relación a Baslim, no se podrían negar. Si bien luego el comandante quizá fuese a su cabina y tuviese un ataque de histeria.

hicieron, y después de velocidades superiores a la de la luz y de aceleraciones de hasta cien gravedades, Thorby descubrió que un coche de rodillos era demasiado para él. Casi perdió su almuerzo.

funerales, servicios en memoria de las naves perdidas, matrimonios y mucha transferencia de jóvenes hembras, hay también asuntos que afectan a todo el Pueblo y, lo importante, la cuestión suprema de la compra de naves.
también se reproducen. Sisu estaba lleno de gente, hinchado de ganancias en uranio y en torio; era hora de que la Familia se dividiese. Por lo menos un tercio de las Familias tenía la misma necesidad de cambiar riquezas por espacio vital; los corredores fraki se frotaban las manos, calculando mentalmente comisiones. Las naves estelares no se venden tan fácilmente como los refrescos; los propietarios de los astilleros y sus agentes con

Galácticas, o bien construidas por la Corporación de Ingenieros del Espacio o Naves Hekate, o Propulsión, S.A., o Hascomb e Hijos, todos ellos gigantes en su ramo. Pero habría pastel para todos. El corredor que no representaba a un constructor tendría a lo mejor la exclusiva de venta de una nave de segunda mano, o una confidencia al efecto de que los propietarios de una nave quizás escucharían si el precio era justo; un hombre

convertirse en dos familias, o bien una nave podía unirse a otra para comprar una tercera, la cual sería ocupada por personal de las otras dos. La división proporcionaba mucho prestigio. Era prueba de que la familia que la administraba era de comerciantes maestros, capaces de sacar a sus chicos al mundo sin necesidad de ayuda. Pero en la práctica generalmente la elección se reducía a una cosa; unirse a otra nave y dividir el costo, e incluso

podido producir un gemelo. Pero hacía diez años, en la última Gran Reunión, la abuela había comprometido a Sisu como garantía junto a las naves padres de una nave recién nacida. La nueva nave dio un banquete en honor de Sisu, luego saltó a la oscuridad y no volvió nunca más. El espacio es inmenso. Recordaron su nombre en la

mella. Las naves padres reembolsarían al Sisu —las deudas se pagan siempre— pero habían salido de la última reunión muy flacas después de haber criado; después de haber pagado su propio compromiso se habían quedado en piel y huesos. Y no se hostiga a un enfermo; se espera.

uno cuida de los suyos. Además, era buen negocio; un comerciante que no esté dispuesto a otorgar crédito, pronto descubre que tampoco se le concede a él. Tal como estaban las cosas, Sisu podía girar contra cualquier librecambista en cualquier parte, con la seguridad de que se le haría honor.
Pero aquello había dejado a Sisu con menos efectivos de lo que hubiera tenido en el preciso momento en que la se quedó a bordo pero no inactiva; desde su sucesión a comandante apenas si había dormido. Aquel día trabajó
en su despacho, quedándose para hablar con otros comandantes por medio del teléfono instalado para la
Reunión por los servicios de la ciudad. Cuando le llevaron el almuerzo, hizo seña de que lo dejasen sobre la mesa; cuando su esposo volvió, no lo había tocado todavía. El entró y se sentó, cansado. Su esposa estaba

—A base de una nave Hascomb F-dos, la hipoteca consistía en un cincuenta por ciento.
—Rhoda, Sisu no puede financiar una nave.
—Pero tanto Gus como Dupont firmarían también... en su caso, es lo mismo que si fuese efectivo.
—Si es que su crédito da para tanto.
—Y el Nuevo Hansea se agarraría a la oportunidad —dadas las circunstancias— y...
—¡Rhoda! Hace dos Reuniones tú eras joven, pero ya sabes que la deuda recae sobre todos por igual... no precipitaría ante la oportunidad... bajo un tabú de secreto que comprometiese hasta el fin del tiempo. No obstante los gastos se llevarían demasiado. ¿Fuiste a ver una Galactic Lambda?
—No tuve necesidad; no corren.
—¡Qué hombres! Yo diría que ochenta gravedades ya es correr.
—No lo dirías si tuvieses que estar donde hay que preocuparse. Los de la clase Lambda fueron diseñados para
—Eres demasiado conservador, Fjalar.
—Y continuaré siéndolo en lo que se refiere a la seguridad de la nave.
—Sin duda. Y Yo tendré que encontrar soluciones que encajen en tus prejuicios.


le requirió para que recibiese a oficiales principales de otras naves. Con frecuencia uno de los visitantes llevaba consigo una hija o una nieta, y Thorby tenía que ocuparse de la muchacha mientras los mayores hablaban. Aprendió algo que llamaban bailar, fue hubiese enorgullecido a cualquier hombre con dos pies izquierdos y
Las visitas de madre le preguntaban sobre papi, y él intentaba ser cortés, pero le molestaba que todo el mundo Pero le pareció que el servicio podía ser compartido. Thorby se dio cuenta de que él era el hijo menor, pero Fritz
también era soltero. Sugirió que si Fritz se ofrecía de voluntario, el favor podía ser devuelto más tarde.


—¿Qué puedes ofrecerme que me compense por el tiempo en tierra durante la Reunión?
—Pues...
Cuando dice tú, quiere decir tú. —Fritz bostezó—. ¡Estoy rendido! Una pequeña pelirroja del Saint Louis quiso bailar toda la noche. Márchate y déjame dormir antes del banquete.

padre, sin que hubiese posibilidad de que madre les hiciese cambiar de opinión; estaba fuera de la nave. Era el Día del Recuerdo. Las ceremonias no comenzaban hasta mediodía, pero madre había salido temprano para algo

La mente de Thorby estaba ocupada con otras cuestiones. Las ceremonias terminarían con un recuerdo a papi. Padre le había dicho que le instruiría sobre lo que tenía que hacer, pero le preocupaba.

Thorby y su padre salieron de Sisu dos horas antes de las ceremonias. El capitán Krausa dijo:


—Tanto vale que nos divirtamos. Recordar es algo agradable, si se hace del modo adecuado, pero aquellos
—Padre... ¿qué es lo que tengo que hacer cuando llegue la hora de papi... de Baslim?
—Poca cosa. Te sientas enfrente durante el sermón, y dices las respuestas a la Oración por los Muertos. ¿Sabes
—No estoy seguro.
—Te lo escribiré. Y por lo demás... bueno, ya me verás a mí hacer lo mismo por mi madre, tu abuela. Obsérvame,
—Está bien, padre.
—Ahora descansemos.


a un coche de tierra. Parecía más rápido que los que había visto en Jubbul, y casi tan frenético como los de los Losianos. Llegaron a la estación del carril sin más que un intercambio de cumplidos entre su conductor y otro, pero la carrera fue tan rápida que Thorby vio poco de la ciudad de Artemis.

Se vio nuevamente sorprendido cuando padre tomó unos billetes:


—¿Adónde vamos?
—Un paseo por el campo —respondió el capitán mirando su reloj—. Tenemos tiempo de sobras. El monocarril daba sensación de velocidad.
—¿A qué velocidad vamos, padre?
—Diría que a unos doscientos kilómetros por hora, aproximadamente.
—Parece más.
—Es lo bastante para romperte el cuello. Es lo más de prisa posible.
astilleros, pero era nuevo y diferente; Thorby lo contempló ávidamente y decidió que la reserva del Sargon era una insignificante empresa comparado con aquello. La estación donde bajaron estaba situada junto a una larga y alta pared; tras ella Thorby pudo divisar unas naves espaciales.

—¿Dónde estamos?
—Campo militar. Tengo que ver a un hombre, y hoy precisamente tenemos tiempo. —Se dirigieron caminando a
—Thorby...
—¿Sí, padre?
—¿Recuerdas el mensaje de Baslim que me comunicaste?
—Sí.
—¿Puedes repetirlo?
—¿Cómo? No sé, padre, ha pasado mucho tiempo.
—Inténtalo. Empieza en: «Al capitón Fjalar Krausa, patrón de la Nave Estelar Sisu, de Baslim el Tullido: ¡Saludos,
—«Saludos, viejo amigo» repitió Thorby, «Saludos a tu familia y clan y...» Pero... si lo comprendo.
—Claro —dijo con suavidad Krausa—. Este día es el Día del Recuerdo. Prosigue.


mis humildes respetos a tu respetada madre. Te hablo por boca de mi hijo adoptivo. No entiende el finlandés».
¡Oh, pero sí que lo entiendo!


—Prosigue.


continuase. Thorby consiguió llegar hasta el final, si bien la voz le temblaba. Krausa le dejó llorar un momento antes de decirle con severidad que se secase la cara y se serenase:

—Hijo... ¿oíste la parte de en medio? ¿La entendiste?
—Sí, sí... Me figuro que sí.
—Entonces ya sabes lo que tengo que hacer.
—¿Quieres decir... que tengo que dejar Sisu?
presentado... y he tenido que esforzarme por conseguirla. Es casi con seguridad la última. Baslim no me regaló a ti, hijo... fue solamente un préstamo. Y ahora tengo que devolver el préstamo. ¿Te haces cargo, verdad?
—Pues... supongo que sí.
los entregó a Thorby— Ponlo en tu bolsillo. Hubiese deseado que fuese más, pero fue todo lo que pude sacar sin despertar las sospechas de tu madre. Quizá te envíe más antes de que saltes.

Thorby lo cogió sin mirarlo, a pesar de que era más dinero de lo que nunca había tocado antes:


—Padre... ¿quiere decir que ya he salido de Sisu? Krausa se había vuelto. Se detuvo.
—Vale más así, hijo. Las despedidas no consuelan, sólo el recuerdo es un consuelo. Además, así tiene que ser. Thorby tragó saliva.
—Sí, señor.
—Vámonos.
Caminaron rápidamente hacia la vigilada puerta. Habían casi llegado cuando Thorby se detuvo:


—Padre... ¡no quiero ir!


Krausa le miró sin expresión ninguna:


—No tienes necesidad de irte.
—Creí que usted había dicho que era necesario.
Pero ahí termina mi obligación; mi deuda queda pagada. Yo no te ordenaré que dejes la Familia. Lo demás es idea de Baslim... concebida, sin duda alguna, con la mejor intención respecto a tu futuro. Pero si te sientes o no obligado a ejecutar sus deseos es algo entre tú y Baslim. Yo no puedo decidir por ti. Cualquiera que sea la deuda

había dicho que hiciera? «Puedo confiar en ti? ¿No te olvidarás?». Sí, pero ¿qué, papi? «No quemes ofrendas... no hagas sino transmitir un mensaje, y luego otra cosa; haz lo que aquel hombre te sugiera.» Sí, papi, pero el

Krausa dijo apresuradamente:


—No tenemos mucho tiempo disponible. Tengo que regresar. Pero, hijo, sea lo que fuere que decidas, es
—«Es la última cosa que deseo de ti, hijo... ¿puedo confiar en ti» —dijo papi con apremio dentro de su cabeza. Thorby suspiró:
—Me parece que debo hacerlo, padre.
—A mí también me lo parece. Apresurémonos.


Un fraki armado y apuesto los escoltó a la grúa del Crucero de Guardias Hydra, y luego hasta una oficina que


El secretario de la Nave era un joven teniente correcto y atildado, que les condujo a presencia del comandante.


—¿Capitán Krausa? ¿Del librecambista Sisu, verdad? Soy el coronel Brisby, comandante.
—Me alegro de haber venido, capitán.
—Me alegro de tenerle a usted aquí. ¿Como van los negocios? —Miró a Thorby—. ¿Uno de sus oficiales?
—Sí y no.
—¿Cómo?
—¿Coronel? ¿Me permite que le pregunte en qué clase se graduó?
—¿Qué? Cero-ocho. ¿Por qué lo pregunta?
—Me parece que puedo contestarle. Este muchacho es Thorby Baslim, hijo adoptivo del coronel Ricardo Baslim.



Capítulo XIV


¿Cómo?


—¿Es que el nombre significa algo para usted?
—Naturalmente. —Miró fijamente a Thorby—. No hay parecido.
—Dije adoptivo. El coronel le adoptó en Jubbul.
El coronel Brisby cerró la puerta, y dijo a Krausa:


—El coronel Baslim ha muerto. O bien «desaparecido y presumido muerto», desde hace dos años.
—Ya lo sé. El muchacho ha estado conmigo. Puedo informar acerca de algunos detalles de la muerte del coronel,
—¿Era usted uno de sus correos?
—Sí.
—¿Puede probarlo?
—X tres cero siete nueve código FT.
—Eso puede ser comprobado. De momento lo supondremos así. ¿De qué manera identifica usted a...
—¿Thorby Baslim?


Thorby no podía seguir la conversación. ¿Qué quería decir eso de que papi era un coronel? Papi era Baslim el El coronel se volvió al capitán Krausa.
—Está bien. Pero no sé en virtud de qué ordenanza estoy autorizado a hacerlo.
—Ciudadano en peligro —sugirió Krausa.
—Está bien. Así lo haré.
—Gracias, comandante. —Krausa miró su reloj—. ¿Puedo retirarme? La verdad es que me es preciso.
—Un segundo. ¿De modo que sencillamente le deja usted conmigo?
—Lo lamento, pero así tiene que ser. Krausa se enfrentó con Thorby.
—Ven aquí, hijo. Ahora tengo que marcharme. Quizás algún día puedas asistir a una Reunión.
—Lo intentaré, padre.
—De lo contrario... bueno, la sangre permanece en el acero, y el acero en la sangre. Sigues siendo Sisu.
—El acero permanece en la sangre.
—Buen negocio, hijo. Sé buen chico.
—Buen... negocio... ¡Oh, padre!
—¡No! Conseguirás que yo también lo haga. Escúchame; yo me encargaré de tus respuestas esta tarde. No
—Sí, padre.
—Tu madre te quiere... y yo también. Llamaron a la puerta:
—El coche le espera, capitán.
—Gracias, comandante. —Krausa besó a Thorby en las dos mejillas y se volvió rápidamente, de modo que lo El coronel Brisby volvió al cabo de unos momentos, se sentó, miró a Thorby y dijo:
—No sé exactamente qué hacer contigo, pero ya nos arreglaremos.
—¿Señor?
—¿Sí?
—¿Baslim era un coronel? ¿De su servicio?
—Pues... sí.
Thorby había tenido unos minutos para pensar y las viejas memorias habían revivido. Dijo con vacilación:


—Tengo un mensaje para usted..., me parece.
—¿Del coronel Baslim?
—Sí, señor. Tendría que estar en ligero trance. Pero me parece que puedo empezarlo. —Con cuidado Thorby El coronel cerró apresuradamente la puerta. Y dijo con decisión:
—Nunca utilices ese código a menos de que estés seguro de que todos los que puedan oírlo estén autorizados.
—Lo siento, señor.
—No ha tenido importancia. Pero todo lo de este código es ardiente. —Oprimió un botón y dijo—: Eddie,


vicecoronel «Stinky» Stancke, y el capitán médico psicólogo de la nave, Isadore Krishnamurati. La sesión procedió lentamente, pero finalmente el psicólogo se enderezó y se enjugó la cara:

—Me parece que eso es todo —dijo con voz cansada—. ¿Pero, qué es?
—Olvídese de lo que ha oído, doc —aconsejó Brisby—. O mejor aún córtese el pescuezo.
—Gracias, jefe.
—¿Conociste a Baslim «Stinky»?
—Un curso bajo su dirección en armas psicológicas, mi último año en la Academia.
nave propia no hago sino preguntarme: «¿Qué haría Baslim?» Era el mejor comandante que una nave haya jamás tenido.
—¿Estuvo usted en el salvamento del Hansea?
—No, por fortuna. Aquello fue asunto de armas de mano. Algo sucio.
—Lo que no he podido entender es esto: ¿qué hacía un oficial comandante en una partida de desembarco?
—El Viejo solamente seguía las ordenanzas cuando estaba de acuerdo con ellas. Quería atacar con sus manos a los mercaderes de esclavos... les odiaba con una pasión fría. Y así fue que volvió hecho un héroe.

presentó un mensaje. Brisby lo reconoció en el acto. La noche anterior se había dado cuenta de que tenía que procurar la identificación del hijo adoptivo del coronel Baslim y había dado órdenes de que se sacasen las huellas

Thorby miró el mensaje:


—¿No ha salido todavía?
—No, el laboratorio fotográfico está codificando las huellas. Pero no se como cargar el costo de la identificación.
—¿Cómo?
—Eso simplificaría las cosas. Brisby frunció el ceño:
—Comprendo. Podía llevarle conmigo legalmente. Eso le daría a usted un número para hacer el cargo. Pero no
—Se le puede preguntar. ¿Qué edad tiene?
—Dudo que lo sepa. Es huérfano.
documentación a Personal-Bu Hacen una comprobación de rutina, del hombre del planeta de origen... me figuro que Hekate, puesto que lo encontramos allí. No lo encuentran registrado en aquel planeta, y pasan el informe a Seguridad-Bu, los cuales comienzan entonces a hacer las investigaciones que deseamos, primeramente en Tycho, luego en todos los demás lugares, bajo prioridad de seguridad. Y así le identifican, o no le identifican,
—Está bien; veremos si convencemos al chico.


En vez de enviar a buscar al muchacho, Brisby indicó al médico que le examinase. El comandante médico Stein, acompañado del capitán médico Krishnamurati informaron a Brisby antes del mediodía.

—No hay objeción física, capitán. Dejaré que el oficial psíquico hable.
—Está bien. Y, de paso, ¿qué edad tiene?
—No lo sé.
—Sí, sí —exclamó Brisby con impaciencia— pero, ¿qué edad creen que tiene? El doctor Stein se encogió de hombros:
pequeña gravedad? ¿índice metabólico del planeta? Podía no tener menos de diez años standard, o hasta
treinta, por lo que a su aspecto físico, se refiere. Puedo atribuirle una edad ajustada ficticia, suponiendo que no hay mutaciones de importancia y un ambiente equivalente al de Tierra... una edad ajustada de no menos de
—Tiene una marca tatuada —dijo el Dr. Krishnamurati—, que podría proporcionar un indicio. Una marca de
—¿Fechada?
—Es solamente una manumisión... una fecha argonesa que encaja en su historia. La marca es de factor, sin
—Lástima. Bueno, ahora que ha pasado su examen médico, le enviaré a buscar.
—Coronel.
—¿Sí, Kris?
—No puedo recomendar el alistamiento.
—¿Cómo? Está tan bien de salud como usted.
—Sin duda. Pero es arriesgado.
—¿Por qué?
parecido al de un perro maltratado a ratos. En sus años formativos ha sufrido una serie de experiencias traumáticas, la última de las cuales ocurrió ayer. Está confuso y deprimido. Como aquel perro, puede empezar a gruñir y morder en cualquier momento. No debería ser sometido a nuevas presiones; necesita cuidados
estado en un buen medio durante los dos últimos años. —Brisby recordó la despedida que había presenciado involuntariamente—. Y antes de eso estaba en manos del coronel Richard Baslim. ¿Oyó usted alguna vez hablar
—Conozco su reputación.
muchacho. De acuerdo con que el muchacho lo ha pasado mal, pero también es cierto que ha sido ayudado por uno de los hombres más cuerdos, y más humanos que jamás hayan vestido uniforme.

hombre que había conocido a papi. Aquella habitación era donde había tenido que despedirse del padre; las ideas que flotaban en aquel ambiente no eran alegres.

ofrecían una posición, no mucho, según pudo comprender, pero algo. Nunca se le había ocurrido pensar que la posición entre los frakis podía importar, ni siquiera a un fraki.

—No es necesario que lo hagas —concluyó diciendo el coronel Brisby—, pero simplificará lo que el coronel
decir; su propio clan, cuya existencia no había conseguido nunca imaginarse. ¿Es que realmente tenía parientes consanguíneos en alguna parte?
—Me figuro que sí —dijo lentamente—. No lo sé.
oficialmente en uno de nosotros. ¿Qué opinas? Guardia de tercera clase... treinta por mes, todo lo que puedas comer, y sueño insuficiente. Y gloria. No es mucho.
—¿Es éste el mismo servicio donde papi... el coronel Baslim, servía?
—Sí, el mismo servicio. El coronel Baslim era uno de sus miembros más distinguidos.
—Entonces quiero ser adoptado.
—Alistado.
—Lo que sea.



Capítulo XV


monetario por una cantidad igual a la ochenta y tresava parte de la apreciación de Sisu entre Jubbul y Hekate, cantidad muy considerable.
tu madre». También recibió un paquete con sus posesiones y una nota de Fritz: «Querido hermano: Nadie me dijo nada sobre los recientes acontecimientos, pero en la vieja nave el ambiente ha estado algo tenso durante estos últimos días. Si no fuera algo inconcebible, diría que ha habido una diferencia de opinión en las altas

Fritz


ninguna para convertirse en un guardia; la Hydra llenaba su complemento en muchos planetas, y entre sus compañeros los había altos y bajos, rudos y delicados, velludos y barbilampiños, mutacionados y

hacer. Su trabajo era la limpieza de compartimientos, y su puesto de combate era correo del oficial de Armamentos, para el caso de que los teléfonos fallasen, lo cual quería decir que estaba disponible para ir a

de «caza». La Hydra era muy veloz, trescientas gravedades; buscaba trabar combate con corsarios que naves como la Sisu procuraban evitar si les era posible. A pesar de su numeroso complemento y pesado armamento, la Hydra consistía principalmente en planta energética y tanques de combustible.

encuentran a una distancia de muchos eslabones de un recluta, pero Brisby enviaba con frecuencia a buscar a Thorby.

Brisby recibió autorización del Cuerpo Exótico para discutir el informe del coronel Baslim con el correo de Primeramente Thorby fue advertido de la necesidad de mantener cerrada la boca. Brisby le indicó que el castigo
—Pero no se trata de eso. Tenemos que tener la seguridad de que la cuestión no se presentará nunca. De lo Thorby vaciló:
—¿Cómo puedo saber si mantendré cerrada la boca, si no sé de qué se trata? Brisby pareció enojado:
—Yo te lo puedo mandar.
—Sí, señor. Y yo diré: «Sí, señor». ¿Pero es que eso le da a usted la seguridad de que no arriesgaré ser juzgado
¿comprendes? De lo contrario, te haré pedazos con mis propias manos. ¡Ningún jovenzuelo va a jugar conmigo en lo que se refiere al trabajo del Viejo!

Thorby se tranquilizó:


—¿Por qué no dijo usted que se trataba de esto, capitán? No hablaría nunca de nada de lo de papi... fue lo
—¡Ah! —dijo Brisby sonriendo—. Debí habérmelo figurado.
—Supongo —añadió Thorby pensativamente— que no hay inconveniente en que le hable a usted. Brisby quedó sorprendido:
—No me había dado cuenta de que eso era un arma de dos filos. Pero lo es. Te puedo enseñar un despacho de su cuerpo, diciéndome que discuta su informe contigo. ¿Es eso suficiente para convencerte?

más joven, a fin de convencer a dicho joven de que su oficial comandante tenía derecho a hablar con él. En aquel momento aquello parecía razonable, pero más tarde el coronel tuvo sus dudas.

Thorby leyó la traducción del despacho y asintió con la cabeza:


—Lo que usted quiera, capitán. Estoy seguro de que papi estaría de acuerdo.
—Está bien. ¿Sabes lo que él hacía?
llevar sus mensajes, y era siempre muy secreto. Pero nunca supe por qué. —Thorby frunció el ceño—. Decían que era un espía.
—Agente del servicio secreto suena mejor. Thorby se encogió de hombros:
—Si lo que hacía era espiar, lo hubiese llamado así. Papi nunca se asustaba de las palabras.
—No, nunca se asustaba de las palabras —asintió Brisby—. Deja que te explique... ¿sabes algo de historia
—No mucho.
habíamos llenado Terra, había fronteras en la superficie. Cada vez que se descubría nuevo territorio, se producían siempre tres fenómenos: los comerciantes que se adelantaban arriesgándose, los bandidos que acechaban a los hombres decentes, y un comercio en esclavos. Hoy en día ocurre lo mismo, cuando estamos avanzando a través del espacio en vez de a través de mares y praderas. Los comerciantes de las fronteras son aventureros que se arriesgan mucho para lograr grandes ganancias. Los bandidos, ya sean partidas por los montes, piratas de los mares, o corsarios del espacio, aparecen en cualquier área que no esté bajo la protección de la policía. Ambos son temporales. Pero la esclavitud es otra cosa... es la costumbre más viciosa que puedan adquirir los humanos, y la más difícil de quebrantar. Aparece en cada nuevo país y es terriblemente difícil de

Brisby suspiró:


En lo que trabajamos es en la imposible empresa de mantener orden en la frontera, un globo de una circunferencia de tres mil años de luz, nadie puede comprender lo grande que es; la mente no puede asimilarlo.
pensar en ello le ponía enfermo, lo he visto yo mismo. Perdió una pierna y un ojo, me figuro que ya lo sabes, al rescatar un cargamento de esclavos de un depósito.

»Aquello hubiera satisfecho a la mayoría de los oficiales, volver a casa y retirarse. Pero no al viejo. Se dedicó a enseñar durante unos cuantos años, luego volvió al cuerpo que podía aceptarle, y presentó un plan.

años, y nunca aceptaron la Hegemonía después de haberse desprendido como colonias. Los Nueve Mundos no se califican por derechos humanos, ni quieren calificarse. Y así es que nosotros no podemos ir allí, ni ellos

funcionaba en la Sargonia. Su argumento era que los traficantes tienen que tener naves, tienen que tener bases, tienen que tener mercados; no es solamente un vicio, sino un negocio. Así fue que decidió irse allí y estudiarlo.

absurdas. Pero ni ellos probablemente le hubiesen aceptado como agente si no hubiese dispuesto de un esquema para hacer salir sus informes. Un agente no podía entrar y salir, ni utilizar el correo —no lo hay entre ellos y nosotros— y desde luego no podía instalar un comunicador por el espacio-n, que hubiese sido evidente.

éstos evitan la política como si fuese veneno, como tú bien sabes, mejor que yo, y hacen todo lo posible para no ofender las costumbres locales. Pero a él le debían un gran favor.

podría informar por medio de sus amigos, y le dejaron que lo intentase. Me figuro que nadie sabía que intentaba pasar por mendigo, dudo que lo hubiese proyectado así; siempre fue muy bueno improvisando. Y consiguió

»Este es el fondo en líneas generales, y ahora quiero sacarte todos los hechos posibles. Puedes hablarnos de los Thorby dijo con sobriedad:
—Diré todo lo que pueda, pero no sé gran cosa.
—Sabes más de lo que te figuras. ¿Permitirás que el oficial psíquico te vuelva a poner en trance y procure
—Todo me parece bien si ha de servir para cooperar al trabajo de papi.
—Probablemente será así. Y otra cosa... —Brisby atravesó la cabina, y le enseñó una hoja en la que se veía la Thorby abrió los ojos:
—Un crucero sargonés. Brisby le presentó otra:
—¿Y ésta?
—Esta se parece a una de esclavos que tocaba en Jubbulpore dos veces al año.
archivo, construidas por nuestro mayor astillero. Si las viste en Jubbulpore, o bien eran copias, o nos las habrían comprado.

Thorby quedó pensativo un momento:


—Allá también construyen naves.
—Eso es lo que me han dicho. ¡Pero el coronel Baslim ha informado de que el tráfico de esclavos recibe ayuda
hipnosis por el doctor Krishnamurati. Brisby siempre mencionaba las investigaciones en busca de la identidad de Thorby, y se decía que el coronel Baslim no se equivocaba nunca y que el asunto se resolvería. No obstante, estaba impaciente por recibir el despacho que revelaría quién era Thorby.

Su oficial ejecutivo estaba con él cuando el despacho llegó por fin. Estaba en código, y diez minutos después


«RESULTADO NEGATIVO INVESTIGACIÓN IDENTIDAD BASLIM THORBY. TRANSFIERA CUALQUIER ESTACIÓN


—Me siento como si me hubiese portado mal con el Viejo. Estaba seguro de que el muchacho era un ciudadano
—Me imagino que a millones de ciudadanos les sería muy difícil probar quiénes son. Puede ser que el coronel Baslim haya tenido razón, y no obstante que no sea posible probarlo —replicó Stancke.
—Me repugna tenerle que transferir. Me siento responsable.
—No es culpa suya.
—Usted nunca sirvió a las órdenes del coronel Baslim. Era fácil contentarle... lo único que quería era una
—Deje de culparse. Tiene que aceptar el informe.
—Más valdrá pasar el mal trago pronto. ¡Eddie! Quiero ver al artillero Baslim.


Thorby se dio cuenta de que el capitán tenía cara seria, pero eso ocurría con frecuencia.


—Thorby...
—¿Sí, señor? —Thorby se sorprendió, pues si bien el capitán a veces usaba su nombre de pila, por que era aquél
—Se ha recibido el informe acerca de tu identificación.
—¿Eh? —Thorby sintió una inmensa alegría. ¡Iba a saber quién era!
—No te pueden identificar. —Brisby esperó, luego dijo muy bruscamente—: ¿Lo has comprendido? Thorby tragó saliva:
—Sí, señor. No saben quién soy. No soy... nadie.
—¡Tonterías! Sigues siendo tú mismo.
—Sí, señor. ¿Eso es todo? ¿Puedo retirarme?
Pero no te preocupes. Probablemente permitirán que sirvas el tiempo de tu alistamiento, si es que lo deseas. En todo caso, no te pueden hacer nada; no has hecho nada malo.
—Sí, señor —repitió mecánicamente Thorby.


subastador, oyendo cómo entonaba su descripción, mientras ojos fríos le contemplaban fijamente. Pero se repuso y se quedó sencillamente quieto durante el resto del día. No fue sino cuando el compartimiento se quedó a oscuras que mordió su almohada, murmurando.

—Papi... ¡oh, papi!


El coronel y el vicecoronel estaban pensativos en la oficina de Brisby:


trance. Debía haber hecho caso de mi oficial psíquico. Ese muchacho me preocupa. Usted no estaba allí cuando recibió la mala noticia. Debió usted haberle visto.

La rechoncha cara de Stancke mostraba que estaba sumido en sus propios pensamientos:
—Jefe, ¿qué edad tenía este muchacho cuando fue capturado?
—Kris cree que debía tener unos cuatro años.
—Capitán, en el lugar donde usted nació, ¿a qué edad le tomaban las huellas dactilares, clasificaban por la
—Pues... cuando entraba en la escuela.
—Y en mi caso lo mismo. Apostaría a que en casi todas partes esperan el mismo tiempo. Brisby parpadeó:
—¡Es por eso que no tienen ninguna información.
—Es posible. Pero en Riff toman la identidad a los niños antes de que salgan de la sala de partos.
—En mi país también. Pero...
—¡Desde luego, desde luego! Es lo corriente, pero, ¿cómo?


Brisby permaneció inexpresivo. Luego dio un golpe sobre su mesa:


—¡Huellas de los pies! ¡Y no las enviamos!. —dijo por teléfono—: ¡Eddie! ¡Que venga inmediatamente Baslim! Thorby se apresuró a acudir y el coronel Brisby le miró fijamente:
—¡Baslim, quítate los zapatos!
—¿Señor?
—¡Quítate los zapatos!


horas. Llegó a la Hydra cuando ésta se estaba acercando a Ultima Thule. El coronel Brisby lo descifró cuando la nave había ya atracado.

TERRA NO HEKATE. TRANSFIERA RUDBECK RÁPIDAMENTE MILORCOM TERRA LICENCIA LLEGADA PARIENTES NOTIFICADOS REPITO RÁPIDAMENTE CHEBUPERS.»

Brisby se reía en voz muy baja:


—El coronel Baslim nunca se equivoca. Muerto o vivo, nunca se equivoca.
—Jefe...
—¿Eh?
—Vuélvala a leer. ¿Se ha enterado de quién es? Brisby leyó el despacho. Luego dijo en voz muy baja:
—¿Por qué han de suceder cosas así a la Hydra?


después de un viaje de trescientos años de luz, fue el campo entre la Hydra y el Correo de Guardias Ariel. Tres semanas después estaba en Terra. Se sentía mareado.



Capítulo XVI
visitarla, no ha intentado expresar la añoranza de los hombres por la cuna de la humanidad... por sus frescas y verdes colinas, sus cielos rasgados de graciosas nubes, sus inquietos océanos, su encanto cálido y maternal.

Ariel. El capitán de guardias N'Gangi, capitán de la nave correo, le señaló las agudas sombras de las pirámides de Egipto.

de tres ingenieros y tres astronavegantes, todos los cuales estaban generalmente de guardia o dormidos. Empezó mal porque el capitán N'Gangi se había molestado al recibir de la Hydra un mensaje de «esperen pasajero»; las naves correo no están acostumbradas a esperar, tienen que llevar el correo.

(un cajón bajo la litera del capitán); cuando llegaron cerca de Sol ya se le había pasado el mal humor al capitán... pero lo recuperó al recibir órdenes de aterrizar en el campo de Galactic Enterprises en vez de hacerlo en la Base de Guardias. Pero N'Gangi le estrechó la mano al licenciar a Thorby y entregarle su paga.

busca un ascensor que se detuvo frente a la escotilla, ofreciéndole fácil salida. Un hombre vestido de uniforme se acercó a su encuentro:

—¿Mister Rudbek?
—Soy yo... supongo.
—Por aquí, por favor, mister Rudbek.


eran un hombre de aspecto confiado y cabello gris, y la otra una mujer joven. Ambos iban vestidos con lo que debía costar más de un año de paga de un guardia. Thorby no lo apreció en el caso del hombre, pero su ojo de comerciante se dio cuenta en el de la mujer; era cosa cara ofrecer un aspecto tan modestamente provocativo.

de oro. Le sorprendió el corte de su vestido; había visto hermosas damas en Jubbulpore, donde el clima permitía vestidos puramente decorativos, mientras que aquí la elección en la exhibición de piel tenía un aspecto diferente. Thorby se dio pronto cuenta de que tendría que acostumbrarse nuevamente a diferentes costumbres.

El hombre de aspecto importante se dirigió a su encuentro en cuanto salió del ascensor:


—¡Thor! ¡Bienvenido al hogar, muchacho! —Y estrechó la mano de Thorby—: Soy John Weemsby. Te he hecho La muchacha del cabello verde colocó sus manos sobre los hombros de Thorby y le besó. El no devolvió el
—Es algo maravilloso que estés otra vez en casa, Thor.
—Gracias...
—Y ahora tienes que saludar a tus abuelos —anunció Weemsby—. El profesor Bradley... y tu abuela Bradley.


arreglada; lo mismo que Weemsby, iba vestido de chaqué, pantalones ajustados y capa corta. La mujer era de facciones agradables y despiertas, y tenía ojos azules; su vestido no era como el de Leda, pero parecía irle bien.

—Es como si mi hijo volviese a casa.


El más viejo de los hombres le dio la mano vigorosamente:


—¡Es un milagro, hijo mío! Eres exactamente como tu padre. ¿No es verdad, querida?
—¡Desde luego!


Luego el hombre que decía ser tío Jack dijo con cortés autoridad:
—Valdrá más que nos vayamos. Estoy seguro de que el muchacho estará cansado. Le llevaré a casa, ¿no? llegaron hasta un pequeño aeropuerto, donde un aparato estaba esperando, y tras él otro más pequeño, ambos
de una forma elipsoide, alargados y lisos. Weemsby se detuvo:
—¿Irás bien? —preguntó a mistress Bradley.
—Sin duda —respondió el profesor Bradley. —¿Fue satisfactorio el coche?
—Excelente. Un salto muy agradable. Ya te llamaré cuando haya tenido la oportunidad de orientarte.
—Claro. Esperaremos.


Thorby se embarcó con Weemsby y Leda en el mayor de los coches. Mister Weemsby se detuvo en el pasadizo central:
—¿Y por qué no vais delante vosotros dos, y disfrutáis del salto? Me esperan unas llamadas.
—Desde luego, papá.
—¿Me excusas, Thor? Hay que seguir trabajando... tío Jack tiene que volver a las minas.
—Sin duda... tío Jack.


Leda acompañó a Thorby hasta la parte delantera, donde se instalaron en una burbuja transparente. El coche se alzó verticalmente hasta alcanzar unos mil metros de altura, y luego se dirigió hacia el norte.

—¿Cómodo? —preguntó Leda.
—Perfectamente. —Thorby no quería perderse nada de la fabulosa Terra. Nunca había visto tantos edificios. Y Volvió a mirar:
—¿Qué es todo aquello blanco? ¿Alumbre? Leda miró:
—Pues es nieve. Aquellos son los Sangre de Cristo.
—Nieve —repitió Thorby—. Eso es agua helada.
—¿Nunca has visto nieve?
—He oído hablar de ella. No es como me la había imaginado.
—Es, en efecto, agua helada, no obstante no lo es exactamente; es más esponjosa. —Recordó el consejo de papá, de no mostrarse sorprendida por nada—. Sabes —dijo—, me parece que te enseñaré a esquiar.

Pasaron muchas millas y muchos minutos en explicarle en qué consistía el esquiar, en por qué la gente lo hacía. Un camarero se presentó llevando bebidas y exquisitas cosas para comer. Leda continuó diciendo:
—¿Qué hacías en Jubbulpore, Thorby? ¿Ibas a la escuela?


Thorby pensó en la paciente instrucción de papi y decidió que aquello no era lo que la chica decía.


—Pedía limosna.
—¿Cómo?
—Era un mendigo.
—No comprendo.
—Un mendigo. Un pordiosero con licencia. Una persona que solicita limosnas.
—Eso es lo que me pareció que decías —respondió la chica—. Sé lo que es un mendigo; lo he leído en libros. No era precisamente una «chica de su casa», sino una cultivada mujer, ajustada a su medio ambiente. Era Pero aquel primo extraño recientemente encontrado resultaba para ella un pájaro extraño. Dijo vacilando:
—Perdona mi ignorancia, pero es que aquí, en Terra no tenemos nada semejante. Me cuesta imaginármelo. ¿Era


La memoria de Thorby retrocedió en el tiempo. Se veía sentado en cuclillas en la gran Plaza, con papi echado a


—Fue el tiempo más feliz de mi vida —dijo con sencillez.
—¡Oh! —fue lo único que la chica respondió.


Pero papá los había dejado solos para que ella pudiese comenzar a trabajar. Preguntar a un hombre sobre su


—¿Y cómo se empieza, Thor? Yo no sabría cómo comenzar.
—Me enseñaron. Yo estaba en venta y... —pensó en comenzar a hablar de papi, pero decidió esperar—... un
—¿Te compró?
—Yo era un esclavo.


Si hubiese dicho «caníbal». «vampiro» o «brujo», la muchacha no se hubiese quedado más horrorizada. Se


—Thor, perdóname si he sido impertinente, pero todos tenemos tanta curiosidad sobre el tiempo que has
—¿Es que no me crees?
—¿Cómo puedo creerte? Hace siglos que no hay esclavos.


Thorby sabía que muchos frakis de los mundos interiores no habían oído ni hablar de la esclavitud.


—¿Me conociste cuando yo era pequeño? —preguntó.
—¡Oh, sí!
—¿Cómo es que no me puedo acordar de ti? No recuerdo nada de antes de ser un... no puedo recordar Terra. La chica se sonrió:
—Tengo tres años más que tú. Cuando te vi por última vez yo tenía seis años, de modo que recuerdo, mientras
—¡Oh! —Thorby pensó que allí había una oportunidad para averiguar su propia edad—. ¿Cuántos años tienes?
—La muchacha sonrió forzadamente:
no debes, Thorby, no me ofenderé tampoco. En Terra no se pregunta la edad a las damas; se supone siempre que son más jóvenes de lo que son en realidad.
—¿De veras? —Thorby se quedó pensando en tan curiosa costumbre.
—En efecto. Así, por ejemplo, tu madre era una mujer preciosa, pero yo nunca supe su edad. Quizá tenía
—¿Conociste a mis padres?
comprase golosinas y globos... Thor, cuéntame todo lo que quieras; me gustará escuchar todo lo que quieres decirme.
lugares y con diversos amos, hasta que llegué a Jubbulpore. Allá me volvieron a vender, y aquello fue lo más afortunado que nunca me haya sucedido.

Leda perdió su sonrisa, y dijo con voz muy queda:


—Pero, ¿lo dices de veras?... Es horrible. Se calló al entrar nuevamente su padre.
—¡Hola, chicos! ¿Te gusta el viaje, Thor?
—Sí, señor; el paisaje es maravilloso.
—Pronto estaremos en casa. —Indicó un lugar con el dedo—: ¿Ves? Allá está Rudbek.
—¿Aquella ciudad se llama Rudbek?
nuestra casa (tu casa) «Rudbek». Puedes ver la torre junto al lago. La mejor situación de todo el mundo. Tú eres Rudbek de Rudbek en Rudbek. «Rudbek al cubo», como decía tu padre.

masaje con mil dedos, hasta la zambullida en agua tibia que luego se iba tornando progresivamente más fría mientras estaba en el agua.

por su enorme tamaño, pero comenzó a darse cuenta de que la mayoría de ellos eran sirvientes. Aquello no le impresionó tanto como debía; sabía cuántos esclavos formaban la servidumbre de la casa de un rico en Jubbul; no sabía que un sirviente de carne y hueso en Terra era el colmo del lujo ostentoso, más que las sillas de manos en Jubbul, mucho más que la espléndida hospitalidad de las Reuniones. Lo único que sabía era que los ayudas de cámara le ponían nervioso, y ahora tenía a tres a su alrededor. Thorby se negó a dejar que le bañasen pero se

murmurando excusas. Consiguió tener a Thorby vestido, desde la casaca hasta las calzas atacadas, cuando apareció un lacayo:

—Mister Weemsby saluda a Mister Rudbek y le ruega que vaya al gran salón.


qué; los colores cambiaban constantemente, y parte de lo que llevaba apenas si estaba allí. Pero quedaba bien. Su cabello era entonces iridiscente. Entre sus joyas observó una gema de Finsterl, y se preguntó si habría venido en la Sisu ¡si hasta era posible que él mismo la hubiese puesto en la lista!

El tío Jack dijo jovialmente:


—¡Aquí estamos, muchacho! No te vamos a cansar mucho. Todo esto es tan sólo una agradable cena de familia. La cena comprendía a doce personas, y comenzó con una recepción en el gran salón donde servidores
bienvenida—. Rudbek de Rudbek, el juez Bruder y mistress Bruder; el juez Bruder es consejero principal —y así sucesivamente.

indicaba, ni conseguía hacerse cargo de la situación de los demás. Dos de las mujeres más jóvenes le saludaron con cortesía.

No lo habían presentado como pariente... y no obstante, aquella cena era una comida familiar. Miró a Thorby con ojo escudriñador y dijo:

—¡Me alegro de que hayas vuelto, joven! En Rudbek debe haber un Rudbek. Tus vacaciones han causado
—Bastantes —asintió tío Jack—. pero ya lo arreglaremos. No hay prisa. Hay que dar al muchacho tiempo para
—Naturalmente. Pulgar al dique.


Thorby se preguntó qué podía ser un dique.


aún no siempre. Excusaba sus ausencias diciendo que «alguien tiene que mantener encendido los fuegos. Los negocios no esperan».
Siempre había otros que estaban esperando. Bailes, esquí, partidas de cartas, más bailes, visitas a Yellowstone de trabajar. Por fin la cuestión llegó a plantearse. Una docena de ellos estaba esquiando y Thorby se encontraba
solo en la pista de ejercicios.


Un hombre bajó deslizándose y se paró bruscamente; era Joel Croix:


—¡Hola, Thor!
—¡Hola, Joel!
—Tengo ganas de hablar contigo. Tengo una idea que me gustaría discutir, una vez te hayas hecho cargo.
—¿Cuándo me hago cargo?
discutirlo con Weemsby... —aunque quisiese verme Joel parecía apremiante—. No quiero sino diez minutos. Digamos cinco, si es que no te interesa inmediatamente. «Promesa de Rudbek». ¿No?

Thorby intentó traducir aquello. ¿Hacerse cargo? ¿Heredero? Respondió cautelosamente:


—No quiero ahora hacer ninguna promesa, Joel. De la Croix se encogió de hombros:
—Está bien. Pero piénsalo. Puedo demostrarte que dará mucho más dinero.
—Lo pensaré —accedió Thorby. Empezó a buscar a Leda. La encontró sola y le dijo lo que Joel había dicho. La muchacha frunció un poco el ceño:
—Probablemente no habría ningún mal en ello, puesto que no prometes nada. Joel es un brillante ingeniero.
—No es a eso a lo que me refiero, ¿qué quiere decir «hacerse cargo»?
—Pues claro que sí, eventualmente.
—¿Hacerse cargo de qué?
—De todo. Al fin y al cabo tú eres Rudbek de Rudbek.
—¿Qué quieres decir con «todo»?
Cosas que son tuyas personalmente, como tu estancia de ganado en Australia y la casa en Mallorca. Y cosas de negocios. Asociados Rudbek es muchas cosas, aquí y en otros planetas. No podría ni empezar a describirlas. Pero son tuyas, o quizá «nuestras», pues está en ellas toda la familia. Pero tú eres Rudbek de Rudbek. Como dijo Joel,

Thorby se quedó mirándola, y los labios se le secaron. Los humedeció con la lengua y dijo:


—¿Por qué no me lo han dicho?


La muchacha se quedó compungido:


—Pero, querido Thor... Papá no quería que te preocupases.
—Pues bien —respondió él—. Es ahora cuando estoy preocupado. Valdrá más que vaya a hablar a tío Jack. John Weemsby asistió a la comida, pero también había muchas otras personas presentes. Cuando se hubieron
—Leda me dice que estás preocupado.
—No es eso exactamente. Pero quiero saber algunas cosas.
—Naturalmente... Confiaba en que te cansarías de tus vacaciones. Vamos a mi estudio. Cuando estuvieron allí instalados, Weemsby hizo salir a su secretario y dijo:
—Veamos qué es lo que quieres saber.
—Lo que quiero saber —dijo lentamente Thorby—, es lo que significa ser «Rudbek de Rudbek». Weemsby abrió las manos:
—Todo... y nada. Eres el jefe titular del negocio, ahora que tu padre ha muerto... si es que ha muerto.
—¿Hay alguna duda de ello?
—Creo que no. No obstante, tú regresaste.
—Suponiendo que haya muerto, ¿qué soy yo? Parece ser que Leda cree que soy propietario de todo. ¿Qué quiso Weemsby se sonrió:
muy extendida, la mayor parte está entre nuestros empleados. Pero si tus padres han muerto, tú has heredado
acciones en Rudbek y Asociados, los cuales, a su vez, tienen intereses —a veces intereses que controlan— en otras cosas. No te las podría describir ahora. Haré que te lo explique el departamento legal, yo soy una persona práctica, que está demasiado ocupada tomando decisiones para preocuparme sobre quién es el propietario de cada una de las acciones. Pero ese me recuerda que... no has tenido oportunidad de gastar mucho dinero, pero a

supercrédito, mil supercréditos por megabuck. Tan sencillo que para contabilidad el Pueblo convertía en él los demás sistemas.

Pero cada hoja eran diez mil créditos... y había cien hojas:


—¿Es que he heredado esto?
—Oh, esto no es sino dinero para gastos, en realidad son cheques. Los conviertes en efectivo en los almacenes o
—No.
Si esa chica pudiese hacer dinero con la misma facilidad con que lo gasta, ni tú ni yo tendríamos que trabajar. Pero, ya que tenemos que hacerlo, hagámoslo un poco. —Sacó una carpeta y extendió unos papeles—. Pero esto no es difícil. Firma al final de cada uno de ellos, pon tu huella dactilar al lado, y llamaré a Beth para que lo

Weemsby puso una de ellas a la firma de Thorby. Thorby vaciló, luego, en lugar de firmar, trató de coger el


—¿Qué ocurre?
—Si voy a firmar, tengo que leerlo. Estaba pensando en algo acerca de lo cual la abuela acostumbraba a ponerse Weemsby se encogió de hombros:
igualó el montón y cerró la carpeta—. Estos documentos me indican que haga lo que de todos modos tengo que
hacer. Alguien tiene que trabajar.
—¿Por qué tengo que firmar?
—Es una medida de seguridad.
—No lo comprendo. Weemsby suspiró:
aprender. Y es por eso que tengo que continuar matándome a trabajar; los negocios no tienen espera.
—Vaciló—. La mejor manera de expresarle es la siguiente: cuando tus padres salieron para su segunda luna de miel, tuvieron que nombrar a alguien para que actuase mientras ellos estaban ausentes. Me eligieron a mí, puesto que yo era su gerente comercial, y antes había sido el de tu abuelo; éste murió antes de que ellos se fuesen. Y así fue, que cargué con todo esto mientras ellos se iban de paseo. Oh, no es que me queje; no es un

primer término es necesario hacer que tus padres sean declarados legalmente fallecidos, eso es imprescindible antes de que tú puedas heredar, y tardará bastante. De modo que aquí me encuentro yo, que también soy tu gerente comercial —gerente de toda la familia— y no tengo nada tuyo que me diga que actúe. Esto es lo que

Thorby se rascó la mejilla:


—Si aún no he heredado, ¿por qué necesitas nada de mí? Weemsby sonrió:
—Yo mismo me lo he preguntado. El juez Bruder cree que es lo mejor para cubrir todas las posibilidades. Y como
—¿Mayor de edad? —Thorby nunca había oído aquella expresión; entre el Pueblo, uno era lo suficientemente Weemsby lo explicó:
quiere decir que no tienes que estar bajo la tutela de los tribunales. Tenemos la autorización de tus padres;
ahora añadimos la tuya, y no importa lo que puedan tardar los tribunales en decidir que tus padres han fallecido, o en liquidar sus testamentos. El juez Bruder y yo, o los otros que tienen que hacer el trabajo, pueden continuar
—Me parece que sí.
—Bien. Pues vamos a hacerlo. —Weemsby comenzó a abrir la carpeta.
La abuela siempre decía que había que leer antes de firmar, y luego pensarlo:


—Tío Jack, quiero leerlos.
—No los entenderías.
—Probablemente no —Thorby cogió la carpeta—. Pero tengo que aprender. Weemsby intentó coger la carpeta.
—No es necesario.


Thorby se sintió repentinamente obstinado.


—¿No dijiste que el juez Bruder los había preparado para mí?
—Sí.
—Pues entonces quiero llevármelos a mi cuarto e intentar estudiarlos. Si soy «Rudbek de Rudbek» tengo que Weemsby vaciló y luego se encogió de hombros:
—Como quieras. Descubrirás que solamente intento seguir haciendo por ti lo que siempre he estado haciendo.
—Pero de todos modos yo tengo que saber qué es lo que hago.
—Está bien. ¡Buenas noches!


Thorby leyó hasta dormirse. El lenguaje era difícil, pero los papeles parecían ser lo que tío Jack había dicho que eran: instrucciones a John Weemsby para continuar la rutina comercial de un complicado conjunto.
Cuando iba a caer dormido se le ocurrió que no había visto las autorizaciones dadas por sus padres. comprendes, ni comprendes las leyes bajo las cuales se tiene que llevar a la práctica, entonces no lo firmes... Por
mucho beneficio que parezca posible. Ser demasiado perezoso y demasiado impaciente puede arruinar a un


Y se agitó inquieto en la cama.



Capítulo XVII


jardín, disfrutando de la maravilla del paisaje en derredor suyo. Nunca había soñado que pudiese existir nada tan hermoso.

Pero a la mañana siguiente Weemsby salió al jardín pocos momentos después de que Thorby se hubo sentado.


—Café solamente. Buenos días, Thor.
—Buenos días, tío Jack.
—Y bien, ¿lo estudiaste ya?
—Oh, sí. Es decir, me dormí leyéndolo. Weemsby se sonrió:
—El lenguaje legal es soporífico. ¿Te convenciste de que te había dicho correctamente lo que contenían?
—Pues, creo que sí.
—Bien. —Weemsby dejó el café y dijo a un sirviente—: Pásame un teléfono interno. Thor, anoche me irritaste.
—Lo siento, señor.
hacer yo! En cuestiones de rutina tengo que aceptar la palabra de mis empleados, pues de lo contrario nunca tendría tiempo para cosas importantes... y supuse que tú harías lo mismo conmigo. Pero la cautela es cosa loable. —Y dijo por teléfono—: Carter, trae aquellos papeles de la habitación de Rudbek. Al jardín.

Tío Jack continuó hablando:


—Aquí hay algo que te interesará ver... un inventario de las propiedades que te pertenecen o que te pertenecerán cuando se hayan liquidado los testamentos. Todo esto no tiene relación con el negocio.

tantos de latitud sur y, tantos al oeste? ¿Y una casa de cúpula en Marte? ¿Y un cazadero en Yukon? ¿Dónde estaba Yukon, y para qué ir a cazar allí? ¿Y qué eran todas aquellas otras cosas?

Buscó una partida determinada:


—Tío Jack, ¿y Rudbek?
—¿Cómo? En Rudbek estás.
—Sí... pero, ¿es que me pertenece?
—Pues... sí. Pero está vinculado, lo cual quiere decir que tu tatarabuelo decidió que no debía nunca ser
—¡Ah!
—Me figuré que te gustaría dar un vistazo a tus propiedades. He encargado un coche para ti. ¿El que usaste ayer
—¿Cómo? Pues sí, claro.
añadido todos los adelantos más modernos. Quizá convenzas a Leda para que vaya contigo; conoce casi todo lo de esa lista. Llévate contigo a algunos de tus amigos, y diviértete tanto tiempo como quieras.

Thorby dejó la lista.


—Probablemente así lo haré, tío Jack... algún día. Pero tendría que empezar a trabajar.
—¿Cómo?
—¿Cuánto tiempo tarda uno aquí en hacerse abogado?
—Comprendo. El lenguaje de los abogados puede perturbarle a uno. Se tardan de cuatro a cinco años.
—¿Tanto?
—Lo que tú necesitas son dos o tres años en Harvard o alguna otra escuela de negocios.
—¿Necesito eso?
—Sin duda.
—Bueno... tú debes saber más de eso...
—Desde luego. A estas horas...
—...pero, ¿no podría aprender algo del negocio antes de ir a la escuela? No tengo ni idea de lo que es.
—Te sobra tiempo.
—Pero quiero aprenderlo ahora.


Weemsby comenzó a ensombrecerse, pero luego se sonrió y se encogió de hombros:
Rudbek City, y te procuraré empleados que te ayuden. Pero te advierto que no será divertido. Nadie es dueño de un negocio; el negocio es su dueño. Eres un esclavo.
—Bueno. Debería intentarlo.
—Tu espíritu es de alabar. —Sonó el teléfono al lado de Weemsby; lo levantó, frunció el ceño, y dijo—: No
—Quería decírtelo. Los escondí, no quise dejarlos fuera.
—Comprendo. ¿Y dónde están?
—Tendré que sacarlos yo mismo. Weemsby dijo por teléfono:
—Déjelo correr. —Y volviéndose a Thorby— Entonces ve a buscarlos, si es que no te importa. Pero a Thorby sí que le importaba:
—Iré después de desayunar.


El tío Jack pareció enojarse. Pero respondió:


—Perdona. Si es que no te ves con ánimos de subir, ¿quieres hacer el favor de decirme a mi dónde están? Tengo por delante un día de mucho trabajo, y me gustaría terminar con esta pequeñez para poder marcharme.
—Preferiría —dijo Thorby lentamente— no firmarlos ahora.
—¿Cómo? Me dijiste que te habías convencido.
—No, señor; lo que dije fue que los había leído. Pero no los comprendo. Tío Jack, dónde están los papeles que
—¿Eh? —Weemsby le miró fijamente—. ¿Por qué?
—Quiero verlos. Weemsby lo pensó:
—Deben de estar en las cajas de Rudbek City.
—Está bien; iré allá.


Weemsby se levantó de golpe:


—Si me lo permites, me iré a trabajar —dijo con acritud—. joven, ¡algún día te darás cuenta de lo que he hecho por ti! Entre tanto, y puesto que prefieres no cooperar, sigo teniendo que atender a mis obligaciones.

Se marchó abruptamente. Thorby se sintió herido, no quería poner dificultades... pero si habían estado esperando durante años, ¿por qué no podían esperar un poco más y darle a él una oportunidad?

Recogió los papeles y telefoneó a Leda; la chica respondió:


—Thor, querido, ¿qué estás haciendo levantado a estas horas? Thorby explicó que quería ir a las oficinas del negocio de la familia.
—Pensé que quizá me indicarías el camino.
—¿Dices que papá esté de acuerdo?
—Va a destinarme un despacho.
—No solamente te indicaré el camino, sino que te llevaré.


Rudbek estaba unido a Rudbek City por medio de un túnel deslizante de gran velocidad. Llegaron a una sala


—¡Hola, miss Leda! ¡qué alegría verla!
—Yo también me alegro. Aggie. ¿Quiere decirle a papá que estamos aquí?
—Claro. —Y miró a Rudbek.
—Me olvidaba —dijo Leda—. Es Rudbek de Rudbek. Aggie se levantó de un salto:
—¡Oh, qué me dice! No lo sabía. ¡Perdone, señor!
Todo fue sucediendo rápidamente. Al cabo de pocos minutos Thorby se encontró instalado en un despacho con en los negocios —veía a Weemsby rara vez, y al juez Bruder casi nunca— todo lo que deseaba aparecía con
rapidez.


números relacionados de una manera tan complicada, que le dolía la cabeza. Comenzó a dudar de su vocación de financiero. ¿Para qué servía todo aquello si uno estaba tan abrumado que no lo podía disfrutar?

docenas de personas ansiosas por ayudar! No obstante, en aquel ensueño, la cara de papi parecía reprobarle; Thorby se preguntó qué habría hecho mal, y se volvió a sumergir en aquel fárrago de números.

Thorby podía ver, esa firma no hacía nada; era sencillamente propietaria de cosas. La mayor parte de lo que sería de Thorby, cuando se hubiesen liquidado las testamentarías de sus padres, eran acciones de aquella
Descubrió que había también acciones «con voto» y «sin voto»; las que le pertenecerían eran dieciocho Corporación Galáctica, Transportes Galácticos, Metales Interestelares, Fiscal de Tres Planetas (que operaba en
veintisiete planetas), Laboratorios Havermeyer (que también administraba líneas de barcazas y panaderías,
además de laboratorios de investigación)... la lista parecía interminable. Aquellas corporaciones, trusts, cártels y casas de banca estaban tan enredadas entre sí como un plato de macarrones. Thorby se enteró de que le pertenecía un interés en una compañía llamada «Honance Brothers» por intermedio de una cadena de seis compañías: 18% del 31%, del 43%, del 19%, del 44%, del 27%, porción tan microscópica que la perdió de vista.

Comenzó a vislumbrar que la mayoría de las veces la propiedad y el control estaban sólo ligeramente


eran «negocios» lo que hacía el Pueblo sí que eran «negocios»... comprar, vender, obtener un beneficio. Pero esto otro era un juego estúpido con reglas absurdas.

Galácticas controlaban Transportes Galácticos, los cuales construían naves espaciales. Cuando se dio cuenta sintió una bocanada de orgullo, luego descubrió una molestia y una inquietud... era algo que el coronel Baslim había dicho... algo que papi había demostrado: que el «mayor» o quizás había dicho «uno de los mayores»

Se dijo a sí mismo que aquello era ser idiota.
una noche, cuando estaba ya a punto de dormirse, se despertó nuevamente por completo con la idea negra e irónica de que quizás una de aquellas naves de esclavos en cuyas hediondas bodegas había viajado podía haber sido, en aquel mismo momento, la propiedad del asustado y mugriento esclavo que él era entonces.

Era una pesadilla y la apartó de su mente. Pero le siguió luego perturbando.


Una tarde estaba estudiando un largo memorándum del departamento legal y descubrió que se había quedado Lo pensó un rato e hizo algo que había estado posponiendo; devolver una visita de sus abuelos.
imponente Mississippi hasta llegar a la ciudad universitaria de Valley View, donde las aceras son estáticas y el
tiempo mismo parece ir despacio. La casa de sus abuelos, imponente para Valley View, era modesta al lado de


En cuanto se le presentó una oportunidad, intentó conseguir consejo e información. Thorby se enteró de que su padre, al casarse con la única hija de su abuelo Rudbek, había adoptado el nombre de la familia de su mujer:

Creighton tenía que residir reuniones del consejo, conferencias, y hasta en la mesa, en las comidas. Yo había confiado en que mi hijo perseguirla la musa de la historia, como yo he hecho. Pero al presentarse aquello, ¿qué

Sus padres y el mismo Thorby se habían perdido la consecuencia del apasionado interés de su padre en


podido terminar su aprendizaje, por decirlo así, Creighton dejó a John Weemsby al frente; John es, como ya me figuro sabes, el segundo marido de Aria, la hermana menor de tu otra abuela y Leda es, desde luego, la hija de
—No, no lo sabía.
elegido; conocía el funcionamiento interior mejor que nadie, salvo tu propio abuelo. Después de habernos recuperado de la trágica pérdida nos dimos cuenta de que el mundo tenía que seguir, y de que John podía llevar
—¡Ha sido sencillamente maravilloso! —interrumpió la abuela.
nosotros también tenemos un nombre del que estamos orgullosos. Toda la familia ha estado satisfecha de la administración de John.

A Thorby había otra cosa que le interesaba más que «las virtudes del tío John»:


—¿Me dijo usted que salimos de Akka, saltando hacia Far-Star, y que nunca llegamos? Eso está a una gran
—Me figuro que sí. El College solamente dispone de un pequeño galactovista y he de admitir que es difícil imaginarse que lo que allí parece ser un par de centímetros es en realidad muchos años luz.
—En ese caso, unos ciento setenta años de luz.
—¿Cuánto sería eso en millas?
—No se mide de esta manera, lo mismo que no se mide en micras el asiento en que estás sentado.
—Vamos, joven, no seas pedante.
—No lo he sido, abuelo. Estaba pensando que hay una gran distancia desde el punto en que fui capturado al Al fin y al cabo, la servidumbre que se practica en la Sargonia no es esclavitud. Se deriva del antiguo sistema
hindú de castas, un sistema social estabilizado, con obligaciones tanto arriba como abajo. No tienes que llamarle
—No sé de ninguna otra palabra con que traducir la palabra sargonesa.
—Podría pensar en varias, a pesar de que no sé sargonés... Querido Thor, tú no eres un estudiante de las
—Pero yo no lo puedo traducir mejor. ¡Me vendieron y era un esclavo!
—Vamos, hijo...
—¡No contradigas a tu abuelo, querido; sé buen chico! —dijo la abuela.


también había descubierto que si bien su abuelo sabía mucho acerca de muchas cosas, estaba igualmente  seguro de conocimientos en que los propios ojos de Thorby le habían informado de distinta manera. Escuchó pacientemente mientras el abuelo Bradley discurría sobre la historia de los Nueve Mundos. No estaba de acuerdo con lo que los sargoneses creían, pero no estaba muy lejos de lo que papi le había enseñado, salvo en lo

—Roma no se construyó en una hora, Thor.
—¡Parece como si nunca fuese a aprender He estado pensando en volver a la Guardia. Su abuelo frunció el ceño:
—No sería prudente.
—¿Por qué no, señor?
—Si no tienes talento para los negocios, hay otras profesiones respetables.
—Como la Guardia, ¿verdad?
—Ummm... tu abuela y yo somos pacifistas filosóficos. No se puede negar que nunca hay justificación moral para
—Nunca —asintió la abuela con decisión.


Thorby se preguntó qué pensaría papi. ¡Bien lo sabía él! Las segó como yerba para rescatar un cargamento de


—¿Y qué hay que hacer cuando un corsario os ataca?
—¿Un qué?
—Un pirata. Tienes un pirata en la cola, y se está acercando de prisa.
—Pues huir, me figuro. No es ético quedarse y presentar batalla. Thor, nunca se gana nada por medio de la
—Pero no es posible huir; corre más que uno.
—Pues entonces te rindes; eso frustra sus intenciones... como lo demostró el inmortal Gandhi. Thorby respiró profundamente:
—Pero, abuelo, lo siento, pero eso no frustra sus intenciones. Tienes que luchar. Los corsarios toman esclavos.
—¿Quemado a uno de ellos?
—Sí; de haber hecho blanco en él. De haberle hecho desaparecer del espacio. La abuela perdió el aliento. Por fin su abuelo dijo secamente:
muchos errores, tanto de hecho como de apreciación. Se lógico. Si le «quemaste» como dices, ¿cómo sabes que
tenía la intención de, según dices, tomar esclavos? ¿Qué podía hacer con ellos? Nada.


Thorby guardó silencio. Dependía del lado de la Plaza desde donde se veían las cosas... y si no tenías categoría, El abuelo Bradley continuó:
a tu padre: si sientes que no tienes aptitud para el comercio no es necesario que te dediques a él. ¡Pero
escaparse y alistarse en la Guardia... no, hijo! Pero no es necesario que te decidas hasta dentro de años. John es Thor se marchó a la mañana siguiente. Fue a Rudbek City habiendo llegado a una decisión después de una
preparado para él, a fin de que el tío Jack pudiese seguir con su trabajo una vez él se hubiese ido. Tenía que estar agradecido a tío Jack. Le daría las gracias antes de marcharse.

Llamó al departamento legal y les dijo que sacasen las autorizaciones de la caja y se las enviasen a su oficina. En lugar de los papeles llegó el juez Bruder:
—Rudbek, ¿qué es eso de pedir ciertos papeles de la caja? Thorby se explicó:
—Quiero verlos.
—Solamente los oficiales de la compañía pueden mandar que saquen papeles de las cajas.
—¿Y yo qué soy?
—Pues me temo que lo que eres es un joven que tiene ideas muy confusas. Algún día tendrás autoridad, pero de momento eres un visitante, que está aprendiendo algo acerca de los asuntos de sus padres.

Thorby tuvo que tragárselo; era cierto, por poco que le gustase:


—Tenía intención de preguntarle sobre eso. ¿Cómo está la acción legal para conseguir que se declare fallecidos a
—Está en nada. Por culpa tuya.
—¿Qué quiere decir?
todas las precauciones necesarias para evitarlo? A lo mejor se tardarían años en liquidar las testamentarías, durante los cuales los negocios tendrían que paralizarse... sencillamente porque te has negado a firmar unos
—No lo comprendo. Supongamos que yo hubiese muerto, o no hubiese nacido nunca. ¿Es que los negocios se figuras que porque has leído algunos balances entiendes de negocios. No es así. Si intentases hacerte cargo de la firma ahora, si te obstinases en tu idea de hacer declarar fallecidos a tus padres, en buena confusión nos encontraríamos metidos. Es por eso que quiero que firmes esos papeles hoy mismo, sin más discusiones. ¿Lo

Thorby bajó la cabeza:


—No los firmaré.
—¿Qué quieres decir?
—Que no firmaré nada hasta que sepa lo que hago. Si no puedo ni siquiera ver los papeles que firmaron mis
—¡Eso ya lo veremos!
—No haré nada hasta que haya averiguado lo que ocurre por aquí.



Capítulo XVIII


de la misma manera. Ya había vagamente sospechado que la ayuda que se le proporcionaba para aprender el negocio no había estado lo bastante bien organizada.

como siempre, y todos corrían cuando él hablaba, pero el río de información que antes le llegaba fue menguando hasta detenerse. Le daban excusas convincentes, pero el caso era que nunca conseguía acabar de
La confusión se introdujo en su propio despacho. Dolores parecía incapaz de encontrar, ni siquiera de recordar, papeles que él había marcado para su retención. Finalmente perdió la paciencia y la echó a gritos.

La chica se lo tomó con calma:


—Lo siento, señor. Hago lo que puedo.


Thorby se excusó; se dio cuenta de que estaba atacando a quien era inocente. Y añadió condescendiente:


—La verdad es que lo siento.


La chica se fue. Thorby se quedó sentado a su mesa, y pensó.


Era lo que necesitaba; quedarse solo con un torrente de hechos y de números. Comenzó a digerir lo que había Item: El juez Bruder y el tío Jack le habían condenado al aislamiento por haberse negado a firmar los poderes. Item: El sería «Rudbek de Rudbek», pero el tío Jack continuaría llevando las cosas hasta que los padres de Item: El juez Bruder le había dicho claramente que no se darían pasos para conseguir lo anterior hasta que Item: No sabía lo que sus padres habían firmado. Había intentado forzar un desenlace, y había fracasado.
Jack no era propietario sino de una sola acción nominal que le calificaba para ser presidente del consejo. (Leda
era propietaria de un paquete, puesto que era una Rudbek, mientras que tío Jack controlaba las acciones de ella. Conclusiones:
parecía probable. El tío Jack tenía un salario y unas bonificaciones tan grandes que solamente un avaro podía
desear más dinero sencillamente por el dinero. Las cuentas de sus padres parecían estar en orden. Presentaban un saldo muy considerable; el megabuck que tío Jack le había dado, apenas si había hecho mella. Las únicas otras cantidades pagadas eran para el abuelo y la abuela Bradley, más algunas otras cantidades para la familia... nada
Conclusión: El tío Jack era el jefe, le gustaba ser jefe, y tenía la intención de continuar siéndolo si podía. comprendía. El tío Jack aceptaba el trabajo extra de que se quejaba porque le gustaba ser jefe lo mismo que los
capitanes y los comandantes se mataban trabajando, a pesar de que todos los miembros de una familia de
librecambistas tenían la misma participación. El tío Jack era el «comandante», y no tenía intención de abandonar


se había ganado el puesto, mientras que Thorby no había hecho sino heredarlo. El tío Jack debía de haber sufrido una decepción terrible cuando él volvió vivo; le debió de haber parecido una jugarreta muy injusta del destino.

Pues bien, ¡que se lo quede! Arreglaría las cosas y se alistaría en los guardias.


más potente era la resistencia a cualquier autoridad que no hubiese consentido; le había quedado marcada en el alma a fuerza de latigazos. El eso no lo sabía, lo único que sabía era que iba a ser testarudo. Decidió que papi
esclavos? Ahora comprendía por qué papi quería que se quedase. No se podía ir hasta que hubiese puesto fin a una situación inmencionable, si es que existía. ¿Pero cómo podría averiguarlo? Era Rudbek de Rudbek... pero le

naves espaciales, el gobierno del Sargon y los piratas traficantes de esclavos. Los piratas tenían que tener naves. Naves... la semana pasada había estado leyendo un libro, la historia de todas las naves que Transportes Galácticos habían construido, desde el primero hasta el más reciente. Se dirigió a su biblioteca.

El maldito libro había desaparecido... como muchas otras cosas en esos últimos tiempos. Pero como le Rudbek, otras en los de otros. Algunas de sus naves habían sido vendidas al Pueblo, idea que le satisfizo. Pero
otras habían terminado registradas a nombre de propietarios que no podía identificar... y por otra parte creía
que conocía por lo menos los nombres de todas las entidades ocupadas en el comercio interestelar legítimo


Desde su mesa no había manera de estar seguro de nada, aunque hubiese tenido el libro. Quizá desde Terra no hubiese manera... quizá ni siquiera el juez Bruder ni tío Jack lo sabrían, si hubiese algo turbio.
Se levantó y encendió el galactovista que se había hecho instalar y que mostraba solamente la fracción infectados que el Pueblo habitaba. Iluminó los dos planetas entre los cuales sus padres y él habían sido
capturados, luego hizo lo mismo para cada nave del Pueblo de la cual sabía el recorrido del salto que no se


refiere, y en el mismo sector que los Nueve Mundos. Thorby lo miró y dejó escapar un silbido. Papi sabía de qué hablaba, y sin embargo, era difícil darse cuenta a menos de presentarlo de aquella manera.

Transportes Galácticos por aquellas regiones; luego añadió en anaranjado las oficinas bancarias de la Corporación Galáctica que estaban por las «proximidades».

Y lo estudió.


No era una prueba definitiva, pero, ¿qué otra entidad mantenía tales actividades por aquel sector? Se propuso averiguarlo.

Capítulo XIX


Thorby terminaba de cenar con Leda en el jardín cuando la muchacha le dijo:


—¿En qué piensas?
—En nada.
—Debe ser un nada que te preocupa.
—Pues... sí.
—¿No quieres contárselo a Leda?


papi. Como Fritz. Como el mismo coronel Brisby. Y de los que le rodeaban, solamente Leda parecía querer ser amiga.
—Leda, de lo que te digo, ¿cuánto repites a tu padre? La chica se levantó abruptamente:
—Si has terminado, vamos a pasear.


La muchacha le condujo hasta un punto alejado de la casa, protegido por arbustos, y allá se sentaron sobre una


—Este es un buen lugar para conversaciones. Cuando conectaron el jardín, yo procuré que hubiese un lugar Thorby la miró sorprendido:
—¿Lo dices de veras?
—¿Sin duda sabes que te escuchan en casi todas partes, salvo en las pistas de esquiar?
—No lo sabía, y no me gusta.
que si tienes algo que decir que no quieres que papá oiga, puedes hablar ahora. Nunca lo sabrá. Es una promesa formal.
—Bueno... está bien. —Y le explicó su desencanto... su conclusión de que el tío Jack le estaba frustrando hasta que no le ofreciese su fuerza potencial. Leda escuchó en silencio— Eso es todo. ¿Es que estoy loco?
—Dime, ¿qué es eso de que papá no te deja ver los poderes que Martha y Creighton le otorgaron?
—No me los dejan ver, y yo no voy a firmar hasta que me los enseñen.
—¿Pero firmarás si te los enseñan?
—Quizá sí... eventualmente. Pero quiero ver qué disposiciones tomaron mis padres.
—No comprendo por qué papá se opone a una petición tan razonable. A menos de que... —Y frunció el ceño.
—¿A menos de qué...?
—¿Qué hay de tus acciones? ¿Te las han entregado?
—¿Qué acciones?
—Pues las tuyas. Ya sabes qué acciones tengo yo. Me fueron dadas cuando nací, por Rudbek; quiero decir, tu abuelo. Mi tío. Tú probablemente tienes el doble, puesto que se esperaba que algún día llegases a ser el Rudbek.
—No tengo ninguna acción.


Leda asintió con determinación.


acciones personales no dependen de nadie; son nuestras para que hagamos lo que queramos con ellas, puesto que los dos somos mayores de edad. Tus padres votaban por las tuyas, lo mismo que mi padre vota por las mías, pero cualquier poder que hubiese otorgado respecto a tus acciones no tiene ahora validez. Puedes dar puñetazos sobre la mesa y te las tienen que entregar, o pegarte un tiro. Y eso no lo harán Thor; papá es una
—Nunca dije que no lo fuera.
tonto, verdad? Porque nosotros, los Rudbek, no somos nada de particular; no somos sino campesinos astutos. Y bien, Thor: ¿lo vas a tomar tranquilamente, o vas a demostrar que eres Rudbek de Rudbek?
—Pues voy a quedarme y averiguar lo que ocurre. Pero no sé por dónde empezar. ¿Crees que tendría que dar de
—Pues... no, sin tener un abogado a tu lado.
—¿Y cómo encontrar uno?
—No sé; no utilizo abogados. Pero ahora vamos a dar una vuelta y charlar, por si a alguien le interesa. Thorby pasó una melancólica mañana estudiando derecho corporativo. Después de almorzar Leda fue a
Leda le dijo:


convencimiento de que tienen malas intenciones. De manera que he tenido que decidirme. No me importaba que papá se ocupase de todo para siempre... pero si juega sucio, estoy de tu lado.
—Gracias, Leda.
busca de un abogado; estoy segura de que el juez Bruder ya tiene sus planes para tal caso. Pero lo que sí puedes hacer es ir a echar un vistazo a tus propiedades... en New Washington.
—Buena idea, Leda.
—Y si quieres, me puedes invitar a que vaya contigo. Papá ha dicho que debería enseñarte tus cosas.


A Thorby le interesó muchísimo la gran capital, pero más aún le interesaba realizar sus propósitos. Leda no le


—Primero iremos a visitar la ciudad; es lo que lógicamente deberíamos hacer.
La casa, sencilla si se la comparaba con Rudbek —veinte habitaciones, de las cuales solamente dos eran llevarles; Leda indicó a Thorby las embajadas y consulados planetarios. Cuando pasaron frente al cuartel general
de la Guardia Hegemónica, Leda le murmuró al oído:


—Fíjate bien. El edificio frente a la puerta principal es donde tienes que ir.


se parecía a papi —la verdad es que no era así— pero, en fin, sí que se le parecía. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Leda murmuró:


—Este sitio siempre me impresiona. Es como una iglesia encantada. ¿Sabes quién era? Fundó América. La
—Además hizo otra cosa.
—¿Qué?
—Liberó esclavos. —Le miró atentamente—. Eso tiene un significado especial para ti, ¿verdad?
—Muy especial.


chofer que les pasase a recoger al cabo de tres horas y diez minutos. Thorby pagó un precio exorbitante por un palco para dos y su ocupación inmediata.

la esquina, pero nos habremos librado del chofer por un buen rato; por aquí cerca no hay sitio donde aparcar. Pero el lacayo estará en seguida detrás de nosotros, si es que le interesa conservar su empleo. En este momento debe estar comprando un billete. O quizás haya entrado ya. No mires.

Comenzaron a subir por la escalera mecánica.


escúchame: los que tienen estos asientos se marcharán en cuanto les enseñemos los billetes, pero voy a pagar a uno de ellos para que se quede. Confío en que sea un hombre, porque nuestro amigo estará vigilando el palco dentro de unos instantes, si es que consiguió averiguar el número abajo. Tú sigue andando. Cuando encuentre nuestro palco me verá allí con un hombre. En la oscuridad no podrá ver la cara del hombre, pero estará seguro de que soy yo por mi vestido fosforescente. Y se sentirá tranquilo. Tú sal por cualquier sitio menos por la salida
—¿Y no informarán de que me perdieron la pista?
—Estarán tan contentos de verte que no dirán nada. Hemos llegado, sigue andando. ¡Hasta luego!


Thorby salió por una salida lateral, se perdió, volvió a encontrar su camino, y finalmente llegó al edificio de La guía del edificio le indicó que Garsch tenía sus oficinas en la terraza 34; minutos más tarde se encontraba
La muchacha le informó de que el consejero ni recibía a nadie sino por previo convenio. ¿Querría ver a alguno


—Su nombre, por favor.
—Haga el favor de decir a mister Garsch que Rudbek de Rudbek desearía verle.


Thorby pensó que le iba a decir que no bromease, pero lo que hizo la chica fue levantarse apresuradamente y Volvió y dijo en voz baja:
—El consejero le concederá cinco minutos.


llevaba pantalones y no calzas atacadas, y su vientre abultado se doblaba sobre el cinturón. Aquel día no se había afeitado; su hirsuta barba hacía juego con el flequillo que le rodeaba la cabeza. No se levantó:

—¿Rudbek?
—Sí, señor. ¿Mister James J. Garsch?
—El mismo. ¿Identificación? Me parece haber visto su cara en las noticias, pero no la recuerdo.


Thorby le enseñó su carnet de ID. Garsch lanzó una ojeada al ID público; luego estudió el ID de Rudbek y Los devolvió:
—Siéntese. ¿En qué puedo ayudarle?
—Necesito consejo... y ayuda.
—Eso es lo que yo vendo. Pero Bruder tiene una legión de abogados. ¿Qué puedo hacer, precisamente yo, por
—Oh... ¿es esto confidencial?
—Desde luego, hijo. Eso no se pregunta a un ahogado; o bien es honrado o no lo es. Yo lo soy a medias. Tú eres
—Pues bien... es una historia algo larga.
—Pues abréviala. Tú habla, yo te escucho.
—¿Me representará usted?
—Tú habla, yo te escucho. —Garsch repitió—. Quizá me duerma. No me encuentro muy bien hoy. Nunca me
—Bueno. —Thorby comenzó a hablar. Garsch le escuchó con los ojos cerrados, y los dedos cruzados sobre su
—Y eso es todo —terminó diciendo Thorby— salvo que tengo prisa por arreglarlo para poder volver a la Guardia. Garsch mostró interés por vez primera:
—¿Rudbek de Rudbek? ¿En la Guardia? No hagamos tonterías, hijo.
—Pero yo no soy realmente «Rudbek de Rudbek». Soy un guardia arrastrado por circunstancias que se escapan a circunstancias que no podemos controlar. La cuestión es que no se debe abandonar el trabajo que uno tiene. No cuando es verdaderamente el suyo.
—No es el mío —respondió Thorby.
pedimos sus testamentos y sus poderes. Si se ponen tontos, obtenemos una orden del juzgado... e incluso el poderoso Rudbek se encoge ante una citación, o la alternativa de ir a la cárcel por rebeldía. —Se mordió una uña— Quizá pase algún tiempo antes de que se liquide la herencia y tú estés calificado. Quizás el juzgado te nombre a ti para que actúes, o los testamentos indiquen quién debe hacerlo, o el juzgado puede nombrar a otro.
—¿Pero qué puedo hacer si ni siquiera quieren iniciar la acción para declarar fallecidos a mis padres?
—¿Y quién te ha dicho que tienes que esperar a que lo hagan ellos? Tú eres la parte interesada, y puedes iniciar
—No hay primos hermanos. Hay mis abuelos Bradley.
—Bueno. ¿Tienes alguna objeción a la evidencia bajo hipnosis? ¿A las drogas de la verdad? ¿A los detectores de
—No. ¿Por qué?
—Tú eres el mejor testigo de que han muerto, y de que no solamente hace tiempo que faltan.
—¿Pero cómo se decide si una persona falta bastante tiempo?
—Depende. El número de años es solamente un indicio para el tribunal, no una regla legal. Hubo un tiempo en
—¿Cómo empezamos?
—¿Tienes dinero? Yo salgo caro. Generalmente cobro por cada vez que respiro.
—Pues bien, tengo un megabuck... y unos cuantos miles más. Unos ocho.
—Bueno... Aún no he dicho que me hago cargo del caso. ¿Se te ha ocurrido que quizá peligre tu vida?
—Pues, la verdad es que no.
yo fuese tú, y me encontrase mal, escogería mi propio médico. Y tendría cuidado al cruzar puertas y en quedarme parado frente a ventanas abiertas. Rudbek no es buen sitio para ti ahora; no les tientes. Lo cierto es
—No, señor.
—Pues ahora ya sí. Toma una habitación allí. Yo voy con frecuencia, alrededor de las seis. Aún no he dicho que
—¿Cómo? No, señor.
—¿Cómo se llamaba aquel sitio de que hablabas? ¿Jubbulpore? Pues allí es adonde me tendría que ir. —De pronto se sonrió—. pero tengo ganas de pelea. Rudbek, ¿eh? Bruder. ¿Hablaste de un megabuck?

Thorby sacó su libreta de cheques certificados y se la entregó. Garsch la hojeó y la metió en un cajón:


—Por ahora no los convertiremos. Y además, te costará más dinero. Adiós. Digamos hasta dentro de un par de Thorby salió, sintiéndose más animado. Nunca se había encontrado con un viejo más mercenario; le recordaba a Al salir vio el Cuartel General de la Guardia. Volvió a mirar, se precipitó a través del tránsito, y subió sus

Capítulo XX


Thorby encontró un círculo de cabinas recepcionistas alrededor del gran vestíbulo, y entró en una de ellas. Una


—Marque su nombre. Diga al micrófono el departamento y la oficina. Espere a que aparezca la luz, y entonces Thorby marcó «Thorby Baslim» en la máquina y dijo:
—Cuerpo Exótico. Esperó; la cinta repitió:
—Marque su nombre. Diga al micrófo... —Se interrumpió de repente, y una voz de hombre dijo:
—Repítalo.
—Cuerpo Exótico.
—¿Asunto?
—Valdrá más que compruebe mi nombre en sus ficheros. Por fin, otra voz femenina dijo:
—Siga la luz de encima de su cabeza; no la pierda.


donde un hombre que no iba de uniforme le condujo a través de otras dos. Allí se enfrentó con otro hombre vestido de paisano que se levantó y dijo:

—Rudbek de Rudbek. soy el mariscal Smith.
—Thorby Baslim, por favor, señor. No, «Rudbek»
—Los nombres no son importantes, pero las identidades sí que lo son. Yo no me llamo «Smith», pero sirve. Thorby volvió a sacar su ID:
—Ustedes probablemente tienen mis huellas dactilares.
—Estarán aquí dentro de un momento. ¿Le molestaría volvérmelas a proporcionar?


las dos series de huellas en un comparador, y pareció no preocuparse más, pero hasta que apareció una luz verde se limitó a hablar cortésmente.

Entonces dijo:


—Está bien, Thorby Baslim... Rudbek. ¿En qué puedo ayudarle?
—Quizá se trate de en qué pueda ayudarles yo.
—¿Sí?
—He venido aquí por dos razones —dijo Thorby—. La primera es que creo que quizá pueda añadir algo al
—Le conocía y le admiraba mucho. Prosiga.
—La segunda es me gustaría volver a los Guardias y entrar en el Cuerpo «X». —Thorby no podía recordar cuándo había decidido eso, pero así era, no solamente el Cuerpo de papi, sino a su mismo trabajo.

«Smith» frunció el ceño:


—¿De veras? ¿Rudbek de Rudbek?
—Lo estoy preparando. —Thorby expuso brevemente cómo tenía que dejar en orden los asuntos de sus padres,
—Bueno —respondió el mariscal—. Pero por lo que me ha dicho usted no se presenta para alistarse hoy. ¿Qué
—Señor, el coronel Brisby, mi comandante, me dijo que el coronel Baslim había demostrado la existencia de una relación entre el tráfico de esclavos y alguna gran compañía de astilleros de naves espaciales.
—¿Le dijo eso?
—Sí, señor. Puede verlo en el informe del coronel Baslim.
—No me es necesario; prosiga.


Pues bien... ¿era de Rudbek de quien hablaba? ¿De Transportes Galácticos?
«Smith» lo pensó:


—¿Y por qué me pregunta a mí si su compañía está relacionada con el tráfico de esclavos? Díganoslo usted. Thorby preguntó:
—¿Tienen ustedes un galactovista?
—En el vestíbulo.
—¿Puedo utilizarlo?
—¿Por qué no? —El mariscal le condujo a una sala de conferencias cubierta por un modelo estéreo recubierto


coloreadas y entre estrellas la imagen sólida que había formado en el galactovista de su despacho. No dio explicaciones mientras el oficial observaba en silencio. Finalmente Thorby dijo:

—Eso es todo lo que sé actualmente.
—Y bien, Baslim; usted hizo una pregunta: ¿está ahora en condiciones de contestar?
número suficiente de personas clave. Suministrando naves. Reparándolas, proporcionando combustible. Y quizá financieramente.
—Ummm...
—¿Es que todo esto no será posible?
—Ya debe saber lo que dirían si les acusase de traficar en esclavos...
—No precisamente de traficar. Por lo menos no lo creo.
solamente se trata de un rumor absurdo. Luego dirían que, en todo caso, lo único que hacen es vender naves, ¿y es que un cuchillero que vende un cuchillo puede ser responsable de que un marido descuartice a su mujer?
—Los casos no son paralelos.
de que la esclavitud, cuando existía, no era cosa tan mala, puesto que gran parte de la población es verdaderamente más feliz cuando no tiene las responsabilidades de los hombres libres. Luego añadiría que si ellos no vendían las naves, algún otro las vendería; no es sino un negocio.
—¡Un buen latigazo les haría cambiar de opinión!
—Sin duda, pero aquí hemos abolido el látigo. Voy a tomar nota de esto; presenta facetas que no han sido


Al día siguiente, mientras estaba examinando reliquias aztecas en el Museo del Cinco de Mayo. Thorby explicó a


—Ayer me informé acerca de volver a alistarme en la Guardia.
—¡Thor!
con el tráfico de esclavos. Pero eso es otra razón por la cual no puedo alistarme. —Y explicó brevemente sus sospechas sobre Rudbek y el tráfico.

La muchacha empalideció:


—Thor, ésa es la idea más horrible que he oído en mi vida. No puedo creerlo.
—Me gustaría poder demostrar que no es cierta. Pero alguien construye sus naves, las mantiene. Los tratantes
—Me cuesta todavía trabajo creer que la esclavitud existe. Thor se encogió de hombros:
—Diez latigazos convencerían a cualquiera.
—¡Thor! ¿No querrás decir que a ti te azotaron?
—No lo recuerdo con claridad. Pero llevo las cicatrices en la espalda. La muchacha no dijo nada durante el regreso a casa.
Thorby volvió a ver a Garsch una vez más. Garsch dio varios papeles a Thorby para que los firmase y le


—La primera acción tiene que ser en Rudbek, puesto que era la residencia legal de tus padres. Lo otro es que he
—¿Sí?
prensa. El Diario de la Bolsa dio el número de las acciones. De modo que también les atacaremos con eso, y el mismo día.



Capítulo XXI


enjambres. Pero pasó a través de ellos y se encontró con Garsch en el interior de la sala del juicio, a las nueve cincuenta y ocho. El viejo le hizo una señal con la cabeza:

—Siéntate. Hizzoner saldrá pronto.


El juez salió y un ujier entonó la antigua promesa de justicia:


—¡...acercaos y se os oirá! Garsch musitó:
—Bruder tiene a este juez cogido por las narices.
—¿Cómo? ¿Entonces para qué estamos aquí?
—Me pagas para que me preocupe. Todos los jueces son buenos cuando saben que se les vigila. Mira detrás de Thorby así lo hizo. La Sala estaba tan llena de periodistas que un ciudadano ordinario no tenía posibilidad de
—He hecho una buena faena, aunque me esté mal decirlo. —Garsch señaló la fila de delante— Aquel pinta de la nariz gorda es el embajador de Próxima. Y el bandido que tiene al lado es el presidente del Comité jurídico. Y...

ver a Leda, lo cual le hizo que se sintiese muy solo. Pero Garsch terminó con las formalidades de apertura, se sentó, y murmuró:

—Mensaje para ti. La joven dice: «Buena suerte».


tribunal. Mientras juraba, reconoció en la fila de delante a un magistrado superior retirado del Tribunal Supremo hegemónico que en una ocasión había cenado en Rudbek. Luego Thorby ya no observó nada más, pues prestó su declaración en trance profundo, rodeado de hipnoterapistas.

verdadero dramatismo. El tribunal admitió una objeción presentada por Bruder, de tal manera que una oleada de risas recorrió la sala, y alguien empezó a patear. El juez se sofocó:
—¡Orden! ¡Los ujieres desalojarán la sala...!


filas permanecieron sentadas mirando fijamente al juez. El gran embajador de la Liga Vegana se inclinó hacia su secretario, y le murmuró al oído; el secretario comenzó a manipular un Steno-Silencioso.

El juez carraspeo:


—¡...a menos de que este indecoroso comportamiento cese inmediatamente! Thorby casi se sorprendió cuando aquello terminó:
fallecieron, y además que encontraron la muerte en un desastre común. Descansen en paz sus almas. Que
conste así». —El secretario dio un martillazo sobre la mesa—. Si los depositarios de los testamentos de los difuntos, si es que hay testamentos, se encuentran presentes en esta sala, que se presenten.

No hubo juicio ninguno sobre las acciones de Thorby: Thorby firmó un recibo por certificados que entonces Thorby respiró profundamente al salir de la sala con Garsch:
—No puedo creer que hayamos ganado. Garsch se sonrió:
—No te engañes a ti mismo. Hemos ganado por puntos el primer asalto. Ahora esto empieza a ponerse caro. Thorby se compungió. Los guardias de Rudbek se adelantaron y comenzaron a ayudarles a pasar entre la
Asociados, y prosiguieron la lucha. Thorby nunca vio los poderes de sus padres. El único interés que ahora tenía
en ellos consistía en ver si, como sospechaba, las diferencias entre los papeles que Bruder había preparado y las de sus padres consistía en la diferencia entre «revocable» y «revocable solamente por mutuo acuerdo».

limpiezas de rutina de los archivos de documentos expirados. Recibió una sentencia de diez días, suspendida, por desacato, y ahí terminó todo.

Thorby; las acciones estaban inmovilizadas mientras se tramitaban las testamentarías. Entre tanto Bruder y Weemsby seguían siendo oficiales de Rudbek y Asociados apoyados por una mayoría de directores. A Thorby ni siquiera se le permitía la entrada en el Edificio Rudbek, y mucho menos aun, en su despacho.

pendientes, referentes a la liquidación de su herencia. Los testamentos eran esencialmente sencillos; Thorby era el único heredero importante. Pero había docenas de legados de menor importancia; había parientes que recibirían algo si se anulaban los testamentos; se planteó nuevamente la cuestión de «legalmente fallecidos»; la presunción de un desastre común, frente a la de muerte en momentos diferentes, fue planteada de nuevo; e incluso se impugnó la misma identidad de Thorby. Ni Bruder ni Weemsby aparecieron en esas acciones; siempre

pupilo en tutela, basándose en su incompetencia. La evidencia, aparte del hecho admitido de que las complejidades de la vida terrestre le eran nuevas, se basaba en el informe médico de su época de guardia... un tal Dr. Krishnamurati lo había endosado «potencialmente inestable desde un punto de vista emotivo, y no debe
Hegemónica. Thorby fue declarado legalmente cuerdo y capaz. A continuación un accionista presentó una petición solicitando que en interés público y privado Thorby fuese declarado profesionalmente incapaz de

deudas por costes legales, y por el mantenimiento de Rudbek, y no había conseguido cobrar los intereses acumulados, pues Bruder y Weemsby continuaban manteniendo, frente a repetidas decisiones adversas, que su

concedió a Thorby (sujeta a consideraciones sobre su comportamiento y a menos de ser revocada por el tribunal) la facultad de votar por las acciones de sus padres hasta que las testamentarías quedasen liquidadas.
Thorby convocó una reunión general de accionistas, fundado en la iniciativa de los accionistas, concedida por las presentaron, aunque fuese representados por terceros. Incluso Leda apareció en el último instante, diciendo
alegremente:


—¡Hola, todo el mundo! —Luego se volvió hacia su padrastro—. Papá, recibí la noticia y decidí venir a


mismo tiempo molesto; no la había visto desde que se habían separado en San Francisco. Sabía que residía en Rudbek Arms en la Ciudad de Rudbek, y que a veces estaba en la ciudad, pero Garsch le había disuadido de

—Un hombre tiene que ser un necio para correr detrás de una mujer que ha expresado claramente que no Weemsby pidió orden y abrió la sesión, anunciando que de acuerdo con lo solicitado, la asamblea nombraría y
—Las minutas y los asuntos atrasados quedan pospuestos por consentimiento unánime— ¡Bang! —Que el secretario lea los nombres de los candidatos para presidente del consejo—. Y sonreía con aire de triunfo.

nombres utilizados para presentar acciones y por otras fuentes indirectas, creía que Weemsby controlaba un 31%; Thorby necesitaba otro 6%. Contaba con la atracción emotiva del «Rudbek de Rudbek»; pero no tenía la seguridad, a pesar de que Weemsby necesitaba más de tres veces aquel número de votos «dudosos»... dudosos

Pero Thorby se levantó y se nombró a sí mismo por medio de sus propias acciones:


—Thor, Rudbek de Rudbek.


Después ya no fue sino, paso, paso, paso... hasta llegar el nombramiento de Weemsby. No hubo más


—El secretario leerá la lista —dijo Weemsby.
—Anunciad vuestros votos por acciones como propietarios, y luego los votos por delegación. El oficial de secretaría comprobará los números de las acciones por medio de la Lista Inventario. Thor Rudbek... de Rudbek.

cálculo. Había 94.000 acciones con voto; no se fiaba de hacer los cálculos de memoria. El secretario siguió leyendo, y el oficial fue canturreando la comprobación con el Inventario. Thorby necesitaba 5.657 votos para

Lentamente comenzó a recoger votos dispersos.
recogiendo votos. Algunos accionistas respondieron, «Pasa al apoderado», o dejaron de responder. A medida que los nombres fueron desfilando y aquellos votos que faltaban no aparecían, Thorby se vio obligado a deducir que el propio Weemsby tenía aquellos poderes. Pero no obstante los votos para «Rudbek de Rudbek» fueron

Garsch se inclinó hacia él:


—Ya no quedan más que las dos beldades.
—Ya lo sé. —Thorby se guardó su regla de cálculo, sintiéndose marcado. Al fin y al cabo Weemsby había ganado. Era evidente que el secretario había recibido instrucciones acerca de qué nombres tenía que leer al final.
—¡El honorable Curt Bruder!


Bruder votó la única acción que le calificaba, en favor de Weemsby:


—Por nuestro presidente, Mr. John Weemsby.


Weemsby se levantó con cara de una satisfacción evidente:


—En nombre propio, voto una acción. Por delegaciones que me han sido entregadas y que obran en poder del
—Habiéndose terminado el recuento, declaro... —comenzó a decir el secretario.
—¡No!


Leda se había levantado:


—¡Yo estoy aquí! ¡Esta es mi primera asamblea, y voy a votar! Su padrastro dijo apresuradamente:
—Está bien, Leda... no tienes que interrumpir. —Y se volvió hacia el secretario—. No influye en el resultado.
—¡Pues sí que influye! ¡Voto mil ochocientos ochenta votos por Thor, Rudbek de Rudbek! Weemsby la miró fijamente:
—¡Leda Weemsby!


La muchacha replicó secamente:


—Mi nombre legal es Leda Rudbek. Bruder gritaba:
—¡Es ilegal! Ya se ha registrado el voto. Es demasia...
el correo de este mismo edificio y vi que eran entregados bajo recibo en «las oficinas principales de esta corporación», ¿ésa es la frase exacta, verdad, juez?, diez minutos antes de convocarse la asamblea. Si no lo cree, envíelo a buscar. Pero, ¿qué importa? Yo estoy aquí. Tóquenme. —Luego se volvió y sonrió a Thor.
Thorby intentó devolverle la sonrisa, y murmuró furioso a Garsch:


—¿Por qué no me lo dijo?
más? Podría haber ganado. La muchacha le mantuvo contento, según le había indicado yo. Esa muchacha vale mucho, Thorby. Valdrá más que pidas la opción...

Cinco minutos más tarde Thorby, pálido y conmocionado, se levantó, recogió el mazo que Weemsby había


—Elegiremos ahora el resto del consejo —anunció, pudiendo apenas dominar su voz. La lista que Garsch y Nuevamente la muchacha se levantó:
—¡Oh, no! No me puedes hacer esto.
—Fuera de orden. Has asumido la responsabilidad; ahora tienes que aceptarla. La chica abrió la boca; luego la cerró y se sentó.
Cuando el secretario anunció el resultado, Thorby se volvió hacia Weemsby:


—¿Usted también es gerente general, verdad?
—Sí.
—¡Queda despedido! Su acción revierte. No intente volver a su antiguo despacho; coja el sombrero y márchese. Bruder se levantó de un salto. Thorby se volvió hacia él:
—Y usted también. Oficial de orden, acompáñeles hasta la salida del edificio.



Capítulo XXII


Thorby contempló sombríamente un gran montón de papeles, todos los cuales iban marcados «Urgente». Tomó


—Dolores, páseme a mí el control de mi pantalla. Y váyase a su casa.
—Puedo quedarme, señor.
—He dicho: «Váyase a casa». ¿Cómo va a conseguir encontrar novio si tiene ojeras?
—Buenas noches.


Buena chica aquélla. Y leal, le parecía. Bueno, así lo esperaba. No se había atrevido a utilizar una nueva escoba Una voz sin facciones dijo:
—Baraje Siete.
—Dirección Prometeo —respondió Thorby— y nueve más hacen diecisiete.
—De acuerdo.
—Sellado —asintió Thorby.


Apareció la cara del mariscal «Smith».
—¡Hola, Thor!
—Jake, no tengo más remedio que aplazar nuevamente la conferencia de este mes. Lo siento, pero tendrías que
—Nadie espera que dediques todo tu tiempo a las cuestiones del Cuerpo.
—¡Pero si eso era precisamente lo que tenía intención de hacer; arreglar esta cosa de aquí de prisa, poner
—Thor, no hay ningún funcionario concienzudo que permita que le releve mientras le quede trabajo atrasado. Y
—Bueno, está bien. No puedo asistir a la conferencia. ¿Tienes cinco minutos?
—Di.
—Me parece que he encontrado a un muchacho para la caza de puerco-espines. ¿Te acuerdas?
—Nadie come puerco-espines.
decirlo en términos comerciales, la manera de matar un negocio es hacer que no rinda. El tráfico de esclavos es un negocio y la manera de matarlo es hacer que tenga déficit. Las espinas del puerco-espín servirían para el caso.
—Si las tuviésemos —dijo el mariscal secamente—. ¿Tienes alguna idea sobre las armas?
Parece ser el ingeniero más brillante de estos últimos tiempos. He estado charlando con él sobre lo que yo hacía cuando era director de fuego en Sisu. Me expuso algunas ideas brillantes y acabó diciendo: «Thor, es ridículo que una nave quede inutilizada sencillamente por medio de un pequeño rayo de parálisis, cuando tiene suficiente
—Una estrella muy pequeña; pero estoy de acuerdo.
bueno, quiero entregarle un camión de dinero y darle mano libre. Le diré todo lo que sé de las tácticas de los corsarios y demás, cintas de trance, quizá, pues no tendré mucho tiempo de trabajar con él. Aquí ya me agotan.
—Necesitará un equipo. No se trata de un proyecto casero.
—Ya lo sé. Te pasaré los nombres a medida que los vaya teniendo. El Proyecto Puerco-espín tendrá todos los hombres y todo el dinero que pueda utilizar. Pero, Jake, ¿cuántos de esos trastos puedo vender a la Guardia?
—¿Cómo?
Puerco-espín gaste megabucks como si fuesen agua, pero tengo que justicarlo a los directores y a los accionistas. Si conseguimos algo, puedo vender algunos centenares de unidades a los librecambistas, puedo vender otros a nosotros mismos, pero tengo que enseñar un gran mercado potencial para justificar el gasto. ¿Cuántos puede
—Thor, te preocupas sin necesidad. Incluso si no llegas a descubrir una superarma, y las probabilidades no son de accionistas podía echarme mañana. Sin duda es cierto que la investigación paga, pero no siempre en seguida. Tienes que tener en cuenta que informarán de cada crédito que gaste a gentes a quienes encantaría ver cómo me echaban, de modo que es preciso que tenga una justificación razonable.
—¿Qué te parecería un contrato de investigación?
—¿Y tener a un vicecoronel vigilando a mi chico, y diciéndole lo que tiene que hacer? Queremos que tenga las al mariscal en jefe. Actualmente está en Luna, y esta semana no me es posible ir a Luna. Tendrás que esperar unos cuantos días.
—No voy a esperar; voy a suponer que puedes conseguirlo Jake, voy a poner las cosas en marcha y voy a salir de esta absurdidad; si no me aceptáis en el Cuerpo, siempre queda la solución de alistarme como artillero.
—Ven esta tarde. Te alistaré y luego te destinaré a servicio especial, exactamente en donde estás ahora.
—¡Jake! ¡No me harías esto a mí!
—Lo haría si fueses lo suficientemente tonto para ponerte bajo mis órdenes, Rudbek.
—Pero... —Thorby se calló; no servía de nada discutir, ¡y había tanto trabajo que hacer!
—Smith —añadió—. ¿algo más?
—Me parece que no.
—Mañana empezaré a ocuparme de La Croix. Hasta la vista.


remordimientos de conciencia por gastar grandes cantidades de dinero de otros en un proyecto que tenía pocas probabilidades de éxito; se trataba sencillamente de que estaba atascado en un trabajo más complejo de lo que
Volvió a coger el primer asunto, lo volvió a dejar, oprimió la clave que le ponía en comunicación directa con la


—Volveré a llegar tarde; lo siento.
—Retrasaré la cena. Se están divirtiendo. Diré a la cocina que hagan los canapés bien gruesos. Thorby meneó la cabeza:
—Ponte en la cabecera de la mesa. Cenaré aquí. La chica suspiró:
—Si es que duermes. Mira, querido estúpido mío, a la cama a medianoche, y no levantarse antes de las seis. ¿Lo
—Bueno. Si es posible.
—Procura que sea posible, o tendrás que entendértelas conmigo. Hasta luego.


en el negocio hasta que se había demostrado de manera evidente que los negocios no eran su fuerte. Pero era lo único que brillaba en la oscuridad; siempre le animaba. Si no fuese que era manifiestamente injusto que un guardia se casase... Pero no podía cometer esa injusticia con Leda, y tampoco tenía razón para suponer que ella se prestaría. Ya era injusticia suficiente rehuir a última hora una gran cena de compromiso. Y otras cosas. Tendría

que cogiese las riendas. Pero cuanto más profundizaba, más encontraba que había de hacer, impuestos... la cuestión de los impuestos era increíblemente complicada; siempre lo era. Aquel programa de expansión que el grupo vegano patrocinaba, ¿cómo lo podía juzgar, a menos de ir allá a verlo? ¿Y si iba, podría juzgarlo?

¿Y cómo hacer para poder entonces disponer del tiempo necesario?
Era curioso, pero el propietario de mil naves estelares automáticamente nunca tenía tiempo de ir en una de los tribunales las estarían aún digiriendo. ¿Por qué no se podía tratar la muerte de una manera sencilla y
decorosa, como lo hacía el Pueblo?


Entre tanto no estaba en libertad para proseguir con el trabajo de papi.


imagen se había aclarado. Jake le había dicho que una incursión había destruido un refugio de naves de esclavos; había sido la consecuencia directa de algo que la oficina central sabía, pero que no se había dado cuenta de que

culpables, otros días en que no lo creía, pues todo lo que los archivos mostraban eran negocios legítimos... a veces con personas que no eran las que tenían que ser. ¿Pero eso quién lo sabía?

de sus manos. A él le parecía que era lo más urgente de Rudbek, quizá de la Galaxia, y sin duda más urgente que el Proyecto Puerco-espín, puesto que era algo que con seguridad mutilaría, o por lo menos dificultaría, el tráfico de esclavos, mientras que Puerco-espín era a largo plazo. Pero el avance había sido lento, había tantas y tantas

demasiados huevos para el cesto. ¿De dónde lo habría sacado? El Pueblo no compraba nunca huevos. Y ahora él tenía demasiados cestos y demasiados huevos para cada cesto. Y un nuevo cesto cada día.
lo había expresado de otra manera: «¿Qué haría el coronel Baslim?». Le servía de ayuda, especialmente cuando también tenía que recordar lo que el juez le había dicho el día en que le fueron entregadas las acciones de sus padres: «Nadie puede ser propietario exclusivo de una cosa, y cuanto mayor es, menos la posee. No tienes libertad para disponer de esta propiedad arbitraria ni neciamente. Tu interés no es superior al de otros
Thorby había consultado aquella advertencia con papi antes de decidir seguir adelante con Puerco-espín. Rudbek en aquel infectado sector, y paralizar así el tráfico de esclavos. Pero eso no se podía hacer. No se podía
perjudicar a miles, a millones de hombres honrados para castigar a unos criminales. Se necesitaba una cirugía


Y eso era lo que ahora estaba tratando de hacer. Comenzó a estudiar la carpeta que no llevaba etiqueta. Garsch sacó la cabeza:
—¿Todavía bajo el látigo? ¿Qué prisa tienes, muchacho?
—Jim, ¿dónde puedo encontrar diez hombres honestos?
—¿Cómo? Diógenes se contentaba con ir en busca de uno. Y eso le dio más trabajo del que pudo hacer.
—Ya sabes lo que quiero decir; diez hombres honestos, todos ellos capaces de asumir el cargo de gerentes planetarios de Rudbek. —Y Thorby añadió para consigo mismo:... y aceptables para el Cuerpo «X».
—Luego te diré uno.
haré regresar al hombre que ha sustituido; no lo podemos despedir. Porque no sabemos nada concreto. Pero en los nuevos podemos tener confianza y les instruiremos a todos acerca de la manera cómo opera el tráfico de

Garsch se encogió de hombros:


hombres calificados al mismo tiempo. Y mira, muchacho; no vas a resolver el problema esta noche, por mucho tiempo que te quedes mirando esos nombres. Cuando seas tan viejo como yo sabrás que no es posible hacerlo todo al mismo tiempo, si es que no te has matado antes. De todos modos, algún día te has de morir, y otro tiene que seguir con el trabajo. Me recuerdas al hombre que empezó a contar las estrellas. Cuanto más de prisa
—Jim; ¿cómo es que accediste a venir aquí? No veo que dejes el trabajo cuando los otros lo hacen.
tan asquerosa como el tráfico de esclavos, y ésta era mi manera de hacerlo. Ya soy demasiado viejo y demasiado gordo para poderlo hacer de otra forma.

Thorby asintió:


obligación de hacer, que no tengo tiempo de hacer lo que debería... nunca se me presenta la oportunidad de hacer lo que quisiera.
hacer de vez en cuando lo que uno quiere hacer, sea como sea. Y eso quiere decir ahora mismo. Todavía te
queda todo el día de mañana... y ahora vas a salir conmigo a tomarte un sándwich y a mirar muchachas bonitas.
—Voy a hacer que me suban la cena.
—No; no lo vas a hacer. Hasta las naves de acero tienen que ser repasadas de vez en criando. Ven conmigo. Thorby miró el montón de papeles:
—Está bien —dijo.


El viejo se comió su sándwich, se bebió su cerveza y miró a las chicas bonitas. La ciudad de Rudbek atraía a lo
Pero Thorby no las vio; estaba pensando.


acertaba a ver cómo, si continuaba así, llegaría nunca a poder alistarse en el Cuerpo de papi. Pero Jim tenía razón; éste era un sitio desde donde también se podía combatir en aquel sucio negocio.

¿Incluso si no le gustaba esa manera de combatir?


libertad que se debe estar dispuesto a abandonar la propia... a ser un mendigo... o un esclavo... o a morir, para que la libertad pueda vivir».

Sí, Papi; pero yo no sé cómo desempeñar este cargo. Lo haría... estoy intentando hacerlo. Pero no consigo sino a Papi contestó:
—¡Tonterías! Puedes aprender a hacer todo lo que te propongas, si lo intentas en serio. ¡Y vas a aprender,


Y detrás de Papi, la Abuela asentía con la cabeza y parecía muy seria. Thorby le respondió:


—Sí, Abuela. Está bien, Papi. Lo intentaré.
—¿Harás algo más que intentarlo?
—Lo haré, Papi.
—Y ahora come.


Obedientemente Thorby intentó coger la cuchara y entonces se dio cuenta de que en vez de un cuenco lo que Garsch dijo:
—¿Qué estás musitando?
—Nada. Acabo de decidirme.
—Descansa la cabeza y usa los ojos. Todo tiene su sitio y su hora.
—Tienes razón, Jim.
—Buenas noches, hijo —murmuró el viejo mendigo ¡Buenos sueños... y buena suerte!


FIN


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